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Temas trabajadoras domesticas

"La palabra jubilación no existe para nosotras, no se puede": trabajadora doméstica

Sin un marco legal que regule el trabajo doméstico y un acceso a seguridad social de menos del 3%, quienes ejercen este oficio se enfrentan a un futuro incierto y de más pobreza.

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Por Tania Urías
Publicado el 11 de agosto de 2025


El cabello de Carmen ya está pintado de blanco, las manos colmadas de arrugas y el cuerpo agotado. Lleva 55 de sus 65 años, "sirviendo" en diferentes casas y para distintos patronos. El peso de la edad ya golpea su salud.

Esta mujer, que se inició en el trabajo doméstico cuando apenas tenía 10 años, nació y creció observando con normalidad la incorporación de las mujeres de su hogar a este oficio.

Su abuela, su madre, ella y ahora su hija mayor han trabajado como domésticas, como única opción de supervivencia. 

Carmen nació y creció en Sonsonate, y en los lavaderos públicos de ese municipio comenzó sus primeros pasos en este oficio. Lavando ajeno. 

"En ese tiempo, me daban un colón por bulto, y yo ya con eso ayudaba en la casa", recuerda.

A los 13 años llegó su primer empleo en casa. Sus padres se habían separado y no podía vivir con ninguno de los dos, así que el trabajo le convenía. Tendría casa, comida y también dinero para ayudar en su hogar. Antes de cumplir los 14 años llegó a la capital a trabajar a la colonia Campestre, recuerda.

Sin beneficios de ley

A lo largo de más de cinco décadas, Carmen ha trabajado en más de una docena de casas, con igual número de familias y no recuerda ni una sola vez que recibiera un aguinaldo acorde a la ley, aunque algunos patronos le daban un "pequeño ingreso extra".

Tampoco le pagaron vacaciones, ni mucho menos asuetos. Siempre que eran días festivos o la mandaban a la casa sin pago o trabajaba.

Al hablar de salarios, dice que nunca ha tenido un ingreso que se considere justo para las labores que realiza. Ella, al igual que sus compañeras, tuvo sueldos de entre $150 a $200 mensuales, trabajando entre ocho hasta 14 horas por día. 

La mayor preocupación en estos momentos de miles de empleadas domésticas es no contar con protección ni seguridad social.  Foto EDH/Archivo.

Contar con Seguro Social ni siquiera lo vio posible. A ella le toca ir al sistema público. "Me decepciona porque yo padezco artritis y me dan las recetas, pero medicina nunca hay", se queja.

Como Carmen, cientos o millares de mujeres que se dedican al trabajo doméstico han tenido que adaptarse a condiciones o entornos laborales no adecuados. 

Nula posibilidad de un retiro

Carmen se siente cansada. Su principal preocupación es que se le acaben las energías y ya no pueda trabajar. 

Lleva 25 años trabajando con una pareja, donde va tres veces por semana a lavar, limpiar y planchar; gana $10 por día.

"La palabra jubilación no existe para nosotras, no se puede", añade convencida.

Tiene dos hijas, una de ellas también es doméstica, pero apenas le alcanza para mantener a su propia familia y la otra hija está endeudada, cuenta.

"Yo no tengo a quién pedirle, aunque mis hijas quisieran no me pueden ayudar. Yo no quiero pensar qué voy a hacer cuando ya no pueda trabajar, ganas de llorar me dan porque digo: ¿qué voy a hacer? Solo pedirle a Dios todas las noches que me ayude y me de fuerza, eso es lo que queda", dice resignada. 

Y se siente agobiada porque tiene préstamos pendientes, ya que además de lavar ajeno, vende productos plásticos en su casa, para lo cual pidió crédito en una cooperativa, pero el pago se le ha vuelto interminable, ya que lo renueva cada cinco años y nunca se acaba, dice.

En el limbo legal

Aunque el trabajo doméstico está reconocido en el artículo 77 del Código de Trabajo, no posee ningún tipo de protección legal que impida la violación de los derechos más mínimos.

Ericka Regalado, secretaria general del  Sindicato de Trabajadores Domésticas Remuneradas de El Salvador (Simuthres), está convencida de que, aunque se han logrado algunos avances, todavía hay mucho por hacer.

"Hemos hecho ya un número de esfuerzos con los diputados, con el ministerio (de Trabajo) y lastimosamente no se ha logrado nada. Hemos tocado todas las puertas para que vean que sí es un trabajo importante, porque igual pagamos impuestos como cualquier otro ciudadano", dice Ericka.

Nueve de cada diez de los que se dedican al empleo doméstico son mujeres. Foto EDH/Archivo.

Datos del Ministerio de Trabajo revelan que el perfil promedio de estas personas son los 41 años y hasta 2023 solo el 2.4% cotizaba al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), evidenciando una cobertura muy baja del sistema de salud y una casi nula posibilidad de acceso a una pensión.

La esperanza de muchas, en especial de las que están organizadas, es el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que este establece los derechos fundamentales de las personas que se dedican a este oficio.

De Centroamérica, solo Honduras y El Salvador no han ratificado este convenio y quienes se dedican a estas tareas y están organizadas llevan más de una década luchando por su ratificación, sin mayores avances.

Sin protección social ni los beneficios mínimos de Ley y con un acceso casi nulo a un sistema de protección contra retiro, las mujeres que ejercen como empleadas domésticas y que ya rondan los 60 años o más, tienen un futuro incierto.

"Lastimosamente no hay una edad para retirarse. Entonces, ¿qué les toca? Trabajar hasta donde puedan y luego pues andar pidiendo en la calle", explica Ericka.

La representante sindical insiste que un aspecto clave es precisamente la oportunidad de acceder a una pensión digna, ya que la posibilidad de jubilarse con un ingreso es nula para ellas. 

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