Érase una tarde de 2017 en la que Kamila Velásquez no hallaba qué hacer con el tenis, un deporte que sus papás le inculcaron desde temprano pero que no llenaba del todo sus expectativas. La pequeña “Ita” se paseaba entre las canchas del complejo polideportivo de Merliot, en Santa Tecla, hasta que sus ojos brillaron con un grupo de jóvenes en una piscina que practicaban natación artística: amor a primera vista.
Así comenzó la aventura de Kamila Velásquez en la que ahora es su mayor pasión. Fue como encontrarse con una fantasía. “Su sueño de chiquita era ser balletista, y cuando vio a las niñas practicando la natación artística, le brillaron los ojos”, cuenta Roberto, un orgulloso padre que encamina todas las tardes a su hija hacia el complejo ex-Polvorín en el que repartirá cuatro horas a desarrollar los fundamentos de esta disciplina: la natación y el ballet.
Su madre, Camila, la prepara bien en los minutos previos a la práctica, aplicando suficiente gelatina en el pelo de “Ita” y haciendo el peinado característico de estas atletas para su presentación. Ella también ha llegado a elaborar con sus manos el traje con el que su hija competirá por puntos y medallas en competencias nacionales e internacionales.