“Nunca le conté a nadie, me intentaron violar”, la inseguridad al interior de los mesones
Leticia es una de las mujeres que creció entre las sombras de inseguridad e incertidumbre de los mesones en el centro de Santa Ana.
Las voces al interior de los mesones olvidados y, en muchas ocasiones, ocultos en el centro de Santa Ana dejan entrever la inseguridad a la que se enfrentan día a día cientos de mujeres y niños en el país.
“Nunca le conté a mi mamá, nunca le conté a nadie. Me intentaron violar, solo recuerdo que el hombre se me fue por detrás porque se había ido la luz”, detalló Leticia, quien reside en el mesón Alegría.
El testimonio de Leticia forma parte de la recopilación de información realizada por la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL) en 2024.
“Mi mamá trabajaba en un comedor aquí en Colón. En ese comedor, la señora (dueña) no le permitía que nosotros estuviéramos ahí. Entonces, nos tocaba andar en las calles, vagando de un lado a otro”, explicó la fuente.
“Si no paga el día, le pongo candado a su pieza de mesón”, la realidad de estos inquilinos
El 60% de las personas que alquilan una pieza en los mesones se dedica a trabajos informales, comercio por menudeo o labores como ayudantes en mercados cercanos. Debido a esto, no cuentan con un horario de trabajo fijo y pueden extender sus jornadas sin recibir remuneración extra.
“Teníamos siete, ocho, nueve y diez años. Nunca le conté a mi mamá lo que había pasado”, detalló Leticia, argumentando que en esa ocasión el agresor “me tocó, me tocó toda. Cuando vino la luz, me soltó porque se asustó”.
Según el observatorio de la Organización de las Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), entre enero y diciembre de 2022 se registraron 2,026 denuncias de violencia sexual en la Policía Nacional Civil.
ORMUSA sostiene que estos datos reflejan un incremento del 49%, pero la organización ha recalcado en diferentes espacios que no todas las agresiones son denunciadas por las víctimas.

Para Leticia, estudiar fue un desafío debido a que su madre no podía brindarle ayuda en casa y su trabajo le impedía asistir a reuniones escolares.
“Yo me las tenía que ingeniar como fuera porque mi mamá no podía leer ni escribir, tampoco iba a las reuniones ni nada”, señaló, agregando que su sueño era obtener una carrera para romper su ciclo de pobreza. “Sí me arrepiento de no haber estudiado, me hubiera gustado sacar una carrera como abogada”.
Durante su adolescencia, la vida le dio un fuerte golpe a Leticia, ya que su madre falleció, dejándola a cargo de sus dos hermanos. Sumado a esto, poco tiempo después quedó embarazada de su primer hijo.
La vida ha sido difícil para Leticia, ya que en sus 19 años viviendo en el mesón Alegría ha enfrentado estigmatización, carencias y enfrentamientos violentos con las autoridades.
Una cooperativa para aliviar los elevados costos de la vivienda
Tras la entrada en vigencia del régimen de excepción, fue testigo de varios cateos violentos en las instalaciones del mesón. En uno de ellos, fue detenida de forma arbitraria y estuvo recluida durante varios meses.
Por más de dos décadas, las mujeres en los mesones también se vieron expuestas al asedio de miembros de pandillas. Aunque los residentes han observado una importante disminución en los últimos dos años, el temor persiste.
“Se aprende a vivir, se aprende. No es una costumbre, pero a la larga, las personas que llenan el mesón se van viendo como una familia”, agregó Leticia.
Durante su larga estancia en el mesón Alegría, los propietarios se han negado a hacer reparaciones básicas del inmueble debido a que, hasta 2024, se encontraba en medio de una disputa legal para dividirlo como parte de una herencia.
“Con sacrificio, yo le he ido reparando”, comentó. A pesar de saber que los dueños le pueden pedir que desaloje la pieza en cualquier momento, Leticia es una de las cientos de mujeres que busca darle una vida digna a sus hijos.
El 75% de las familias tiene pocas oportunidades y proyecciones para buscar nuevas opciones de vivienda. En los excepcionales casos de mesones renovados por los propietarios, esto implica un incremento en los costos del alquiler de las piezas para los inquilinos.

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