Foto EDH/Yessica Hompanera
El informe titulado “Desarrollo Humano El Salvador 2018 (IDHES), Soy joven y ahora qué”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estimó que para el 2017, el 49.1 % de las personas jóvenes salvadoreñas entre 18 y 29 años de edad no han finalizado su educación media o bachillerato, lo cual afecta de manera sensible sus posibilidades de empleo y de contar con ingresos suficientes para salir de la vulnerabilidad debido a la pobreza.
Según un análisis en brechas de población y demandas atendidas citado en IDHES , para el 2014 se valoró que todavía 777,199 niños, adolescentes y jóvenes se encontraban fuera del sistema educativo.
La atención de esa cantidad de población, según el análisis, requeriría de 38,521 docentes adicionales a los que ya tiene el sistema educativo y de un incremento de 36.3 % en aulas disponibles, equivalente a unas 38,519 aulas, lo que demandaría el doble del presupuesto otorgado al Ministerio de Educación.
Condiciones de vivienda
Xiomara vive en la última casa del cantón San José, uno de los sitios más aislados de Ataco. Un bordo de tierra separa a los habitantes del caserío Los Ascencios, que no tiene acceso a energía eléctrica y agua potable.
De acuerdo con la encuesta, en el área rural el 94 % de los hogares tiene acceso a servicio de electricidad, de los que un 2.4 % utilizan candela, un 1.6% otros medios, el 1.2 % usa kerosén y sólo un 0.8 % se sirve de paneles solares.
En este último porcentaje encaja la familia Martínez, quien se las ingenia para alumbrar su casa. Durante muchos años ocuparon candiles pero ahora tienen un panel solar sobre el techo de la casa, con la ayuda de una persona altruista, el cual les ayuda a cargar una pequeña lámpara. Cada noche don Julio se encarga conectar el aparato porque la batería dura desde que anochece hasta el amanecer.
“En la noches encendemos una lámpara solar y con eso hacía mis tareas, las que requerían utilizar la computadora iba a un ciber que esta en Ahuachapán o una compañera las investigaba y ella me las hacía, así es como hacía las tareas de investigación”, explicó la joven.
En invierno, la madre de la joven se encarga de almacenar agua lluvia en una pila para lavar la ropa y los trastes.
En el área rural se contabilizaron 686,388 hogares, de los cuales solo el 77.1 % de viviendas cuenta con acceso al servicio de agua por cañería, mientras que el 11.7 % se abastece con agua de pozo y el 11.2 % lo hace mediante otros medios, de acuerdo al informe de la Dirección General de Estadística y Censos (Digestyc).
Los días de verano se encarga de bajar al río más cercano junto a Xiomara para traer agua para tomar.
Xiomara y su madre caminan durante 20 minutos para el manto acuífero conocido como “Las Lecheras” , el cual se ubica a medio kilometro de la casa, para almacenar el vital líquido.
Un duro camino a la superación
En el cantón San José, los centros escolares más cercanos se encuentran a una hora y la cobertura escolar es hasta sexto grado, para bachillerato deben asistir hasta Ataco, el cual queda a dos horas de donde Xiomara vive.
Desde sus primeros años, la joven estudiante se desplazaba entre cultivos de café y quebradas hacia los cantones vecinos para poder estudiar. En octavo y noveno grados estudió en el cantón La Pandeadura, Tacuba, porque las calles hacia el casco urbano de Ataco son desoladas y sus horarios de clases eran en la mañana.
En bachillerato inició la odisea de la joven debido a que la escuela más cercana estaba a dos horas, por lo que se vio obligada a mudarse con su hermana mayor a Cara Sucia, situado en San Francisco Menéndez.
Con el objetivo de ayudar en los gastos de pasajes y alimentación del segundo año de bachillerato, Xiomara optó por cuidar a sus sobrinos. Esta fue la primera vez que la adolescente dejo a su familia para asistir a clases.
La mejor opción que encontró para seguir sus sueños fue estudiar a distancia con el programa de modalidades flexibles, impartido por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
Cada sábado la joven se levantaba a las 4: 30 de la madrugada a bañarse al río y lograr tomar el único pick up que transporta alumnos, desde el cantón San José hacia Ahuachapán.
“A las 5:30 agarraba camino para donde nos llevaba el pick up que lleva a todos los escueleros, los sábados ahí nos llevaba hasta Ahuachapán y el mismo nos traía”, agregó Xiomara.
Una nueva oportunidad
Sin esperanzas de continuar una carrera universitaria, en febrero Xiomara decidió comenzar a trabajar en los oficios domésticos. Durante un mes realizó trabajos de limpieza en Santa Tecla, el salario que recibió fue de $150 y regresaba a su casa cada quince días.
Al finalizar el mes, su abuelo falleció y optó por buscar un empleo cerca de su familia. En Ataco inició una venta de atoles en un comercio del casco urbano, los fines de semana.
El 15 de marzo de este año, la joven recibió la mejor noticia de su vida, una persona altruista le brindó una beca para continuar sus estudios.
“Al terminar el bachillerato soñaba con seguir estudiando pero no podía , se me fueron las ilusiones de seguir estudiando”, recordó la bachiller.
El 24 de julio inició la Licenciatura en Administración de Empresas en una universidad privada de Santa Ana. Para continuar estudiando se mudará a Atiquizaya con su abuela materna, porque le queda más cerca y en el cantón sí tienen transporte y los servicios básicos.
“Quiero superarme para poder ayudarle a ellos (familia), apoyarlos cuando ellos ya estén más mayores”, expresó Xiomara.