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El arte que se crea con orgullo en El Salvador

Artistas hablan sobre crear desde la disidencia de género, cuerpo e identidad, una resistencia constante, pero que actualmente ha tomado fuerza, voz propia y sigue luchando por ocupar los espacios de creación y exposición que merece.

Por Menly González | Jun 28, 2025 - 06:00

Foto EDH/ Menly González
Foto EDH/ Menly González

El arte es una trinchera, un refugio, una protesta y también una celebración. En El Salvador crear desde esta visión es persistir pese al estigma y las violencias hacia las identidades LGBTIQ+.

Este reportaje recoge las voces de seis artistas —de la cerámica, el tatuaje, la poesía, el teatro, la pintura y el performance— que, desde su disidencia, construyen nuevos lenguajes para un arte más honesto e inclusivo.

Alexa Evangelista destaca como DJ , también en otras ramas del arte. Foto EDH/ cortesía
  • Alexa Evangelista: “Orgullo es una manera de reivindicación a todo aquello que nos hizo sentir vergüenza o miedo”

Artista que destaca en el performance y como DJ, aunque su práctica también abarca las artes visuales, la instalación y la producción.

A través de su obra, Evangelista interviene en momentos de la realidad sociopolítica local, visibilizando las vivencias de personas que existen en los márgenes de lo social. "Busco cuestionar, con mi proyección travesti, los matices que existen en las identidades y roles de género que no pertenecen al binarismo heterosexual, así como también la violencia que este sistema ejerce sistemáticamente sobre los cuerpos", explicó.

Con sus piezas visuales, también se interesa por abordar la cultura salvadoreña, rindiendo homenaje a entidades míticas que han marcado el regionalismo y la idiosincrasia cuscatleca, desde una narrativa cómica, incendiaria y exagerada.

Inspirada por las figuras de Linda Evangelista y Alexa Demie, su impulso para crear desde esta trinchera de diversidad fue la necesidad de comunicar sus ideas y hacer catarsis emocional. Con el tiempo, esa práctica le ha permitido también subsistir a través del arte. Sin embargo, su gran lucha es lograr que la gente pueda dimensionar, mediante el arte, las múltiples opresiones que atraviesa la sociedad.

"El verdadero enemigo es un sistema que nos obliga a no amarnos a nosotros mismos. Por eso, despertar la empatía con el prójimo y tener una manera creativa de existir es importante", afirmó.

Alexa cree que, actualmente, los espacios artísticos atraviesan una sombra en cuanto al futuro y la inclusión de las disidencias: "Cada vez se vuelve más difícil. También deberían existir leyes que garanticen seguridad y una vida digna para todas y todos, sin persecución ni discriminación".

Recientemente Evangelista regresó de Alemania, donde participó en la exposición Our Voices junto a Lucy Tomasino en el museo Wilhelm-Hack. Para ella, es crucial que como artistas de esta generación se genere diálogo en las obras sobre estos temas, para que exista un registro de las prácticas artísticas disidentes.

"Nosotras no somos los primeros en hacer este tipo de cosas, pero históricamente se nos ha querido invisibilizar por no perpetuar las normas que sostienen este sistema. Considero que el orgullo es una forma de reivindicación de todo aquello que nos hizo sentir vergüenza o miedo y nos mantuvo escondidos de ser quienes realmente somos", manifestó.

Jorge Medrano prepara nuevas presentaciones de la ultima producción a cargo de Rene Lovo "Suitjart". Foto EDH/ Menly Gonzalez
  • Jorge Medrano: "Aún falta representación de otras disidencias"

Actor y artista multidisciplinario. Su práctica nace de un deseo inquieto por comunicar y contar historias: "Una de mis grandes motivaciones para llegar al arte y al teatro fue justamente esa: la capacidad de narrar".

Define el teatro como una síntesis de la vida: "Aunque no sea un reflejo exacto, siempre hay algo de lo vivido que se filtra en las emociones". Su obra más reciente, "Suitjart", estrenada en La Galera Teatro y próximamente presentada en el Centro Cultural Cabezas de Jaguar, es un ejemplo de cómo sus experiencias personales atraviesan la escena.

