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Belleza, acoso sexual y valentía para defender la integridad

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Por Alejandra Gavidia
Publicado el 27 de julio de 2025


Viví una experiencia de violencia sexual de parte de un médico. Sufrí de acoso sexual de una profesional de la salud en quien confiaba. Muchas mujeres sufren de acoso sexual cada día, por ello quiero dar testimonio o compartir las dudas, decisiones y miedos, pero sobre todo el coraje para defender mi integridad.

Al ser parte del mundo de la “belleza” a las Misses y modelos nos ofrecen algo llamado “canje”. Es decir: te doy un servicio a cambio que tú me recomiendes en tus redes sociales. Yo conocí a este doctor por medio de otra persona que había tenido una experiencia óptima con él, así que pensé: si a ella le ha ido bien, ¿qué podría salir mal conmigo? Decidí ir a su consultorio acompañada pues nunca había visto a esta persona y esa primera cita fue cotidiana. Acordamos trabajar juntos y pusimos una fecha para la siguiente cita. 

La segunda vez que lo vi fui sola y ahí empezaron a ponerse más extrañas las cosas. Me preguntó si nadie me acompañaba hoy, a lo que respondí que no. Me hizo pasar a su consultorio, pero antes despachó a su secretaria temprano porque según él “ya no la necesitaría”. La forma en que me veía, la manera en que me tocaba, el modo con el que me hablaba… no era normal. No era como la primera vez que lo visité. Sin embargo, aunque mi instinto me decía que algo estaba raro, le permití el beneficio de la duda. 

No me cobraba un solo centavo por los procedimientos y las consultas que le realizaba y llegué a pensar que su forma “extraña” de comportarse podría ser solo su personalidad. Hasta que llegó el día donde era imposible obviar su acoso. Al momento de despedirnos me tomó del brazo, me jaló hacia él y me abrazó. Yo me quedé quieta, congelada, inmóvil… hasta que comencé a sentir algo que él mismo denominó como “emoción”. Él no me dejaba de abrazar por más que yo quería alejarme y yo sentía su “emoción” cada vez más. Fue hasta que me tomó fuertemente del rostro y me intentó besar que logré zafarme de sus brazos y tomé mis cosas y huí de ahí. 

Después de eso recibí mensajes de su parte a mis redes sociales diciéndome cuánto me quería, lo perfecta que era y que las puertas de su consultorio siempre estarían abiertas para mí. Esto último fue lo que me resonó. ¿Esto significaba que debía buscar un nuevo médico? ¿Pero y si no podía pagar las nuevas consultas? El que no me cobrara nada, ¿valdría la pena soportar el acoso por no pagar por el servicio?… al final decidí que mi seguridad y mi integridad valía más que unos cientos de dólares, pero me quedé pensando: ¿qué pasa con las personas que no pueden tomar la decisión que yo tomé? 

A nivel mundial 370 millones de niñas y adolescentes han sido agredidas sexualmente. En El Salvador El Ministerio de Salud brindó 5,895 atenciones por violencia sexual entre junio 2023 y mayo 2024, mismas que representan el 51 % de todas las consultas por lesiones intencionales. ¿Pero qué sucede cuando incluímos la pobreza como punto de vulnerabilidad en las víctimas?

La violencia sexual y la pobreza están profundamente entrelazadas. La pobreza no causa directamente la violencia sexual, pero aumenta considerablemente la vulnerabilidad de las personas, especialmente mujeres, niñas, adolescentes y personas de comunidades marginadas, frente a distintos tipos de abuso sexual.

Las personas en situación de pobreza suelen vivir en entornos con menos seguridad, menos servicios de salud, menos educación sexual y menor acceso a la justicia. La pobreza también puede forzar a muchas niñas, mujeres y hombres a relaciones desiguales o dependientes, por ejemplo, aceptar ayuda económica a cambio de favores sexuales.  La violencia sexual se ha convertido en una forma de control económico. En contextos de alta pobreza, la violencia sexual puede usarse como una herramienta de dominación, castigo o chantaje, incluso dentro de la familia o comunidad.

La violencia sexual no es solo un problema individual, sino estructural. Y la pobreza es un factor de riesgo y perpetuación muy poderoso. Combatir la violencia sexual requiere, por tanto, enfrentar las desigualdades económicas, educativas y de género de forma integral. Yo pude escapar de mi acosador, ¿pero y el resto de personas?

Miss Universo El Salvador y consultora política

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