Hugo Grotius y el choque de civilizaciones en el mar

“Porque el mar es fluido y siempre cambiante, nadie puede poseerlo”, Hugo Grotius. El mar libre. (1609)

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Retrato de Hugo Grotius (1583-1645) de 1631, del artista Michiel Jansz.

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2019-07-28 4:30:44

En todas las épocas desde el siglo V a.C, cuando el historiador griego Tucídides escribió sobre la guerra entre Atenas y Esparta, por el control de las vías marítimas en el mar Egeo, hasta hoy con los peligrosos pleitos en los estrechos de Ormuz y Gibraltar, el ejercicio del comercio marítimo de larga distancia y las rutas que lo permiten, ponen de relieve el tema sobre los derechos de uso del mar, nacional o internacional.

Entre los siglos XV y XVII, cuando comenzaron a formarse los estados soberanos de Europa Occidental, pero al mismo tiempo Europa era divida en dos por las guerras de religión después de la Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica; y cuando los españoles, portugueses, holandeses e ingleses comenzaron a entrar en guerras entre sí por el comercio marítimo, la colonización de los pueblos y la búsqueda de riquezas, el mar y sus vías fueron centrales en los conflictos.

Dos episodios, entre muchos, resultan tan sobresalientes que lanzan sus violentas luces, como faros que brillan a través de los siglos, y nos iluminan sobre qué lleva a las civilizaciones occidentales y orientales al borde de la guerra en nuestros días. Estas dos aventuras en alta mar, en el siglo XVII, que nos hablan acerca de la toma militar del botín enorme y rico de dos galeones portugueses cargados, cada uno, con más de 1600 toneladas de los tesoros más finos de Asia, nos deben llamar la atención sobre la importancia del mar en las guerras para formar naciones, que se basan en el monopolio y el robo de la riqueza que viaja sobre la amplia e impetuosa espalda del mar.

El primer episodio se trata de la captura en 1592, por parte de los holandeses protestantes, del galeón, Madre de Deus, que transportaba el tesoro de los católicos portugueses, cerca de las islas Azores, en medio del mar Atlántico, entre el Nuevo Mundo y el Viejo Continente. El segundo episodio que consideraremos será la captura, cerca de la costa oriental de Singapur en 1603, del galeón Santa Catarina, una rica embarcación portuguesa cargada, no con la riqueza del petróleo, sino con la de toneladas de tesoros. Fue atracada y dominada por un galeón de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (Dutch East India Company, V.O.C., por sus siglas en holandés).

La Santa Catarina estaba en movimiento desde Macao, en China, hacia el estrecho de Malaca, por Indonesia y el mar Chino del Sur, en camino a Portugal. Este galeón fue cargado con 12,000 bultos grandes de seda cruda de China, estimado en un valor de 2.2 millones de guilders holandeses (hoy 100 guilders del siglo XVII tienen el valor de $6,000). La embarcación también transportaba varios cientos de onzas de almizcle (sustancia sumamente valiosa para confeccionar los más caros perfumes). El galeón estaba en ruta de regresar a Portugal cuando tres galeones holandeses, bajo el mando del almirante Jacob van Heemskerk, atacaron y, después de un día, dominaron a la tripulación para llevar al Santa Catarina a Amsterdam donde fue entregado a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (V.O.C.). La venta de los contenidos del galeón portugués aumentó los ingresos de esta organización holandesa en un 50%.

Da la casualidad que Holanda estaba en guerra con Portugal, España e Inglaterra. La república holandesa se había formado después de una de las guerras religiosas más sangrientas del siglo XVII, en la que el rey de España, Felipe II, impuso la Inquisición sobre sus territorios, en ese entonces, España y Portugal en los Países Bajos en un intento por erradicar el calvinismo allí. España perdió estos territorios durante una de las siete bancarrotas bajo Felipe, y los holandeses gozaban de la fuerza de la Liga Hanseática, y también de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (V.O.C.).

Ilustración de la carraca portuguesa Santa Catarina do Monte Sinai, construida en 1520.

Después del episodio del galeón Santa Catarina, se da la captura, en 1603, por una flota holandesa, de un galeón portugués mucho más rico: la Madre de Deus. Este episodio es legendario y se llevó acabo cerca de las islas Azores, entre el Nuevo Mundo y el Viejo Continente. Su carga consistía en baúles llenos de piedras preciosas, perlas, monedas de oro y plata, ámbar gris, tapices y telas finas, 425 toneladas de pimienta, 45 toneladas de clavos de olor, 35 toneladas de canela, tres toneladas de especies como maza y tres de nuez moscada entre otras muchas especies, más 15 toneladas de ébano, dientes de elefante (marfil) y, finalmente, vajillas de porcelana (que iban a abrir el comercio de la confección holandesa de imitaciones de la porcelana fina, blanca y azul de china que florecería hasta hoy como la marca de la alfarería de Delft, una ciudad situada en la parte meridional de Holanda).

En Amsterdam, levantaron un inventario completo de los contenidos de la carga de la Madre de Deus, que incluyó también la siguiente afirmación:
“El gran favor de Dios hacia nuestra nación, quien, con poner estos bienes en nuestras manos, nos ha manifestado el trato del comercio secreto de las Indias que, hasta ahora, ha quedado escondido y celosamente apartado de nosotros”.