"El teatro me permitió entender quién soy, no desde una terapia, sino desde la vulnerabilidad. Esa exposición constante te revela mientras fingís ser otra cosa", reflexionó.

Para Jorge el ambiente teatrero ha evolucionado. Aunque la homosexualidad ha estado presente desde siempre en lo escénico, fuera del escenario el gay debía actuar como una caricatura, este era el mecanismo de defensa ante la homofobia. Hoy, en obras como "Suitjart", la representación es más compleja: "El homosexual no es solo amanerado o ingenuo. También desea, manipula, siente, como cualquier ser humano. Mostrar esto abre nuevos diálogos en el arte".

Sin embargo, advirtió que todavía hay espacios donde no se puede hablar abiertamente desde la identidad LGBTIQ+: "En la gira de medios de 'Suitjart' dije que era homosexual, y de todos los medios solo uno lo publicó citándome".

A sus 35 años, Jorge afirmó que lo que más disfruta del arte son los procesos. Destacó que los espacios culturales independientes son los más abiertos a la diversidad, aunque insiste en la necesidad de amplificar más voces: "Se le da espacio a hombres homosexuales y al arte drag, pero aún falta representación de otras disidencias".

Finalmente, lamentó que en El Salvador la falta de condiciones para sostener estos espacios limita el crecimiento del arte disidente. "El país no parece tener un espíritu que favorezca la creación de espacios. Necesitamos teatro que cree conversación, que deje imágenes y reflexiones, más allá de que sea simplemente bonito", destacó.

Aria XYX ceramista y artista visual, su ultima exposición Wetland fue presentada en Espacio 42B. Foto EDH/ Menly Gonzalez
  • Aria YXY: “Los artistas tenemos que profundizar y proponer nuevos discursos”

Aria es un ceramista originario de Sonsonate. Recuerda su infancia como muy distinta a la de los demás, pues él prefería dibujar, leer o colorear. "Todo eso se asociaba a lo femenino y, en muchas ocasiones, provocó que me insultaran; pero yo siempre supe que quería dedicarme al arte", sostuvo el artista.

Para Aria, de 31 años, ser queer y crear desde Sonsonate implica sobrevivir en un entorno artístico casi inexistente, con escasos recursos y poca proyección más allá de San Salvador.

Sin embargo, la autenticidad, el discurso sólido y lo innovador de su obra le han permitido destacar a nivel internacional. Ha realizado residencias en Indonesia, Madrid y próximamente desarrollará un proyecto cartográfico en Colombia. En 2022 fue galardonado con un Prince Claus Award, un reconocimiento de los Países Bajos que apoya proyectos culturales innovadores en África, Asia, América Latina y el Caribe.

Aria describió su trabajo —una fusión de cerámica, grabado y textiles— como una práctica profundamente introspectiva que ha logrado conectar con otros. Comenzó abordando los roles de género y ha evolucionado hacia la exploración del cuerpo y la sensorialidad, más allá de lo físico o genital.

Crear desde la cerámica, para él, es un acto de resistencia. Señaló que en El Salvador hay pocas obras cerámicas, tanto en el circuito artístico local como en museos internacionales, donde además el acceso a los materiales sigue siendo limitado.

Para el artista hay una fuerte carencia de espacios para visibilizar el arte, agregó que esto lleva a muchos artistas a sentir que las plataformas culturales les hacen un favor: "Un museo sin artistas es solo una estructura vacía. Estos espacios existen porque hay personas creando obras".

También enfatizó en la responsabilidad que tienen las y los artistas en fortalecer su profesión: "Debemos aportar a la investigación, salir del mainstream, crear nuestras propias teorías a través de una investigación sistemática y profunda que nos identifique como salvadoreños. Solo así podremos tener una postura clara y convicciones firmes. Hay que dejar de ser tibios y empujar por las realidades que realmente importan".

Silvia Ethel Matus poeta salvadoreña durante su ultima presentación en el Centro Cultural Leyla Foto EDH/ Menly Gonzalez
  • Silvia Matus: "Si no escribimos y no publicamos, no existimos"

Una acérrima luchadora social. Resistió las dictaduras y, en la posguerra salvadoreña, apoyó proyectos políticos que sentaron las bases de los derechos de las mujeres.

