Raúl Fernández, el salvadoreño que inspira espectáculos de su vida en Europa
El compatriota Raúl Fernández ha conquistado escenarios europeos y latinoamericanos como actor y diseñador de vestuario. Conoce su inspiradora historia, la que ha inspirado obras teatrales en Francia.
Raúl Fernández, también conocido por su nombre en francés, Raoul, es un artista salvadoreño cuya vida se ha tejido entre telas, escenarios y cine. Actor y diseñador de vestuario, su carrera lo ha llevado por Francia, Alemania, América Latina y más allá. Raúl ha convertido su identidad artística en una voz firme que trasciende fronteras. En una entrevista con El Diario de Hoy, compartió su experiencia, sus desafíos y las lecciones que quiere dejar a las nuevas generaciones que sueñan con destacarse en el arte.
Roles en el teatro
A lo largo de su trayectoria, Raúl ha explorado profesionalmente únicamente la actuación y el diseño de vestuario. Su identidad artística se cimentó en esas dos disciplinas, las cuales ha cultivado con pasión: “A mí las dos creo que me definen, tanto como diseñador de vestuario como actor, porque en cada una de ellas me permito expresar mis sentimientos, mis emociones, mis limitaciones, mi alma, mi espíritu humano y todas esas visiones que caracterizan a la sociedad; ahí, a través de mi trabajo, lo puedo expresar”, explicó Fernández.
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El salvadoreño, ha sido parte de innumerables montajes teatrales, aunque no lleva la cuenta exacta. Lo que sí tiene claro es que cada uno ha representado un desafío. “En cada trabajo he encontrado cosas que me han enriquecido humanamente y cosas que me han parecido especiales”, aseguró. Para él, no existe una sola obra transformadora, sino una cadena de experiencias que han forjado su crecimiento como artista.

Chiripazo artístico
Su llegada a la Ópera de París fue, según sus propias palabras, “una chiripa”. En su tercer año de universidad, mientras buscaba empleo para subsistir, vio un anuncio que cambiaría su vida: se solicitaba un costurero para el taller de vestuario de la Ópera de París. Aunque no tenía experiencia profesional, sus conocimientos heredados de su madre —quien se dedicaba a la costura en El Salvador— lo motivaron a postularse.
El examen técnico consistía en replicar una capa de la ópera rusa “Boris Godunov”. Raúl recuerda que Rudolf Noureev, entonces director artístico de la Ópera, revisó su trabajo y dijo: “Es magnífico, pero hay un gran error (...) se le pidió que la hiciera exactamente como el modelo original, pero usted la ha mejorado, pero excelente trabajo”. Ese mismo día fue contratado, iniciando así una carrera que se extendería por varios años.

“Comencé la semana siguiente y luego me lo prolongaron unos meses, y después un año, y después dos años, después tres años, hasta que me quedé definitivamente como miembro permanente de la Ópera de París”, relató. Durante su paso por la institución, trabajó en todos los departamentos: maquillaje, pelucas, zapatería, joyería, administración y coordinación de equipos técnicos.
Sin embargo, cuando dejó de encontrar algo que lo motivara o despertara su curiosidad artística, decidió presentar su renuncia. Noureev la rechazó: “Nadie nunca había renunciado a la Ópera de París”, le dijo, y le preguntó si tenía un trabajo seguro, dinero o familia en la ciudad. Raúl respondió que no a las tres, y el director rompió la carta de renuncia. Años después, otro director finalmente aceptó su salida, con la condición de que antes formara a tres personas con sus conocimientos.

Obstáculos europeos
Para Raúl, el arte no tiene fronteras y el deseo de explorar nuevos horizontes es natural. Sin embargo, también reconoce que es posible crear, aprender y desarrollarse sin necesidad de emigrar. “Hay que irse para regresar, pero también allá adentro se puede hacer mucho”, dijo, y añadió un mensaje clave: “Sobre todo no hay que ponerse barreras ni límites”.
Al llegar a Europa, el idioma fue el mayor reto para Fernández. “Mi mayor obstáculo fue el idioma (...) porque escogí Francia”, confesó. No obstante, hoy domina siete lenguas: inglés, francés, italiano, portugués, español, y se defiende en catalán y turco. Incluso está aprendiendo alemán, aunque lo considera complicado.

