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In Memoriam: Leonardo Franco/La labor humanitaria

Así las cosas, tenía claro que en el tono y el tempo de la labor humanitaria hay una imperante necesidad de ser político para hacer buen un trabajo apolítico. No, no hay contradicción ni de términos ni de ideas. Ciertamente, el trabajo humanitario no puede ser de política partidaria, eso está clarísimo y siempre debe ser así, pero lograr la protección de refugiados, desplazados y repatriados exige contactos, cabildeo, labor de convencimiento, la necesidad de hacer ver a la otra parte la importancia de proteger a refugiados, desplazados y repatriados, e incluso de hacerles ver los réditos políticos que pueden obtener de la acción humanitaria.

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Por Francisco Galindo Vélez
Publicado el 23 de mayo de 2025


Una de las características de las organizaciones internacionales es que si bien comparten filosofía y objetivos, es muy difícil lograr que trabajen de manera coordinada y conjunta para que el impacto de su labor sea mayor. Por suerte, Leonardo Franco tenía el tino y el tacto para lograr una estrecha coordinación entre instituciones humanitarias, a saber, las agencias de las Naciones Unidas, por ejemplo, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), el PMA (Programa Mundial de Alimentos), UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), y agencias de fuera del sistema como la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), y el CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja), entre otras. Esta es una tercera convergencia; lograrla fue propio de las cortes de los basileos de tiempos remotos, con feroz y traicionera competencia e interminables y desleales intrigas, pero se logró.

La estrecha coordinación se hizo también con organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales. No se trataba de decirles qué hacer, sencillamente coordinarse para trabajar en el mismo sentido compartiendo información y propósitos, evitar duplicación de esfuerzos, pues los recursos eran limitados y había que maximizarlos, y velar por que sus funcionarios no fueran víctimas de abusos en el desempeño de su trabajo. Aquí estamos ante una cuarta convergencia.

Ahora bien, consciente de que nadie mejor que la persona que lo lleva sabe dónde le aprieta el zapato, Leonardo tuvo muy claro que para lograr los objetivos que se estaban fijando era indispensable incluir a los refugiados, repatriados y desplazados en las discusiones de temas que les tocaban directamente, y esta es una quinta convergencia primordial. Este fue un paso mayor, ya que se tomó en cuenta el punto de vista de las personas a las que se buscaba ayudar y permitió que sus ideas para solucionar sus problemas se tuvieran en cuenta. De esta forma, iniciaron las comisiones tripartitas para la repatriación voluntaria que incluían a los gobiernos de los países de origen y de los países de asilo, y al ACNUR, que transmitía también el pensar y el sentir de los propios refugiados. Con el tiempo, en Guatemala, se llegó a una comisión cuadripartita que incluyó a representantes de los refugiados en la mesa.

Pero las cosas no podían quedar allí, pues los refugiados y desplazados habían surgido por las guerras internas en El Salvador, Nicaragua y Guatemala y era lógico que la solución de sus problemas no podía ser ajena a los procesos de búsqueda de la paz en la región. Así, era menester vincular la labor en favor de refugiados, repatriados y desplazados con los esfuerzos de paz que se desarrollaban en la región, primero con el proceso del Grupo de Contadora y después con el proceso de Esquipulas; aquí se manifiesta una sexta convergencia. Leonardo sabía que no podía haber paz cuando había miles personas desarraigadas de su país o de su lugar de origen, y gracias a CIREFCA, ocurrió un importante desarrollo que tenía tímidos antecedentes en la repatriación de refugiados argelinos al término de su guerra de independencia en 1962: el acompañamiento internacional de refugiados a su país de origen, pero esta vez con el entendido que el ACNUR tenía un “interés legítimo”, lo que significó un desarrollo importantísimo puesto que ya no se trataba de mero acompañamiento de refugiados que regresaban voluntariamente a sus países.   

Así las cosas, tenía claro que en el tono y el tempo de la labor humanitaria hay una imperante necesidad de ser político para hacer buen un trabajo apolítico. No, no hay contradicción ni de términos ni de ideas. Ciertamente, el trabajo humanitario no puede ser de política partidaria, eso está clarísimo y siempre debe ser así, pero lograr la protección de refugiados, desplazados y repatriados exige contactos, cabildeo, labor de convencimiento, la necesidad de hacer ver a la otra parte la importancia de proteger a refugiados, desplazados y repatriados, e incluso de hacerles ver los réditos políticos que pueden obtener de la acción humanitaria.

El trabajo humanitario no puede ser una labor de tecnócratas altamente especializados y grandes conocedores de un solo tema, con buena educación pero sin cultura, y sin el pensamiento multidimensional que da la capacidad de atar múltiples cabos sueltos a diferentes niveles, entender todas las dimensiones de un problema y medir bien y anticiparse a las consecuencias de cada paso que se da y de cada acción que se toma para abordarlos y resolverlos. Es la labor de humanistas de amplia cultura universal, cómodos en todo lugar y en toda circunstancia, con un recio toque de perseguidores de molinos de viento, y Leonardo fue un humanista de cultura universal que nunca dejó de perseguir los molinos de viento.

Escritor y diplomático salvadoreño.


 

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