En todas las épocas desde el siglo V a.C, cuando el historiador griego Tucídides escribió sobre la guerra entre Atenas y Esparta, por el control de las vías marítimas en el mar Egeo, hasta hoy con los peligrosos pleitos en los estrechos de Ormuz y Gibraltar, el ejercicio del comercio marítimo de larga distancia y las rutas que lo permiten, ponen de relieve el tema sobre los derechos de uso del mar, nacional o internacional.
Entre los siglos XV y XVII, cuando comenzaron a formarse los estados soberanos de Europa Occidental, pero al mismo tiempo Europa era divida en dos por las guerras de religión después de la Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica; y cuando los españoles, portugueses, holandeses e ingleses comenzaron a entrar en guerras entre sí por el comercio marítimo, la colonización de los pueblos y la búsqueda de riquezas, el mar y sus vías fueron centrales en los conflictos.
Dos episodios, entre muchos, resultan tan sobresalientes que lanzan sus violentas luces, como faros que brillan a través de los siglos, y nos iluminan sobre qué lleva a las civilizaciones occidentales y orientales al borde de la guerra en nuestros días. Estas dos aventuras en alta mar, en el siglo XVII, que nos hablan acerca de la toma militar del botín enorme y rico de dos galeones portugueses cargados, cada uno, con más de 1600 toneladas de los tesoros más finos de Asia, nos deben llamar la atención sobre la importancia del mar en las guerras para formar naciones, que se basan en el monopolio y el robo de la riqueza que viaja sobre la amplia e impetuosa espalda del mar.
El primer episodio se trata de la captura en 1592, por parte de los holandeses protestantes, del galeón, Madre de Deus, que transportaba el tesoro de los católicos portugueses, cerca de las islas Azores, en medio del mar Atlántico, entre el Nuevo Mundo y el Viejo Continente. El segundo episodio que consideraremos será la captura, cerca de la costa oriental de Singapur en 1603, del galeón Santa Catarina, una rica embarcación portuguesa cargada, no con la riqueza del petróleo, sino con la de toneladas de tesoros. Fue atracada y dominada por un galeón de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (Dutch East India Company, V.O.C., por sus siglas en holandés).
La Santa Catarina estaba en movimiento desde Macao, en China, hacia el estrecho de Malaca, por Indonesia y el mar Chino del Sur, en camino a Portugal. Este galeón fue cargado con 12,000 bultos grandes de seda cruda de China, estimado en un valor de 2.2 millones de guilders holandeses (hoy 100 guilders del siglo XVII tienen el valor de $6,000). La embarcación también transportaba varios cientos de onzas de almizcle (sustancia sumamente valiosa para confeccionar los más caros perfumes). El galeón estaba en ruta de regresar a Portugal cuando tres galeones holandeses, bajo el mando del almirante Jacob van Heemskerk, atacaron y, después de un día, dominaron a la tripulación para llevar al Santa Catarina a Amsterdam donde fue entregado a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (V.O.C.). La venta de los contenidos del galeón portugués aumentó los ingresos de esta organización holandesa en un 50%.
Da la casualidad que Holanda estaba en guerra con Portugal, España e Inglaterra. La república holandesa se había formado después de una de las guerras religiosas más sangrientas del siglo XVII, en la que el rey de España, Felipe II, impuso la Inquisición sobre sus territorios, en ese entonces, España y Portugal en los Países Bajos en un intento por erradicar el calvinismo allí. España perdió estos territorios durante una de las siete bancarrotas bajo Felipe, y los holandeses gozaban de la fuerza de la Liga Hanseática, y también de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (V.O.C.).