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Francisco Menéndez, el general que persiguió el autoritarismo e impulsó la educación en El Salvador
El militar y político gobernó el país entre 1887 y 1890, después de derrocar al presidente Rafael Zaldívar inmerso en una época turbulenta. A él se le atribuye el impulso de la modernización del Estado y la ejecución de una reforma que puso orden al sistema educativo de finales del siglo XIX.
El Día Nacional del Maestro se celebra en El Salvador cada 22 de junio, porque en esa fecha se conmemora la muerte del general Francisco Menéndez Valdivieso (1830-1890), presidente liberal que potenció durante su gobierno una reforma educativa que comenzó a germinar en 1880, durante el primer período presidencial de Rafael Zaldívar.
Dicha iniciativa pretendía reformar la instrucción pública primaria, armonizándola con los esfuerzos de modernización de la educación impulsados en otras regiones del continente.
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Pero además, entre otros aportes -como el apoyo al café-, al salvadoreño nacido en Ahuachapán se le atribuye el inicio de la modernidad del estado salvadoreño, tras patrocinar la Constitución Política de 1886, considerada por algunos estudiosos como una de las más valiosas en la historia del país.
Al respecto, el historiador salvadoreño Héctor Lindo afirma que el descendiente del jurista y presbítero Isidro Menéndez sí apoyó sobremanera el desarrollo educativo de la nación.
En su gobierno, introdujo la inspección general de educación primaria para mejorar la calidad de la formación pública y "… trajo al país a pedagogos extranjeros que introdujeron los nuevos métodos pedagógicos y formaron maestras y maestros en las escuelas normales (fundadas por Gerardo Barrios en 1858). Los principales fueron Víctor Dubarry y los miembros de la misión pedagógica colombiana José Rengifo Núñez y Francisco A. Gamboa (antepasado de la familia Poma)", subrayó.
Bajo su mandato, el número de escuelas se elevó de 525 en 1885 a 795 en 1889. "Abría una escuela nueva cada 5 días. No está mal para un país de más o menos 700,000 habitantes y mucho menos recursos que ahora", añadió el investigador.
Asimismo, indicó que el presupuesto asignado para dicho rubro creció de 225,344 pesos en 1985 a 356, 912 en 1889.
Lindo también corrobora que el liberal salvadoreño legó la Constitución "que estableció con más vigor la prohibición de la reelección de los presidentes salvadoreños, para evitar el continuismo y la concentración del poder en pocas manos".
El general Menéndez murió en 1890 tras ser derrocado por el general Carlos Basilio Ezeta. Por años se aseguró que falleció de un infarto durante el golpe de estado, pero en documento facilitado por Lindo se lee que la causa de su deceso fue una herida de bala.
135 años después de la muerte del unionista, muchos de los componentes de aquella reforma educativa y de la Constitución de 1886 siguen vigentes y valdría la pena volver a estudiar ambos aportes.
El principal objetivo de la que fue la octava Constitución de El Salvador era contrarrestar "la tendencia que los gobernantes han tenido de perpetuarse en el poder".
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Otra de las prioridades de Menéndez al asumir la presidencia, explica Lindo, fue garantizar que la corrupción de su antecesor no quedara impune. "Su gobierno inició procesos judiciales contra Rafael Zaldívar por 94 delitos, entre ellos enriquecimiento ilícito, ataques al sistema electoral y violaciones de derechos humanos", detalló.
Vale resaltar que el general ahuachapaneco, quien fue oficial del general Gerardo Barrios, "incentivó a los diputados de la Asamblea Constituyente a debatir libremente el contenido de la Carta Magna de 1886, lo cual resultó en un documento duradero, que garantizaba libertades y procesos democráticos, cuya vigencia fue interrumpida por el dictador Maximiliano Hernández Martínez en 1939, mediante una Constitución ad hoc diseñada explícitamente para su reelección".
Tras la caída del martinato en 1944, los demócratas que habían organizado la Huelga de Brazos Caídos, inspirados por la Constitución de 1886 en su lucha por recuperar la democracia, volvieron a adoptar dicho documento hasta la redacción de la nueva Constitución de 1950, explicó el historiador salvadoreño.
