Jóvenes salvadoreños hacen tendencia el 'thrifting' ante el alto costo de la vida
La ropa de segunda mano tiene una relevancia económica importante actualmente en el país, la cual ha cambiado su consumo a través de un “rebranding” impulsado por los jóvenes salvadoreños que buscan una fuente de ingresos.
El comercio de ropa usada o de segunda mano ha existido por décadas en El Salvador. Sin embargo, en sus inicios fue estigmatizado por los lugares donde se vendía y por la idea de que provenía de personas fallecidas o era usada únicamente por personas pobres.
En los últimos años, El Salvador ha importado más de 35,000 toneladas de ropa de segunda mano, lo que representa el 1.9 % del total mundial, según el informe “Reutilizar antes de tirar”, de la empresa Garson & Shaw, publicado en 2023.
El potencial que los consumidores han visto en este producto ha permitido que dejará de venderse únicamente en puestos callejeros y que pequeños negocios se convirtieran en empresas con presencia en distintas zonas del país, hasta consolidarse como un fenómeno descentralizado.
Hoy en día, la compra de ropa de segunda mano se vincula al término en inglés thrift, que alude al consumo consciente y a la búsqueda de prendas a bajo costo. Varios emprendimientos han adoptado esta palabra como parte de su identidad, sumando valor al modelo de negocio: el cliente no solo paga por la prenda, sino también por el trabajo de selección detrás de cada pieza. A este proceso se le llama “curaduría”, como si se tratara de una colección cuidadosamente armada, similar a una exposición de arte.
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Uno de los proyectos pioneros que sentó las bases de lo que hoy se conoce como thrifting fue El Armario, un proyecto creado por Elizabeth Arce junto a cuatro compañeras de universidad, que logró resonar entre la juventud de ese entonces y se mantuvo durante ocho años.
El Armario no solo vendía ropa; también creaba contenido editorial semanal al que llamaban “lookbook” y se publicaba en redes sociales, mostrabamos cómo combinar las piezas, crear outfits completos y educar sobre el styling que se podía lograr con la ropa que curabamos.
Según Elizabeth Arce —actualmente estratega digital— El Armario nació en 2013, cuando visitaba constantemente el centro de San Salvador y sus tiendas de segunda mano, en un momento en que esta práctica aún cargaba con estigmas sociales.
Arce concuerda en que factores como el aumento de la conciencia ambiental, el rechazo al fast fashion, la necesidad de expresar un estilo único y la crisis económica han convertido a la ropa de segunda mano en un fenómeno actual.
“La realidad es compleja y tiene sus contradicciones. Por un lado, sí existe una creciente conciencia ambiental y un cuestionamiento legítimo al fast fashion. Las nuevas generaciones buscan alternativas más sostenibles. Pero la paradoja es que, mientras ha crecido el interés por la ropa de segunda mano, también ha aumentado el consumo acelerado”, asegura Arce.

LA MARCA, LA CLAVE
Muchos de estos negocios, que pueden encontrarse en redes sociales como Instagram o en mercaditos de emprendedores, se han vuelto populares. Pero, ¿qué factores hacen que algunos de estos proyectos destaquen y se mantengan activos?
Según Arce, la autenticidad de la marca es clave: “El estilo personal del emprendedor es el ADN de la tienda. Desde el inicio de El Armario, uno de mis principios fundamentales era: ‘Si me gusta a mí, sé que a mis clientes también les va a gustar, y voy a encontrar a alguien que le encante tanto como a mí’”. “El estilo del emprendedor no solo determina la selección de productos, sino que también define cómo se construye la comunidad alrededor de la marca”, añade.
Un referente de esto es la tienda Ropa Chuca, que ha logrado crear todo un universo de marca con un branding bien definido.
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Jorge Marroquín, un joven de 23 años, es la mente detrás de Ropa Chuca. El proyecto nació como una tarea para su carrera de Diseño Gráfico: “Nos pidieron hacer una marca sobre nuestro pasatiempo favorito. Por eso elegí el thrifting para la tarea”, explica.
Para Marroquín, originario de Chalatenango, la ropa tiene un sentido profundo que va más allá de la moda o la expresión: es un diálogo que se refleja en el marketing que hace de cada prenda. Por eso, este proyecto no solo le ha traído satisfacciones como estudiante, sino también como persona y como fuente de ingresos: “A la idea le fue bien como tarea y mis compañeros me impulsaron a que lo hiziera real, fue un boom y empecé a vender ropa de verdad, pero de una manera exagerada”.
El nombre del negocio hace referencia directa al estigma social alrededor de la ropa usada: “La gente dice que es ropa sucia (chuca), y de esa creencia tomamos el nombre. Usamos una calavera como logo porque también dicen que la ropa usada es de muerto. Tomamos esos estigmas y los hicimos nuestros. Lo chistoso es que cuando nos compran nos preguntan si es chuca de verdad”.
El proyecto ha logrado sostenerse y recientemente abrió una tienda física en Casa Xoxotic, en la colonia San Francisco. Cada semana lanzan una nueva colección, con piezas que buscan en lugares como Cojutepeque, San Miguel y Guatemala.
Para Elizabeth Arce, este emprendimiento ha logrado establecer mensajes claros, conocer bien a su audiencia y construir una comunidad sólida y leal. Algo que reafirma Marroquín, quien considera que su tienda contribuye a crear una identidad de moda vintage salvadoreña entre los jóvenes.

