Celina de Sola fundó junto con su hermano Diego de Sola y su esposo, Ken Baker, la organización sin fines de lucro Glasswing International, que desde hace más de 13 años desarrolla obras sociales en favor de los niños y jóvenes del país, a través de programas donde los voluntarios son una parte importante para el trabajo que desarrolla la fundación.
Celina cuenta que, de pequeña, vivió en Estados Unidos, donde realizó parte de sus estudios de Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos, en la Universidad de Pennsylvania, además de una maestría en Trabajo Social en el 2000, y seis años después se graduó de la maestría en Salud Pública en la Universidad de Harvard.
“Con mis hermanos nos criamos con una familia con lazos muy cercanos, tenemos una relación muy fuerte con mis hermanos y mis padres, Herbert de Sola y Eleonora Jokisch. En mi casa nos criamos con una relación de comprensión donde crecimos con muchas oportunidades pero con el entendimiento que esto llevaba responsabilidades de tratar de mejorar la situación que nos rodeaba, de pensar qué podemos hacer para cambiar el contexto”, comenta Celina.
Una situación que la benefactora recuerda de su niñez junto a sus hermanos es que siempre se sentaban a la mesa a tomar sus alimentos, donde conversaban mucho, había risas, discusiones, pero siempre con una gran unión familiar.
“A pesar de que mis papás se divorciaron y que nos mudábamos mucho, no sentí una falta de estabilidad, y reconozco que eso es un gran privilegio, tener esa estabilidad y amor constante en el hogar”, manifiesta.
Celina cuenta siendo niña, a la edad de tres años, vivían en Guatemala y le gustaban mucho los animales. A esa edad no recuerda muchas situaciones, solo sus mascotas y los animales de su vecina quien tenía un cerdito llamado Piña.
“Yo soy loca animales, y recuerdo que, como estaba pequeña, en mi imaginación ese chanchito era como del tamaño de una casa, era enorme para mí. Cuando podía jugaba con mis perros o me iba a ver los animales de mi vecina”, cuenta entre risas, ya que manifiesta que no recuerda nada más a esa edad, ya que su niñez la marcó mucho por el amor a los animales, y su felicidad se definía al estar en compañía de sus mascotas.
Recuerda también que pasó varios años de su niñez en Estados Unidos, donde estudió desde el segundo hasta el octavo grado, era la única latina al igual que sus hermanos, lo cual fue una experiencia interesante en la institución educativa Pingry School, de New Jersey.
El nacimiento de Glasswing
Celina conoció a su esposo cuando trabajaba en una ONG en Estados Unidos donde realizaban obras para ayudar a personas de África, el Medio Oriente, Asia y en desastres naturales, hasta que llegó un momento en que pensaron en regresar a El Salvador.
“No teníamos, hace 13 o 14 años, la visión de empezar una organización, más bien queríamos ver cómo podíamos aplicar lo que habíamos aprendido en otros países para ver si podíamos contribuir a mejorar el país y la región, pero no fue con la visión de empezar una ONG nueva”, explica De Sola.
Mientras que su hermano Diego de Sola, como empresario en El Salvador, también tenía la visión de querer ejecutar acciones para mejorar el país, y le interesaba el voluntariado.
Tanto ella como su esposo y su hermano vieron que existía un nicho donde se podía trabajar con las escuelas públicas en El Salvador.