LECCIONES PARA EL PRESENTE
La reforma educativa implementada en El Salvador durante el último cuarto del siglo XIX, bajo una agenda de reformismo liberal, es un período crucial que, a pesar del tiempo transcurrido, ofrece valiosas lecciones y elementos aún vigentes para el sistema educativo actual. El historiador y catedrático de la UES, Carlos Gregorio López, destaca cómo esta iniciativa, impulsada por la necesidad de fortalecer la educación y secularizar la sociedad, sentó las bases de muchos de los componentes que hoy consideramos fundamentales.
Históricamente, la educación en El Salvador había dependido en gran medida de la iglesia Católica y las municipalidades, un método de delegación que se heredó de la época colonial. La monarquía y la escasez de recursos estatales propiciaron esta dependencia. Sin embargo, a medida que el país se desarrollaba a finales del siglo XIX, surge un proceso de centralización de la educación, donde el Estado asumió directamente la supervisión y organización del sistema. Esta secularización no solo abarcó la educación, sino también otros servicios públicos como el registro civil, los cementerios y los matrimonios.
López subraya que el gobierno de Menéndez, a menudo asociado con esta reforma, fue en realidad un continuador de un proceso acumulativo impulsado por varios gobiernos liberales. La educación se convirtió en una prioridad por la creencia en el progreso y la mejora social a través de ella, y por la convicción de que formaría mejores ciudadanos. Esto llevó a la creación de cartillas cívicas, por ejemplo, y a un esfuerzo por ordenar la educación primaria, introduciendo el sistema de grados que persiste hasta hoy.
Un aspecto crucial de la reforma fue el cambio de enfoque pedagógico, influenciado por pensadores como Johann Heinrich Pestalozzi y Friedrich Fröbel, que impulsaron la enseñanza objetiva. Paralelamente, se estableció la figura del supervisor para asegurar la estandarización de la enseñanza.
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También puso un énfasis significativo en la formación docente. Se fortalecieron las Escuelas Normales y, de manera notable, se priorizó la educación de la mujer, lo que llevó a un aumento significativo de maestras y a la ruptura de estereotipos de género. Antes, la docencia era predominantemente masculina y ejercida por "preceptores" municipales sin formación específica. Esta dignificación del magisterio, aunque con altibajos a lo largo de la historia, sentó un precedente importante.
Dentro de este marco reformista, el historiador destaca la figura de Francisco Esteban Galindo y su obra "Elementos de pedagogía" (1886). Este, junto con David J. Guzmán, concibió la educación como un sistema integral. Sin embargo, López enfatiza la particular visión de Galindo, que pensaba desde la perspectiva del pedagogo, abordando preguntas fundamentales, como qué enseñar, cómo enseñar, dónde enseñar y a quién.
La propuesta del también poeta y periodista fue innovadora al considerar la infraestructura educativa como un elemento crucial. No se trataba solo de tener edificios, sino de un diseño y una distribución de aulas que optimizaran el proceso de enseñanza. Además, Galindo fue pionero en la importancia de la estadística en la educación, argumentando que ninguna decisión sería efectiva sin un conocimiento preciso del estado del sistema. Para López, estos elementos siguen siendo totalmente válidos y merecen ser potencializados en la actualidad.
A pesar de los logros de la reforma del siglo XIX, el catedrático de la UES señala que muchos de los problemas que enfrentamos hoy en la educación salvadoreña son un eco de deficiencias históricas. El equilibrio entre tradición y cambio sigue siendo un reto, con una tendencia a dar saltos al vacío con innovaciones sin una base sólida o continuidad.
La dignificación del magisterio es un tema recurrente. López lamenta la falta de un proceso de selección eficaz entre los docentes y las debilidades en su formación, así como salarios poco atractivos que no incentivan la profesionalización. La mentalidad cortoplacista de los gobiernos, que impiden la continuidad de las buenas iniciativas educativas, también es un gran obstáculo.
No obstante, las ideas centrales de Galindo y Guzmán a finales del siglo XIX, como la concepción de una formación humana que abarca lo físico, lo académico y lo moral, son atemporales. La enseñanza objetiva, enfocada en el desarrollo de la percepción, el descubrimiento de capacidades y la creación de criterios, contrasta con la actual tendencia a recargar los programas de estudio con una gran cantidad de contenidos, sacrificando la calidad por la cantidad.
Finalmente, el estudioso salvadoreño concluye que, si bien la educación no ha retrocedido, tampoco ha avanzado significativamente; hay movimiento, pero falta un progreso sustantivo. Y potenciar los principios de aquella reforma de finales del XIX, podría ser una buena estrategia para el futuro (artículo asistido por la IA).