A través de sus poemas —difíciles de encontrar hoy en día—, le dio palabras a los sentimientos de las mujeres que aman a otras mujeres. A sus 75 años, Matus continúa activa en la escena literaria salvadoreña, creando nuevos textos y compartiendo su poesía con lectores entrañables y nuevas generaciones. Su obra se planta desde el afecto y la conciencia social antineoliberal.

Explicó que su mayor inspiración ha sido su propia vida y los escritores que la formaron a través de sus obras: Claudia Lars, Roque Dalton y Pablo Neruda. También destacó la influencia de las poetas nicaragüenses con quienes convivió durante el tiempo que vivió en ese país, lo que le ayudó a perfeccionar su técnica. "Yo he escrito y escribo porque me nace. Es lo que siento en mis relaciones personales, con mis hijas, con mis hijos, con mis amores y amoras", afirmó.

Matus cree que los Acuerdos de Paz fueron clave para que hoy haya mayor apertura hacia las expresiones disidentes, especialmente para quienes venían de sectores populares y no tenían ninguna esperanza de vivir y crear abiertamente en contextos de dictadura o guerra. "Siempre estamos luchando en periodos abiertos, y en otros en los que toca regresar al clóset. Pero esperamos que lo construido hasta hoy perdure", expresó.

Recordó que antes se sabía muy poco sobre la orientación sexual de artistas salvadoreños como Julia Díaz o Ricardo Lindo, quien con su poemario "Injurias" revolucionó la literatura LGBTIQ+ y reivindicó la lucha contra la discriminación desde su experiencia personal.

"A mí nunca me importó lo que pensaran o que me juzgaran por quien era", dijo Matus. No obstante, reconoció que se cuidó en ciertos espacios. Considera que la vulneración de derechos hacia la diversidad y la escasez de espacios seguros de expresión se deben, en parte, al cierre de instituciones como la Secretaría de Inclusión Social y al retroceso en la aplicación de políticas de género.

Matus sabe que vivir del arte sin censura es difícil, pero aconsejó a las y los artistas a que no desistan: "Siempre llegan los buenos momentos. Espero que cada poeta disidente tenga la oportunidad de publicar sus textos, porque si uno no publica, no existe".

Luna Vruja es la primera tatuadora travesti de El Salvador. Su trabajo puede gestionarse a traves de Solve Tattoo Studio. Foto EDH/ Menly Gonzalez
  • Luna Vruja: “Sueño con que tengamos un espacio permanente y visible en el arte”

La artista emergente y multidisciplinaria Luna Vruja se define a sí misma como una experiencia. Destaca actualmente en las artes visuales, el performance y el tatuaje, y recientemente presentó su primera exposición individual en el Teatro Luis Poma, titulada "Constelar".

Para Luna, construir hoy una representación del arte queer es fundamental. "La narrativa histórica del arte ha sido creada principalmente por personas heterosexuales, pasando por alto la contribución de artistas diversos", señaló.

Lamentó la falta de referentes disidentes en la historia del arte salvadoreño, a pesar de que siempre han existido; muchos de ellos, expuso, han creado desde el clóset, lo que limita su visibilidad y representación. "Eso no es arte gay, según una frase de Jorge Palomo que vi por ahí", aseguró. En contraste, celebró que hoy hay artistas que se nombran con libertad: "Las locas no tenemos miedo de nombrarnos locas. De ahí hacemos; y sí, nos pasa por el cuerpo, y sí, nos atraviesa por completo".

Luna sueña con que los artistas diversos tengan un lugar permanente en el arte, no solo durante el mes de junio: "Siendo la diversidad de género algo tan humano, no entiendo cómo no es un eje presente todo el tiempo".

Además, expresó su deseo de que las nuevas generaciones se animen a crear desde lenguajes diversos, con un arte más rebelde, valiente y auténtico.

