Debbie Buitrago prodigio del arte de la caligrafía en el país
Con su trazo, esta salvadoreña heredera del talento caligráfico de su madre, embellece diplomas de prestigiosas instituciones y en una era dominada por los teclados nos recuerda no solo el valor de lo escrito a mano sino también los beneficios de la caligrafía para la salud cerebral y el bienestar general.
Cada trazo fino, cada curva elegante de una letra, guarda una historia para Debbie Buitrago una prodigiosa artista de la caligrafía que preserva ese arte en El Salvador.
Cada letra es un tributo a su madre, Luz Elvira Buitrago Recinos, quien le enseñó este arte desde niña "Ella fue quien me motivó a practicar, aunque al principio me costaba. Pero insistió tanto que me enamoré del arte", cuenta Debbie. Tras el fallecimiento de su madre hace seis años, Debbie tomó la pluma con más fuerza que nunca, decidida a mantener vivo un talento que hoy cobra valor en un mundo donde lo escrito a mano es cada vez más escaso, y por ello, más valioso.

Su madre, quien aprendió el método Palmer desde los cinco años en la escuela, tuvo el ímpetu de fundar junto a sus hijos una empresa familiar dedicada a enaltecer la caligrafía y eso los llevó a redactar diplomas, pergaminos, reconocimientos y títulos para prestigiosas instituciones como la FESFUT, FUSADES, alcaldía de San José Villanueva y universidades en general.
Debbie sigue cultivando esa herencia. Aún conserva los libros, pergaminos y hasta un trabajo suyo que su madre guardó cuando tenía ocho años. Su dedicación no ha disminuido, al contrario, se ha fortalecido con la intención de honrar la memoria de quien la formó. El legado ahora es suyo y lo cultiva con pasión, enseñando a niños y adultos, con la esperanza de que la caligrafía vuelva a ser valorada en la era digital.
Caligrafía, una terapia para el alma
Lejos de ser solo un adorno visual, la caligrafía ofrece profundos beneficios para el ser humano. Para Debbie, fue un ancla para su concentración, una herramienta que le ayudó a conectar sus pensamientos con sus palabras.
"Desde pequeña me costaba ordenar lo que pensaba con lo que decía. La caligrafía me ayudó a coordinarlo y a no desesperarme", afirma.

Numerosos estudios respaldan lo que ella ha vivido: escribir a mano, especialmente con intención estética, mejora la memoria, la coordinación motriz fina, la concentración y hasta el bienestar emocional.
En adultos mayores, incluso puede funcionar como una forma de terapia cognitiva y emocional. Debbie lo ha comprobado con alumnos de hasta 70 años que encuentran en los trazos un alivio para la ansiedad y un canal para su creatividad.
En los niños, los beneficios son igual de evidentes. "Me preocupa que ya no se concentren. Por eso quiero enseñar caligrafía desde los cuatro años, para que aprendan a estar presentes, a tener disciplina, y sobre todo a conectar con algo que es solo suyo: su letra", afirma. En un mundo de pantallas, volver al papel se ha vuelto casi revolucionario.
La postura también escribe
Una parte fundamental que Debbie destaca en sus clases es la importancia de la postura. "No se trata solo de agarrar un lápiz y escribir. Hay una forma correcta de sentarse, de colocar el brazo, la espalda, y hasta de respirar", explica. Estas son algunas recomendaciones clave que ella transmite a sus alumnos:
Posición de la silla y mesa: Espalda recta, pies bien apoyados en el suelo, brazos relajados sobre una mesa a una altura cómoda.
Sujeción del lápiz: Comenzar con lápices triangulares suaves (preferiblemente 2B), para facilitar el movimiento fluido sin tensionar los dedos.

Ejercicios previos: Calentar los músculos de la mano, muñeca, y brazo, igual que se hace en un entrenamiento físico, para evitar rigidez y fatiga.
Ambiente adecuado: Luz natural o blanca, sin distracciones, con una mesa despejada y silencio para lograr concentración profunda.
"La caligrafía es física y mental. Si tu cuerpo no está cómodo, tu trazo tampoco lo estará", dice Debbie, quien también aspira a formar profesores en técnicas de corrección postural para que estos principios se enseñen desde la infancia.
De pergaminos al futuro
Entre sus trabajos más memorables, Debbie destaca el encargo que recibió de la Federación de Fútbol: redactar el pergamino de reconocimiento sobre la evolución profesional de un árbitro. Pues su madre había hecho años atrás para la misma persona el primer reconocimiento. "Fue muy emotivo. Ver los dos diplomas, uno de ella y uno mío, juntos, fue como sentirla presente", recuerda.
Ahora, sus aspiraciones incluyen especializarse en técnicas orientales como la caligrafía japonesa o árabe, dominar el uso de plumas naturales con tinta de tintero, y expandir sus clases a más niños. Sigue aprendiendo de referentes internacionales y desea viajar a Estados Unidos y México para seguir perfeccionándose.
También tiene el firme propósito de cultivar en su hija menor, de tan solo 10 años, el amor por la caligrafía pues ya mostró indicios de haber heredado el talento.
"Todos pueden aprender caligrafía. No hay edad. Solo se necesita disposición, práctica y amor por las letras", dice Debbie, quien extiende una invitación a sumergirse en este beneficioso método. Para más información sobre clases o servicios ingresa al Instagram "@Demobucaligrafia" o contactar al 7261-1559.

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