Laura Chinchilla: “En las elecciones de El Salvador, México y Brasil prevaleció el enfado”

Según la expresidenta de Costa Rica, la pobre satisfacción con la democracia en el país explica el cambio radical que los ciudadanos motivaron en los comicios del pasado 3 de febrero.

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Ayer, la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, manifestó que si bien las redes sociales son poderosas herramientas de diálogo político, pueden funcionar también para circular mensajes de odio, noticias falsas o simple propaganda política. Fotos EDH / Marcela Moreno

Por Ricardo Avelar

2019-11-20 6:05:39

De acuerdo con la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, El Salvador es uno de los tres países donde hubo “elecciones del enojo” en los últimos tres años.

Esto, en el marco del “súper ciclo electoral” latinoamericano, en el cual 15 países de la región tuvieron elecciones presidenciales desde 2017 a 2019. En ocho de estos comicios, la oposición resultó ganadora y se espera que un noveno país, Uruguay, se decante por un cambio en la segunda vuelta del próximo domingo 24 de noviembre.

Chinchilla participó en la jornada de estudios electorales, organizada ayer por Fusades y la Fundación Hanns Seidel. En este evento, destacó que el caso de El Salvador dista del resto de la región por el nivel drástico de cambio y por el castigo a los partidos tradicionales. En efecto, el 3 de febrero el ahora presidente Nayib Bukele logró el 53% de los votos y derrotó estrepitosamente a los dos partidos que ostentaron la presidencia durante los últimos 30 años, el FMLN y ARENA.

Para la exmandataria, esto no es ninguna sorpresa, pues El Salvador es uno de los países donde más insatisfacción había con la democracia y los partidos tradicionales.

Para fundamentarlo, se apoyó en el informe Latinobarómetro 2018, el cual mide el clima político, social y económico de los países de la región. En este, se consigna que solo el 11 % de los encuestados salvadoreños manifestaron estar satisfechos con la democracia, una cifra solo mayor a la de Brasil (9 %) y empatada con Perú en el penúltimo lugar.

“En estas elecciones del enojo, el voto se convirtió en un acto de venganza con quienes gobernaban”, manifestó ayer.

Según Chinchilla, hay características similares en Brasil y en México, países que en 2018 también eligieron líderes que si bien habían estado en política por mucho tiempo, no corrieron bajo las banderas de la política tradicional. En Brasil, como se ha dicho, la satisfacción con la democracia es muy baja y en México la cifra tampoco es alentadora, con solo un 16 % de los participantes a gusto con este sistema de gobierno y sus actores tradicionales.

Por ello, no le sorprende que ahora Andrés Manuel López Obrador (AMLO) esté al frente del gobierno federal en México y el radical Jair Bolsonaro sea el ocupante del palacio de Planalto, la residencia oficial en Brasilia. Si bien estos dos políticos están diametralmente opuestos en la escala ideológica, su actitud ante el “establishment” es parecida y análoga a la de Bukele en El Salvador.

Los retos de las expectativas altas

De acuerdo a Laura Chinchilla, si bien estas tres elecciones suponen un golpe en la mesa de la política tradicional, también plantean retos importantes a los mandatarios electos.

Esto, pues la gente no necesariamente votó por un plan de gobierno determinado, sino en contra de las opciones tradicionales en una forma de venganza o castigo político.

En ese sentido, es natural que los votantes hayan expresado su frustración y desencanto con estructuras tradicionales, lo cual supone, por otro lado, una expectativa de cambio mayor.

En el caso de México, donde AMLO asumió el 1 de diciembre de 2018, y de Brasil, donde Bolsonaro ascendió al poder el 1 de enero de este año, ha habido un descenso claro en su popularidad inicial.

El mandatario mexicano ha caído diez puntos en tres meses, conservando un 58 % de aprobación por el mal manejo de la seguridad en el país, mientras que la prestigiosa encuestadora Ibope sitúa a Bolsonaro con un penoso 31 % de aprobación entre sus compatriotas.

Si bien la popularidad se Bukele se mantiene alta, Chinchilla previene que estos números pueden llegar a caer, pues en momentos de frustración el electorado está particularmente sensible a fallas en el Estado, especialmente en los temas apremiantes como inseguridad o falta de oportunidades.

“Una de las cosas que caracteriza estos procesos electorales es que la gente llegó con expectativas muy altas por los presidentes que votaban, esperando cambios instantáneos o milagrosos”, indica. Con economías deprimidas, los tres presidentes pueden tener poco margen de maniobra, previene.

Análisis preliminar

Laura Chinchilla opta por ser cautelosa y no adelantar un criterio sobre la joven presidencia de Nayib Bukele en El Salvador. Sin embargo, destaca un factor que llama la atención y es el uso de las redes sociales como mecanismo de difundir información gubernamental.

Sin embargo, previene que esto por sí mismo no es un fenómeno positivo, sino una herramienta que solo funciona si la comunicación es en dos vías, es decir si hay difusión de ideas por parte de las autoridades, pero también un diálogo con la población por medio de responder a algunas de sus dudas y recopilar las principales inquietudes para incorporar en los procesos de elaboración de políticas públicas.

“Yo recomiendo apertura y transparencia. No siempre es fácil gobernar con gente que piensa distinto” pero es necesario escuchar voces críticas y enriquecer las políticas que se implementan, dice a partir de su experiencia.

“Es imposible responder a todo lo que escribe la gente pero debería haber una oficina que dé monitoreo y recoja el sentimiento que se deposita en las redes sociales”, añade.

Si bien la expresidenta ve este rol importante de las redes, también advierte que estas pueden ser peligrosas si se utilizan para difundir mentiras (fake news), discursos de odio o poner a rivalizar a las personas en una dinámica de “ustedes versus nosotros”.

Ninguna de estas características es nueva o exclusiva de las redes, recuerda Chinchilla, pero la tecnología ha magnificado estos fenómenos nocivos para la democracia.