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El culto criminalizado a San Simón pone en tela de juicio la libertad de culto en El Salvador

Hay salvadoreños que buscan consuelo y milagros en la enigmática figura de San Simón, un santo no reconocido por la Iglesia y abiertamente criminalizado por las autoridades. La fe en este "santo cumplidor" choca con la cultura oficial, poniendo en entredicho la libertad de culto en El Salvador.

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Por Jessica Orellana
Publicado el 05 de agosto de 2025


En San Salvador, en un pasaje de la colonia Lempa, se alza un templo singular que atrae a multitudes: el santuario de San Simón, un santo no reconocido por la iglesia. Sin embargo, largas filas de fieles convergen para rendir tributo a este santo, cuya devoción en El Salvador se ha ocultado por lo controversial que la rodea.

San Simón, un personaje vestido con saco, sombrero y corbata, que fuma y bebe, es venerado por sus seguidores por ser "muy cumplidor" con las peticiones hechas con fe, aseguran. Su popularidad entre los salvadoreños tiene diversas causas, principalmente la necesidad y la percepción de efectividad. Muchos de sus devotos acuden a él en busca de soluciones a problemas de salud, prosperidad en sus negocios, agilidad en trámites burocráticos, empleo o para "quitarse algo malo" que les han deseado.

Una joven devota, que prefiere mantenerse en el anonimato, explica: "Muchos vienen por salud, otros por negocio y otros por trabajo. Lo importante es no pedirle para hacer daño a nadie". Otro creyente, un señor, relata cómo su fe se ha acrecentado por toda la ayuda recibida. Una mujer mayor, con más de diez años de devoción, atribuye a San Simón la curación de un "daño" que los médicos no podían explicar. Otro joven, un sobreviviente del cáncer, dice que San Simón le ayudó a obtener resultados favorables en sus exámenes médicos. Cada petición se acompaña de una vela que el devoto pone en el altar.

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La accesibilidad y la cercanía que representa, también, son factores de su atractivo. Además es percibido como un santo que "entiende" a las personas marginadas; comparte con ellas gustos como el alcohol y el tabaco. Esta identificación crea un vínculo más personal y menos formal. La naturaleza "milagrosa", la respuesta rápida y efectiva de sus intervenciones, según los testimonios de los fieles, refuerza su leyenda."Si usted viene con fe y pasa la consulta, le dice a él lo que siente, le ayuda", comenta una señora, enfatizando la importancia de la fe para la obtención de resultados.

El nuevo templo a San Simón en la colonia Lempa fue eregido en el mismo pasaje donde ya existía un lugar donde se le rendía culto desde hace décadas. Foto EDH / Jessica Orellana

Un santo criminalizado y la tensión entre fieles y autoridades

La devoción a San Simón no es reconocida por la Iglesia Católica lo que deja a sus seguidores en una posición marginal dentro del panorama religioso oficial. Por otro lado, su culto ha sido criminalizado por las autoridades, quienes lo relacionan con el bajo mundo, con pandillas y otras actividades delictivas. Estas posturas y prejuicios generan un estigma y un temor entre sus seguidores.

El profesor de Historia Medieval, Antonio García Espada, quien vivió unos años en El Salvador y publicó el libro titulado "Religiosidad popular en El Salvador", explica que: "El culto a San Simón tiene cierta antigüedad. Proviene de creencias muy arraigadas sobre todo en el ámbito rural donde a menudo cambia de fisonomía, incluso de nombre, y hunde sus raíces en el siglo XIX e incluso antes. En su forma actual (San Simón con su traje, su puro, su guaro, su bastón y su bigote) me atrevería a decir que a El Salvador llega en la década de 1960-1970 desde el este de Guatemala donde ya tenía cierto arraigo."

Respecto a su no reconocimiento por la Iglesia Católica y la criminalización por parte de las autoridades, el profesor detalla: "San Simón y sus antecedentes salvadoreños (Macario Canizalez o incluso más atrás, Khukul de la tradición pipil) es un culto complejo que tiene algo de prehispánico en la medida que no separa completamente el bien y el mal", haciendo referencia la dualidad de la religiosidad prehispánica.

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Añade que las personas, en desventaja económica, social y cultural, recurren a San Simón con la intención de que dicha desventaja no signifique vulnerabilidad, sino todo lo contrario, una fortaleza invisible a los ojos de los demás.

Por otro lado, la criminalización por parte de las autoridades es una preocupación latente.

