Cornamenta, la novela de Castellanos Moya que explora El Salvador de 1972 desde la ficción
El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya presentó en Los Ángeles 'Cornamenta', una novela que revisita el El Salvador de 1972 y que entrelaza historia, política y los temas recurrentes de su obra literaria.
Por
Lissette Figueroa
Publicado el 15 de noviembre de 2025
Horacio Castellanos Moya presentó en Los Ángeles 'Cornamenta,' su nueva novela ambientada en el El Salvador de 1972. La obra retoma a la familia Aragón y utiliza el clima político de ese año como base para explorar tensiones, lealtades y obsesiones personales. El autor enlaza hechos históricos, figuras reales y elementos culturales como la lucha libre y los alcohólicos anónimos. Durante la presentación, Castellanos Moya reflexionó sobre su trayectoria, su relación con la memoria salvadoreña y la evolución de su escritura, reafirmando su lugar como una de las voces más influyentes de la literatura centroamericana.
El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya regresó presentó en Los Ángeles California, Cornamenta, su novela más reciente publicada por Random House en octubre de 2025. Ahí, el periodista Soudi Jimenes de LA Times dirigió y documentó el conservatorio del Instituto Cervantes de Los Ángeles y la Biblioteca Central.
En ese momento que aconteció en Estados Unidos, Castellanos Moya explicó que esta nueva historia se construye sobre un periodo político decisivo para El Salvador. “Las irregularidades que le dieron la presidencia al coronel Arturo Armando Molina” son el punto de partida para situar la trama.

Ese año, 1972, se convierte en el escenario desde el que el autor entrelaza, con la libertad narrativa que le caracteriza, elementos como “los alcohólicos anónimos, la lucha libre y los militares que impulsaron el golpe de Estado de 1972”.
Aunque los lectores de su obra saben que la política suele aparecer como fuerza inevitable en sus ficciones, Castellanos Moya insistió en que el interés por ese año responde al quiebre que representó para el país.
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Fue entonces cuando, como explica, se organizó por primera vez una oposición amplia: demócratas cristianos, socialdemócratas y comunistas. El voto popular, que aparentemente favoreció a la oposición, no alteró el rumbo: el Congreso, dominado por el Partido de Conciliación Nacional (PCN), impuso al oficialista Molina.
El escritor resume ese momento sin rodeos: “En ese momento es que algunos sectores intelectuales y políticos en El Salvador entendieron: ‘a los militares no los vamos a sacar del poder por la vía electoral, se les va a sacar a tiros porque es lo único que entienden’. Ahí comienza la guerra civil, aunque los combates sucedan ocho años después”.
En Cornamenta, este contexto sirve de combustible para seguir la historia de Clemente Aragón, protagonista que pertenece a una familia con largo recorrido dentro de la obra del autor. La saga Aragón —que ya suma ocho novelas— empezó sin que él lo planeara.

La primera fue Donde no estén ustedes (2003). Con el tiempo, personajes como Alberto Aragón o Esther Mira Brossa se convirtieron en hilos que reaparecen para profundizar en distintas épocas y tensiones regionales.
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El propio escritor reconoció que nunca pensó en construir una serie familiar: “Yo no sabía que era una saga, no sabía que era un grupo de novelas sobre una familia”.
Clemente Aragón y Esther Mira Brossa, quienes protagonizan Cornamenta, ya habían aparecido en Desmoronamiento, publicada en 2006 y ambientada en Tegucigalpa y San Salvador en 1969.
En ese universo también aparecen guiños a figuras históricas conocidas: Alberto Masferrer, Fidel Sánchez Hernández (“Tapón”), Salvador Allende o Richard Nixon. Mencionar nombres reales no es un gesto decorativo en las obras de Castellanos Moya; funciona como puente entre la ficción y los discursos públicos que moldearon la región.
Un autor que escribe desde los desplazamientos y las tensiones
Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa hace 67 años. Su padre, salvadoreño, llegó a Honduras como agregado cultural.
Su madre provenía de una familia de Olancho, donde el arte se miraba con un tono trágico por la historia de un tío, David Moya Posas, poeta que “murió alcoholizado”. Esa mezcla de orígenes, traslados y silencios marcó su infancia.
Cuando tenía cuatro años, su familia se instaló en San Salvador. No creció en un hogar literario, pero un libro fue decisivo: Antología General de la Poesía en El Salvador, compilada por José Roberto Cea. Allí descubrió a Roque Dalton. En Dalton encontró provocación, humor, sátira y libertad. “Desde entonces me atrapó”, confesó.
Su camino profesional lo llevó a México en 1981, exiliado. Allá escribió La diáspora, su primera novela, publicada en 1989. Regresó a El Salvador en 1991. Trabajó como periodista y editor en diversos medios, y en 1997, tras publicar El asco, recibió amenazas de muerte.
“No era contra el libro, era contra mí”, subraya. En ese momento dirigía Primera Plana, periódico que investigaba conexiones entre financieras, narcotráfico y secuestros.

Con 14 novelas publicadas, además de ensayos, cuentos y poesía, su obra ha sido traducida a 15 idiomas. Desde 2021 forma parte de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en Madrid, donde depositó la libreta con parte del manuscrito de Insensatez.
La valoración internacional de su obra ha crecido con los años. La traductora estadounidense Natasha Wimmer afirma que “Castellanos Moya ha convertido la ansiedad en una forma de arte y en un acto de rebelión”. El periodista argentino Diego Gándara también lo destaca como “uno de los escritores más auténticos de Centroamérica”.
El autor ha sido invitado por instituciones como la Feria Internacional del Libro de Frankfurt y la Universidad de Tokio, y en 2014 recibió el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas. Actualmente es profesor en la Universidad de Iowa.
Un estilo que incomoda para entender mejor
Castellanos Moya asegura que Insensatez (2004) marcó su salto internacional. Desde entonces, su obra sigue leyendo el territorio salvadoreño como material literario, incluso cuando el escenario es otro.
“He tratado de ser fiel a mis alucinaciones, a mis pasiones y he tratado de instruirme lo más posible”, dice sobre la manera en que construye personajes. Para él, El Salvador funciona como “piedra de toque”, un origen emocional y político que da forma a los protagonistas.
En Cornamenta, el autor vuelve a maniobrar entre la memoria histórica, las tensiones ideológicas y los enredos personales. Su interés no está en juzgar, sino en exponer mecanismos de poder y fragilidad humana.
Con su estilo mordaz, vuelve a confirmar que la literatura también puede funcionar como un espejo incómodo que obliga a revisar las narrativas oficiales.
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