Pero el idioma no fue su único desafío. La distancia con su familia, en especial con su madre, también lo marcó. En una época sin internet ni redes sociales, las cartas eran su único vínculo. “Toda la semana yo le escribía y toda la semana recibía carta de ella, pero llegaban a veces con tres semanas de retraso”, recordó con nostalgia.
Raúl no esconde su origen: lo abraza como una fortaleza. A diferencia de quienes podrían ver su identidad como una desventaja en el entorno artístico europeo, él la considera un punto a favor. “Para mí fue una fortaleza”, afirmó. Destaca que, especialmente en Francia, existe apertura al diálogo cultural. “Cuando uno está seguro de sus raíces, de dónde viene, uno no tiene por qué sentirse menos o por qué sentirse con la cabeza baja”.

Retratos de Raúl
La vida de Raúl Fernández no solo se ha contado en entrevistas y biografías, también se ha llevado a escena en una de las formas más íntimas y poéticas: un monólogo inspirado en su propia existencia. El reconocido dramaturgo francés Philippe Minyana, considerado uno de los autores teatrales más influyentes de Francia, fue quien escribió “El Retrato de Raúl” (Portrait de Raoul), tras largas conversaciones con el artista salvadoreño.
Durante tres meses, Minyana lo entrevistó en cafés y en su casa, indagando sobre su infancia en El Salvador, sus aspiraciones y vivencias. De esos encuentros nació una obra profunda y sensible que fue bien recibida por la crítica. “Se estrenó y automáticamente, en los días siguientes, más de 20 periódicos franceses, los más importantes, sacaron artículos elogiosos de ese espectáculo”, contó Fernández con emoción. La pieza también fue publicada por una de las editoriales más destacadas del país.

La historia no terminó ahí. Minyana decidió escribir una segunda y una tercera parte. La segunda, recién publicada, se titula “Él se va” o “Él se marcha” y tiene una propuesta poética y onírica: “Es el momento en que Raúl ya está muerto. Cuando Raúl ha fallecido y de repente se despierta como un fantasma, como un espíritu en un teatro y se da cuenta que la vida continúa fuera de él (...) pero que hay una energía que ha quedado”. Esta nueva obra se estrenará en octubre en París.
La dirección de la puesta en escena estuvo a cargo del argentino-francés Marcial Di Fonzo Bo, quien fue clave para lograr que Raúl interpretara su propia historia. “Me hizo ir muy lejos en ese trabajo, incluyendo canciones porque tengo que cantar y se hizo una versión con un coro infantil (...) y con una orquesta”. Aunque enfrentó temores, reconoce que esta experiencia lo ayudó a superarlos: “Definitivamente he perdido el miedo y, digamos, ese temor que tenía de tocar cosas muy íntimas”.

Raíces presentes
A pesar de vivir y trabajar en el extranjero desde hace décadas, Raúl mantiene un vínculo profundo con El Salvador. “Son mis raíces, es mi tierra que adoro”, expresó con cariño. Para mantenerse conectado con su país, se informa constantemente sobre el acontecer cultural y mantiene contacto con artistas salvadoreños tanto en el exterior como dentro del territorio nacional.
Para él, El Salvador es una parte esencial de su proceso creativo, aunque no lo considera su única influencia. “Aquí nací, aquí dejé el ombligo”, expresó poéticamente. Sin embargo, aseguró que su visión artística es universal: “El arte no tiene fronteras, no tiene época. (...) porque eso le permite al ser humano abrir ventanas, tener aire continuamente, mantenerse despierto (...) establecer puentes. El arte sirve para eso”.

Raúl es consciente de los desafíos que enfrenta el arte y el teatro en El Salvador. “Nuestros países latinoamericanos (...) muchas veces carecen del apoyo institucional (...) la enseñanza del arte en nuestras escuelas debería de ser un eje fundamental”, afirmó. Considera que hay talento, pero se necesita mayor impulso y respaldo: “Hay que establecer políticas económicas, no hay que pensar que el arte y el teatro tiene que ser algo provechoso económicamente”.
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Para Raúl, en El Salvador sí existen oportunidades para los artistas, pero cada quien debe buscarlas. Él mismo es ejemplo de ello: ante la falta de condiciones para formarse en teatro y diseño de vestuario en el país, trabajó incansablemente para ahorrar y viajar a Francia. “Trabajé como loco durante muchos años (...) todo eso para ahorrar y permitirme pagarme un vuelo (...) para ir a Europa a concretizar mis ideales, mis metas, mis objetivos”, contó.
Para quienes sueñan con dedicarse al arte y sienten que sus metas están lejos, Raúl tiene un mensaje claro: “Sigan adelante, no se desanimen, ustedes pueden realizarlo, ustedes tienen la capacidad, no bajen los brazos, no se den por vencidos”.

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