Carlos Lara hace un importante trabajo a través de sus dibukos y pinturas que le dan una representación visual a la afrodescendencia disidente. Foto EDH/ Menly Gonzalez
  • Carlos Lara: “Aún existe la censura y la autocensura en el arte

Pintor y dibujante originario de San Miguel, reconocido por reivindicar la cultura salvadoreña desde su raíz afrodescendiente queer.

A sus 31 años, tiene un título como profesor de inglés, está por terminar su segunda carrera en Antropología Sociocultural. Su obra, autodidacta, ha ido ganando terreno tanto en el arte salvadoreño como en espacios internacionales.

"Desde que tengo memoria, dibujo. Recuerdo que a los tres años ya hacía mis garabatos", relató. Sus padres lo apoyaron desde niño comprando materiales para crear, pero en 2017, Carlos salió del clóset. Su relación parental se volvió insostenible en casa, marcada por violencia verbal y física motivada por su orientación sexual, incluso perdió su trabajo como profesor en una escuela.

Eso lo llevó a dejar su hogar y comenzar a vivir de forma independiente:"Viajé a Tela, Honduras, con una amiga por una semana, pero me enamoré y me quedé cinco meses. Fue importante porque era la primera vez que salía formalmente de San Miguel. Ahí conocí luchas por el derecho al agua y la tierra, y comenzó mi pasión por explorar nuevos territorios".

A pesar de las dificultades, comenzó a dedicarse de lleno al arte. Para subsistir, cantó en los buses, evitando volver a instituciones que le imponían normas restrictivas. En ese proceso, estudiar la historia afrodescendiente salvadoreña y conocer a la antropóloga Marielba Herrera fue clave para comprenderse mejor a sí mismo y a su familia.

Actualmente la obra de Carlos esta marcada por experiencias personales, la afrodescendencia, el costumbrismo, la diversidad sexual y el homoerotismo. Su serie "Los dibujos que no quemé", expuesta en la ex Casa Rosada y en el Centro Cultural Leyla, demuestra cómo el arte puede ser terapéutico, no solo para sanar procesos personales, sino también para expresar luchas, sueños y deseos tan válidos como los de cualquier otra persona.

"Quienes compran mis obras les dan sus propias interpretaciones, pero lo importante es que provoque algo: que se cuestionen, se reflejen o se atrevan a hacer cosas", señaló.

Lara, al igual que muchos otros, conoce la discriminación por ser un artista abiertamente gay: "Recientemente fui censurado en un espacio donde iba a exponer paisajes de distintos puntos del país. Dos días antes, me avisaron que todo se cancelaba porque habían encontrado una de mis cuentas en redes sociales con contenido explícito".

Aunque la experiencia lo hizo sentir avergonzado y temeroso, también lo motivó a seguir creando y a fortalecer su propuesta desde lo académico e histórico.

Para él las redes sociales han sido clave para dar a conocer y vender su obra fuera del país. Pero insistió en que en El Salvador aún se le da poco valor al trabajo artístico: "Faltan más espacios para aprender y para valorar la obra. A veces se cree que con una exposición, un pancito y un frutsi se compensan al artista. Los incentivos deben ser mejores".

Para Carlos, resulta incomprensible que en pleno 2025 la homosexualidad siga viéndose como un defecto en el ámbito institucional y social:"Siempre hay alguien que celebra tu trabajo pero remarca tu identidad sexual como 'el pelo en la sopa'".

Lara considera difícil imaginar un futuro prometedor para el arte en el país mientras la censura siga vigente. También critica la centralización cultural: aunque reconoció avances, señaló lo difícil que es hacer llegar su obra a lugares como San Miguel, La Unión o las zonas costeras. "Más allá de las élites capitalinas, es difícil visualizar una escena artística que prospere", concluyó.

En un país donde aún pesa el silencio sobre las identidades disidentes, estas seis voces irrumpen con fuerza, sensibilidad y verdad.

En ellos resuena una necesidad común: que el arte no solo tolere la diversidad, sino que la abrace como eje central. Contar estas historias no es solo celebrar la diversidad, sino exigir que su existencia no sea la excepción de junio, sino parte esencial de la historia cultural de El Salvador.

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