CURADURÍA + VALOR
Otro proyecto que ha ganado popularidad en redes es Ultra Caótica, a cargo de Crazz, una joven emprendedora de 17 años que encontró en la moda no solo un refugio desde los 15, sino también una fuente de ingresos.
Según Crazz, parte del éxito del thrifting radica en que muchos consumidores no tienen tiempo para buscar entre grandes volúmenes de ropa. Personas como ella, que disfrutan esa búsqueda, ofrecen una curaduría detallada que agrega valor.
Ultra Caótica nació en Santa Ana, y su nombre, explica Crazz, está inspirado en su personalidad y su forma de vestir: “La ropa de segunda hace a cada persona única. Nos ayuda a salir de la zona de confort, a explorar nuestra forma de vestir y a experimentar formas de expresar nuestra identidad”.
Sin embargo, tras dos años de crecimiento del movimiento, la emprendedora señala que cada vez es más difícil encontrar piezas que se alineen con el estilo de su marca. Además, necesita reinventarse constantemente para llegar a nuevos clientes, en un contexto donde surgen cada vez más tiendas especializadas.
Desde su experiencia, Elizabeth Arce explica que la oferta ha crecido exponencialmente, y con ella, la demanda. Para ella, la diferencia más significativa es que ahora existe toda una cultura consolidada alrededor del estilo personal y la moda sostenible: “Ya no se trata solo de comprar ropa; se trata de pertenencia, identidad y expresión personal. Las personas buscan activamente comunidades con las que se identifiquen, y cada decisión de compra se convierte en una declaración de quién eres”.

CULTURA URBANA
Otro ejemplo es LK Strtware, una tienda que ofrece piezas relacionadas con culturas urbanas como el skate y las escenas de música underground como el rap, el reggae o el punk.
Eones, de 33 años, es el creador del proyecto. Aunque se dedica a ser artista del tatuaje, vio una oportunidad de ingresos extra en la venta de camisetas, sudaderas y otras prendas encontradas en tiendas de segunda mano.
“Creo que los artistas y famosos han hecho que cambie la fama que este tipo de ropa tiene. Con el tiempo, también se le han puesto nuevos nombres, como vintage o thrift”.
Eones afirma que, aunque hay muchas tiendas, la suya se distingue por su conocimiento en marcas asociadas a subculturas. Dice que muchos clientes valoran esa especialización:“Siempre hay personas a las que les cuesta encontrar lo que yo tengo en mi tienda. Además, con el consumismo que tenemos, podemos tener 100 camisetas, pero siempre sentimos que nos faltan 50 más”.
La estratega digital también destaca la relación entre gustos musicales y decisiones de compra: “Una persona que escucha indie rock probablemente se sentirá más atraída a una tienda con estética vintage, mientras que alguien del mundo urbano buscará propuestas más contemporáneas”.

LOS CLIENTES
Desde El Armario, Arce comenta que identificó dos tipos de clientes: los que aman la ropa de segunda mano, pero no tienen el tiempo o la disposición para hacer la curaduría ellos mismos, y los que, aunque no eran consumidores habituales, se sienten atraídos por la estética y la comunidad que rodea a la marca.
Ariela, de 21 años, es una de esas consumidoras. Afirma que lo que más le motiva a comprar en las tiendas especializadas de segunda mano es el sentido de comunidad: “Lo más importante es que es ropa reciclada, es rentable y muchos estamos interesados en acciones que afecten menos a la Tierra”.
Aunque cada emprendimiento tiene su propio modelo de venta, muchos se reúnen varias veces al año en Culto Market, un mercadito que se organiza en el estacionamiento de Plaza Presidente.
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Culto Market se ha convertido en una comunidad por sí sola, sin necesidad de publicidad en medios ni redes sociales. La iniciativa comenzó con cinco emprendimientos, y después de cuatro años, reúne a más de 40 marcas. Su organizador, que prefiere identificarse como “Culto”, explica que la participación es por invitación exclusiva.
El espacio se ha vuelto un punto de encuentro para las nuevas generaciones, que aprovechan el evento para lucir outfits únicos, reunirse con amigos, escuchar música, hacer fotos y, por supuesto, comprar más ropa.
En tiempos de crisis económica e incertidumbre laboral, en el que los jóvenes buscan caminos alternativos para obtener ingresos, el thrifting se posiciona como una alternativa viable que mantiene activo el círculo económico en la industria textil.


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