Ahora, simultáneamente con estos dos episodios en el mar, el famoso Hugo Grotius (1583-1645), nacido en Delft misma, de la alta sociedad de Holanda, estaba estudiando retórica, filología clásica y derecho; fue doctorado en derecho civil y canónico por la universidad de Leiden en Holanda, y por la universidad de Orléans en Francia.
Grotius fungió como abogado y representante legal para la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (V.O.C). Después, fue nombrado fiscal de la nación holandesa, además de servir como embajador de Suecia en Francia.

rotius estudió, escribió y publicó más de 60 libros sobre derecho internacional y derecho de comercio marítimo, el más famoso de los cuales era Sobre el derecho de la guerra y de la paz (De Jure Belli ac Paces), una obra muy reconocida de 900 páginas, publicada en París en 1625, y estudiada hasta hoy en las facultades de derecho como introducción y precursora del derecho internacional. Este Grotius es el hombre que abrió el camino para el comercio libre y la navegación en el sureste asiático, hasta esas fechas controlado militar y comercialmente por los portugueses. Grotius escribió, por petición del V.O.C., una defensa del accionar de las flotas holandesas en aguas internacionales cuando capturaron los galeones Santa Catarina y Madre de Deus.

La obra que nos incumbe en este relato es el famoso capítulo 12 de la obra de Grotius, El mar libre (De Mare Liberum). El título del capítulo bajo consideración es Un comentario sobre la ley de premios y botín (De Jure Praedae Comentarius). Su relevancia es obvia para todos los tiempos desde el siglo XVII, pasando por la nacionalización del Canal de Suez en Egipto en 1956, la resolución del golfo de Tonkin en Vietnam y hasta la semana pasada en los estrechos de Ormuz y de Gibraltar, tan prominentes ahora en las noticias.

La defensa que hace Grotius, del accionar de los galeones holandeses al capturar estos dos galeones portugueses —y muchos otros de menos importancia— estaba basada en el hecho de que, entre España y Portugal y Holanda existía un estado de guerra de baja y alta intensidad. Grotius argumenta que el almirante de la flota holandesa, en la captura y posesión del Santa Catarina, actuó, en primer lugar, como agente del gobierno de Holanda, y, en segundo lugar, a nombre de la V.O.C. Por tales motivos y derechos, argumenta Grotius, la captura de los dos barcos de tesoro de Portugal, en aguas internacionales, formó parte de la persecución de una guerra justa y, por tales motivos, era justificable.

Grotius presentó su caso ante “la corte de la opinión pública” y sus argumentos comenzaron con mostrar la evidencia de una campaña sistemática de los portugueses para expulsar los barcos comerciales holandeses de las Indias Orientales —desde Macao en la costa de China, hasta el estrecho de Malaca en Indonesia. Los galeones portugueses eran fuente de riquezas producto de la colonización y el comercio bajo un sistema de mercantilismo y monopolio en la seda, las especies, el oro y la plata, entre muchos otros productos enumerados en el inventario de ambos galeones portugueses se hizo en Amsterdam.

Gravado de la batalla de Macao, en junio de 1622.

Así Grotius, primeramente, declaró el derecho comercial de Holanda para la penetración comercial en el sureste asiático y, en segundo lugar, estableció relaciones con lo que Grotius denominó “extra-european peoples” (pueblos no europeos), rompiendo el monopolio de los portugueses. Por lo tanto, declaró Grotius, Asia deberá ser abierta para el comercio no solo a los portugueses, sino que se debe establecer el derecho de comercio y navegación en aguas internacionales, dadas por Dios a la humanidad, según la teoría de mares abiertos y libres para todos (mar liberum) opuesta a la teoría española y portuguesa de mares cerrados por mercantilismo (mar claustrum).

Grotius, educado por protestantes, argumentó en contra del derecho papal de dividir los mares en esferas de influencia, como hizo el papa en el famoso Tratado de Tordesillas en 1494 y en favor de un derecho internacional, necesario para un estado moderno y soberano. Hasta hoy se está argumentando, en las noticias, sobre los estrechos de Ormuz y de Gibraltar—así como Grotius argumentó en su examinación de los pleitos entre Holanda y Portugal y España. La premisa es que hay un conflicto entre la soberanía de las naciones y la libertad de los mares —o sea, la concepción de mares como internacionales y libres a todos. En los tiempos de los pensadores contemporáneos con Grotius de Holanda, Francisco Suárez, S.J. de España y John Locke de Inglaterra, se estableció que, en las palabras del puritano, John Locke: “El océano es aquella gran y todavía existente comunidad de la humanidad”, y, por lo tanto, no deberá ser una posesión de una sola nación, (John Locke, Segundo Tratado del Gobierno (Londres, 1689).)

En la otra cara de la moneda, los poetas católicos de Portugal del siglo XV celebraron el descubrimiento (por Portugal) de la ruta alrededor de África hasta Calcuta en la India por Vasco da Gama (1369-1524). El poeta portugués, Luís Vaz de Camões, en su poema épica, Os Lusiadas, incluye relatos de los viajes de “descubrimiento” no solamente de Vasco da Gama, si no de Magallanes, quien, personalmente, llegó hasta las islas Filipinas. Camões describe batallas por la dominación del puerto de Cochinchina en esta épica nacional de Portugal, que no estaba separada de España hasta 1640.

En los tiempos de Hugo Grotius, igual como en los tiempos de nuestros días cuando el mar de Arabia, el golfo de Omán y el golfo Pérsico, que rodean el estrecho de Ormuz en las aguas de Irán, pueden ser el punto de inflamabilidad para una guerra por el poder y el comercio internacional de petróleo, la moraleja, repetida a través de los siglos, puede ser: nunca se debe subestimar el poder y papel del nacionalismo angosto en ningún asunto.
¿Deben de prevalecer el nacionalismo de los grandes poderes del occidente, o de los grandes poderes del Medio Oriente? Las resonancias son ensordecedoras. Pero ya vimos la película de Grotius en el siglo XVII y sus conclusiones de que el mar es libre.

Hoy, en los estrechos de Ormuz y de Gibraltar, estamos viendo la segunda parte de la misma película.