Juan Sigüenza, de 49 años, pasó 26 días en cuarentena sin saber que fue positivo de COVID-19. Lo supo hasta el día en que le entregaron el alta clínica de salida del confinamiento el 13 de mayo pasado. Pasó todo ese tiempo suponiendo que algo andaba mal pero tratando de mantenerse optimista para no preocupar más a su familia.
“Separarme de mi familia fue lo más difícil”, relata. Juan es agente de seguridad privada en la Unidad Médica del Seguro Social del municipio de Ilopango. Presume que se contagió entre el 13 y el 15 de abril. El 17 de mayo fue trasladado, junto a otros 13 trabajadores del personal de Salud hacia un albergue para guardar cuarentena.
En todo ese tiempo, con solo la idea de estar contagiado, dice que reflexionó sobre muchas cosas. Él no presentó síntomas, sin embargo, veía cómo otros enfermaban y quería ayudar aunque ahí adentro no podía hacerlo. “Estaba consciente que debía permanecer en cuarentena, sobre todo porque mi esposa es paciente de cáncer y no quería afectarla”, recuerda.
Relata que en varias ocasiones quiso escapar o buscar alternativas para ya no seguir dentro de los centros de contención, pero pensaba en que luego, ya estando sano, podría ayudar a quienes padecieran la enfermedad. “Después de todo seríamos hermanos del mismo dolor”, expresa.
El día en que consiguió salir del último centro en donde fue confinado, no pensaba en otra cosa más que en reunirse con su esposa e hijas. Recibió el documento que lo acreditaba como saludable y recuperado de COVID-19 y subió al transporte que lo llevaría de vuelta a su hogar, con su familia.
En casa, siguió tomando las medidas necesarias y en busca de cómo poder ayudar a quienes sufrían la enfermedad. La respuesta llegó un día cuando, al ver las noticias, se enteró de que estaban solicitando donantes de plasma para darla a quienes estaban graves por la enfermedad.
“Mire Juan, sería bueno que usted vaya”, recuerda que le dijo su esposa, y entonces, casi sin pensarlo, marcó el número telefónico que compartieron y comenzó a programar sus citas. “Mi esposa fue fundamental”, expresa. “Me sentí alegre de poder donar y poder darle un poquito de lo mío al que lo necesita”, añade.Desde ese día, Juan visita regularmente la clínica de donación de plasma y lo ha hecho en al menos cuatro ocasiones desde que se recuperó del COVID-19. Asegura que seguirá haciéndolo mientras su cuerpo se lo permita.
“Mi espíritu de servicio me obliga a donar”
Carlos (nombre falso) tiene más de 20 años de ser policía y dice que desde que juramentó serlo, se comprometió a dar la vida por los demás y, ahora, que es un sobreviviente del COVID-19, afirma que existe mayor razón para donar su sangre y salvar la vida de otros.
El experimentado policía dice que donó sangre en dos ocasiones y está a la espera de realizar su tercera donación. Luego, esperará la indicación de los médicos para seguir donando si es permitido. Lo hará las veces que se pueda, promete.
“Un policía tiene que dar la vida por los demás. Esa es su misión. Ahora que Dios me ha dado la oportunidad de sobrevivir al COVID-19, me siento obligado a donarlo. Es algo mínimo que haré ante el gran regalo que Dios me dio con salir con vida de esta enfermedad”, expresa.
Carlos dice que desde que comenzó la emergencia fue designado a tareas de seguridad y estuvo en los lugares más críticos del contagio. No sabe cómo contrajo el virus, era imposible saberlo, recuerda que un día le dio síntomas de gripe y sufrió fiebres por tres días.
Luego sufrió dolores de cabeza y otros padecimientos leves. Tras notificar su estado de salud a las jefaturas, le realizaron la prueba la cual dio positivo.
De inmediato fue atendido por los médicos y tras realizarle varios exámenes fue trasladado a un centro de atención en Chalatenango, donde se recuperó junto a más de diez compañeros que también dieron positivo a COVID-19.
“Cuando supe que tenía COVID-19 me dio un poco de miedo y un poco de decepción porque tuve contacto con mi familia y contagié a mi esposa sin saberlo. Pero luego tuve que superarlo y serví de motivación para que mis compañeros superaran el virus. Creo que nuestra condición física influyó mucho para que el cuerpo no se doblegara”, declaró el agente.
Carlos aseguró que fue a donar plasma en el hospital Militar, donde la atención fue eficiente.
“Donaré por tercera vez sangre, no tengo síntomas de COVID-19, solo siento dolores de cabeza pero leves y no siempre. Todos los sobrevivientes de COVID-19 estamos obligados a donar para salvar vidas y agradecer a Dios otra oportunidad”, concluye el policía.