El Art déco que marcó a San Salvador y lo sobrevivió al terremoto del 86

El viernes 10 de octubre de 1986, un terremoto de magnitud 5.7 sacudió la capital salvadoreña y dejó más que escombros: también marcó el fin de una era arquitectónica que reflejaba modernidad, bonanza económica y visión de futuro. Muchos de los edificios que colapsaron o quedaron inhabitables pertenecían al estilo Art déco, una corriente que había transformado el centro histórico en un símbolo de elegancia y crecimiento urbano desde principios del siglo XX.

Treinta y nueve años después del sismo, todavía es posible rastrear los vestigios de ese pasado en algunas fachadas, balcones y estructuras. Y es que más allá de su valor estético, estos inmuebles cuentan la historia de un San Salvador que apostó por la modernidad, importando formas y estilos de Europa en plena época de auge cafetalero.

El esplendor del Art déco en San Salvador

Según el arquitecto Rafael Tobar, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Dr. José Matías Delgado, la mayoría de los edificios que fueron destruidos o dañados en el terremoto de 1986 fueron diseñados bajo el estilo Art déco con influencias de la escuela de Chicago, caracterizado por líneas geométricas, sobriedad y elegancia.

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Este estilo llegó a El Salvador en las primeras décadas del siglo XX, pero fue entre los años 40 y 50 cuando vivió su mayor auge. El país, favorecido por las exportaciones de café, experimentaba un periodo de bonanza económica, lo que permitió que el centro de San Salvador se transformara con edificios más altos y modernos.

“A San Salvador le decían la pequeña París por sus edificios Art déco”, cuenta el arquitecto Rafael Tobar.

Fue también una época en la que se introdujo el concreto armado, lo que permitió construir más allá de los tres niveles tradicionales. Así surgieron edificios de hasta siete pisos, como el Dueñas o el Rubén Darío, que mezclaban funcionalidad con diseño atractivo. “El interés estatal por la modernidad se reflejaba en estas construcciones que buscaban dinamizar el comercio con escaparates amplios en la planta baja”, explica Tobar.

El Edificio Regalado, por ejemplo, conserva balcones de hierro con formas geométricas, sisas horizontales y ventanas artesanales de hierro. Su diseño, aunque minimalista, mantiene los códigos del Art déco y añade un detalle innovador para la época: fue uno de los primeros en contar con ascensor.

Terremoto del 86: una herida en la memoria y la arquitectura

Aunque el Art déco marcó una era de modernidad, el terremoto de 1986 reveló debilidades estructurales. Varios de estos edificios colapsaron desde la planta baja, debido a los grandes vanos para escaparates, lo que comprometía la resistencia de los primeros niveles.

Uno de los casos más trágicos fue el del Edificio Rubén Darío, que ya había sufrido daños en el sismo de 1965. A pesar de los avisos técnicos, continuó en funcionamiento y terminó colapsando por completo en 1986, causando la muerte de unas 300 personas. Tenía una estética sobria y funcional, con losas seriadas en cada nivel.

Otro ejemplo fue el Edificio Dueñas, cuya planta baja se vino abajo primero, haciendo que los demás pisos cayeran uno sobre otro. Lo mismo ocurrió con el Gran Hotel de San Salvador, que aunque no pertenecía al estilo Art déco, mostró las mismas fallas en su diseño moderno y de gran altura.

A pesar de los daños, hay estructuras como el Edificio La Mariposa que aún se mantienen en pie, aunque visiblemente afectadas, con grietas que recorren sus niveles y paredes que comienzan a separarse. En el caso de La Cafetalera, la demolición parcial de sus niveles superiores fue una medida para evitar un colapso total. Hoy, apenas puede verse su fachada entre ventas ambulantes, pero su entrada de mármol aún resiste como testimonio del pasado.

El terremoto del 86 transformó San Salvador para siempre, pero también dejó una lección: el valor cultural del patrimonio arquitectónico no debe ser ignorado. El Art déco, con sus líneas elegantes y visión de progreso, no solo decoró una ciudad, sino que narró un momento clave de su historia.

Hoy, los restos de estos edificios son más que ruinas; son fragmentos de identidad que resisten al tiempo y al olvido. En un contexto de creciente restauración y revitalización del Centro Histórico, urge valorar y proteger lo que queda de este estilo que alguna vez hizo brillar a San Salvador como una pequeña París en Centroamérica.

Con reporte de El Diario de Hoy.