La historia de los alumnos de Mandinga tiene un feliz inicio

Tras publicar en El Diario de Hoy la historia de los niños Vanegas y Zetino, altruistas les donaron bicicletas. El Centro Escolar Caserío Las Brisas recibió 23 bicicletas para estudiantes que caminaban más de una hora para poder asistir a clases.

Por María Navidad

2019-06-04 8:30:21

Los cuatro kilómetros que recorren a diario para asistir a clases los niños y adolescentes del Centro Escolar Caserío Las Brisas, ubicado en el cantón El Presidio, en Sonsonate, ahora lo hacen con más facilidad, gracias a las bicicletas que les donaron personas altruistas, motivados por conocer la historia de seis alumnos que debían soportar muchas dificultades para llegar a la escuela; pero especialmente conmovidos por ver a Juan Zetino correr detrás de sus amigos que tenían la fortuna de poseer ya una “bici”.

La historia fue publicada en El Diario de Hoy el 20 de mayo y desde ese día hasta hoy, hay benefactores ayudando a esa comunidad educativa.

El lunes pasado, en Mandinga, como es conocida la zona, las ansias de los alumnos por subirse por primera vez a sus bicicletas no podía disimularse.

El teléfono de la escuela no ha dejado de sonar desde que los hermanos Zetino, los Vanegas y los primos Romero compartieron sus historias, como ejemplo de lo que, también, pasan muchos de sus compañeros.

Juan Zetino, de nueve años de edad, quien fue fotografiado corriendo detrás de sus compañeros desde la hacienda Ojo de Agua hasta el puente del cantón, donde se reúne con los primos Romero, fue el primero en recibir una bicicleta.

Imposible ocultar la felicidad de Juan al recibir la bicicleta; el trayecto que antes hacía por más de una hora través de los cañales para ir a la escuela se ha reducido a 20 minutos. Ahora, tanto él como su hermano Élmer viajan al mismo ritmo.

Entre risas tímidas, Juan dice que desde que supo que tendría su bici preparó un lugar especial para guardarla y, por las mañanas, cuando no está en clases, se levanta a limpiarla y hacer mandados. Ahora durante el trayecto a la escuela, Juan y los primos Romero hacen competencias para llegar más rápido.

Xenia Vanegas, la menor que camina desde el caserío El Camalote con sus tres hermanos pequeños por la carretera Litoral, se siente más emocionada por ir a clases y el trayecto le resulta más divertido y ya no siente temor para llegar a clases. Xenia tiene 15 años y este año está aprendiendo a leer y escribir.

Héctor Isio, quien sueña con ser profesor, pedalea con gran fuerza y entusiasmo. Su madre, Noemí Ayala, comenta que desde que recibió la bicicleta no la deja ni un minuto.

Héctor, de ocho años de edad, pedalea a todos lados junto a su mamá, y el tiempo de viaje a las aulas se redujo significativamente, pues pasó de ser de una hora y media a 30 minutos.

A finales de mayo, el Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (Cesta) se comprometió con la causa y donó 23 bicicletas a través de su programa “Sin bicicleta no hay planeta”. El lote de bicicletas sirvió para otros alumnos que también deben recorrer grandes distancias para asistir a clases.

El 3 de junio fue un día de fiesta para Mandinga. Ingrid Sánchez, de 12 años de edad, fue una de las beneficiadas por el Cesta. Ingrid, alumna de quinto grado, también viajaba sola desde el caserío El Camalote hasta la escuela, en ocasiones sus padres debían dejar sus trabajos para acompañarla o encomendarla con otros compañeros.

Verónica Hernández, de 10 años de edad, también recibió una bicicleta. Los domingos la menor ayuda a sus padres a vender almuerzos en el caserío Nuevo México, pero debía caminar o subirse en la parrilla de la bicicleta de su madre para vender. Ahora, Hernández se siente alegre de tener una “bici”, la cual le servirá para ir a la escuela y ayudar a sus padres.

Tener una bicicleta en el área rural es un lujo que no todas las familias pueden dar a sus hijos, este medio de transporte mejora la calidad de vida de los menores.