Un ejemplo claro ocurrió en junio, cuando la Fiscalía General de la República presentó en redes sociales pruebas que vinculan a estudiantes de secundaria con estructuras criminales. El fiscal general Rodolfo Delgado publicó en su cuenta una foto relacionando directamente la posesión de un pequeño altar a San Simón en la vivienda de una de los estudiantes con comportamientos delictivos. Llama al altar "prueba suficiente".

28 de octubre de 2024 Celebración de San Simón, el Santo Apócrifo no reconocido por la Iglesia Católica, al que sus creyentes cada 28 de octubre le llevan botellas de licor, cigarros, dinero y ramos florales por todas intercesiones en el amor, prosperidad económica y salud. Foto EDH/Emerson Del Cid

Marcar como prueba suficiente un par de estampitas de un santo apócrifo es al menos una exageración, ya que hay muchos delincuentes que tiene tatuados en sus cuerpos la imagen de Jesucristo y no por ellos se culpa de ser un santo del hampa.

Los devotos de San Simón rechazan esas asociación negativas. Por ejemplo, Ester expresa su indignación al ser abordada sobre el tema: "tenemos derechos a creer en lo que queramos, sin que nadie nos juzgue. Solo Dios nos puede criticar y él no lo hace tampoco... Si a San Simón usted no lo usa para el bien, usted sólo se hace el mal".

Otro creyente subraya una idea similar: "Nadie que ande haciendo cosas malas va a vivir escondido toda la vida porque, en algún punto, toda la maldad sale a la luz".

Estudia el fenómeno

Amparo Marroquín, profesora de Comunicaciones en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, ha estudiado también el fenómeno de esta criminalización. "Los estados nacionales, para funcionar, tienden a construir una narrativa identitaria fuerte, la narrativa nacional. Esa narrativa tiene una cultura nacional establecida que es celebrada e incentivada, mientras que otras prácticas populares no van a entrar ahí y suelen ser estigmatizadas y perseguidas."

Marroquín señala que esta estigmatización no es nueva y le ha ocurrido a costumbres ancestrales de origen indígena, como por ejemplo el conocimiento popular sobre botánica para uso medicinal, tachada de brujería o superstición.

Para la académica, la relación que las autoridades hacen entre San Simón y estructuras criminales, tan evidente sobre todo en reportes policiales, responde a una tendencia de las autoridades a buscar explicaciones sencillas para problemas complejos. Es más fácil decir que la crueldad de un grupo criminal proviene de un culto a Satanás, que buscar sus orígenes en causas arraigadas en la sociedad, como por ejemplo, la exclusión.

La criminalización de una creencia por parte del Estado plantea una seria interrogante sobre la libertad de culto y el derecho de los ciudadanos a practicar su fe sin temor a ser perseguidos. Con miles de devotos en El Salvador, esta situación expone una tensión entre la seguridad pública y los derechos individuales.

"Es bien injusto que las demás personas nos juzguen por creer en algo cuando en realidad no le estamos haciendo el mal a nadie", comenta un joven que acompaña a su madre al templo. El miedo a ser señalados por su fe es palpable en entre los devotos a San Simón entrevistados, de hecho, ninguno de ellos quiso dar su nombre completo y mucho menos su imagen para ser fotografiados.

Los colores de las velas determinan lo que se le pida a San Simón salud, prosperidad en sus negocios, agilidad en trámites burocráticos, empleo o para "quitarse algo malo.

Si bien las autoridades tienen la responsabilidad de combatir el crimen, la asociación indiscriminada de una creencia religiosa con actividades delictivas, sin pruebas fehacientes más allá de la mera existencia de un altar, atenta contra un derecho fundamental. Los devotos de San Simón, al igual que los de cualquier otra religión, buscan consuelo, esperanza y solución a sus problemas, y deberían poder hacerlo sin temor.

El profesor García Espada ofrece una perspectiva intrigante: "Hay una parte importante del crecimiento del culto a San Simón que se debe precisamente a su criminalización. En general, es un santo que está estrechamente relacionado con la injusticia y cuanta más injusticia hay, o cuanta más sensación de injusticia hay, mayor recurso a este tipo de cultos que en el fondo buscan una restitución del orden social: darle poder a quien no lo tiene o le ha sido arrebatado."

Independientemente de su origen, el culto a San Simón ha trascendido fronteras, extendiéndose por Centroamérica y México, especialmente entre personas marginadas por la sociedad, quienes encuentran en él a alguien que los comprende.

En última instancia, la devoción a San Simón en El Salvador es un fenómeno que entrelaza la fe, la necesidad, la identidad cultural y la lucha por la libertad de culto, desafiando las concepciones tradicionales de la religión y la espiritualidad en la sociedad salvadoreña.

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