La ciencia y la tecnología avanzan de la mano y han logrado diseñar muchos dispositivos capaces de camuflarse en el cuerpo humano para monitorizar algunas enfermedades y anticiparse a las posibles crisis.
Son los llamados “sensores biomiméticos”, unos dispositivos que se pueden situar en el cerebro, bajo la piel o ingerirse para explorar tejidos y órganos de una forma continua y mínimamente invasiva.
Estos dispositivos abren una nueva ventana para profundizar en el conocimiento del cuerpo y la mente, explicaron investigadores que desarrollan esos sensores, que están permitiendo un mejor conocimiento y tratamiento de enfermedades como la epilepsia, el alzhéimer o numerosos trastornos digestivos. Y recordaron que la integración de la biomedicina y la bioingeniería ha revolucionado ya el tratamiento de numerosas enfermedades (el marcapasos para regular el ritmo cardíaco o el implante coclear para recuperar la audición).
George Malliaras es profesor de Tecnología en la División de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Cambridge, donde trabajan con sensores de interacción cerebral que recogen señales de las neuronas sin necesidad de implantar dispositivos intracerebrales, un sistema que se está utilizando ya para mapear el cerebro de los pacientes epilépticos con resultados muy esperanzadores.
“Los sistemas electrónicos y los biológicos hablan lenguajes diferentes; necesitamos que se entiendan”, señaló el profesor, quien hizo hincapié en la posibilidad de tratar enfermedades nerviosas que en la actualidad no son abordables.
El reto del consorcio en el que trabaja es fabricar aparatos electrónicos capaces de cambiar de forma para ser implantados a través de pequeñas incisiones en la médula espinal o en el cerebro con un procedimiento mínimamente invasivo y desde ahí desplegarse y cubrir un área mayor o directamente el foco de una dolencia.
La directora ejecutiva de Neuroelectrics, Ana Maiques, presentó los últimos dispositivos diseñados por esta compañía en el campo de la estimulación craneal no invasiva, algo que se está utilizando como terapia cerebral personalizada y para el diagnóstico de algunas enfermedades neuronales.
Pero el reto, apuntó Maiques, es superar la fase experimental y clínica y conseguir que esta tecnología se utilice de forma masiva a nivel domiciliario para tratar enfermedades como la epilepsia, el alzhéimer o el deterioro cognitivo, y se refirió a las dificultades de incorporar nuevas terapias en campos tan complejos como el del cerebro.
Maiques insistió en la importancia de que la ciencia y la tecnología traspasen el laboratorio y lleguen al domicilio del paciente, y subrayó en ese sentido la importancia de superar los aspectos regulatorios en todos los continentes y de facilitar el acceso al mercado a todos los pacientes que necesiten ese tipo de dispositivos.