Café salvadoreño con propósito: Fantôme exporta historias, no solo granos
Fantome Café conecta a pequeños productores salvadoreños con tostadores en Canadá mediante un modelo justo, sostenible y con rostro humano.
Por
Evelyn Alas
Publicado el 08 de octubre de 2025
Fantone Café impulsa un modelo que rompe con la lógica de la bolsa internacional. Pagando precios justos y estables, el proyecto permite que pequeños caficultores salvadoreños vivan dignamente de su trabajo. Desde Huayúa, en el occidente del país, su fundador Emeric Seguin promueve relaciones directas entre productores y cafeterías canadienses, garantizando trazabilidad y orgullo en cada taza. Fantone no solo exporta café, sino historias de resiliencia, esfuerzo y sostenibilidad. Su apuesta demuestra que el comercio justo puede ser rentable y que el café salvadoreño aún tiene mucho que contar al mundo.
En un contexto donde la caficultura salvadoreña enfrenta precios inestables, escasa mano de obra y presiones climáticas crecientes, Fantôme Café surge como una alternativa que reta el modelo tradicional.
Este proyecto de comercio directo con sede en Quebec y operación en El Salvador, liderado por Emeric Seguin, busca transformar la cadena de valor del café desde su base: los pequeños productores.
“El productor es el único en la cadena del café cuya ganancia depende de la bolsa. Eso no es justo. Todos los demás actores tienen precios fijos o negociados, menos el que más riesgo toma”, afirma Seguin, director de sostenibilidad, ventas y marketing del proyecto.

Precios fuera de bolsa: una apuesta por la estabilidad
Desde hace tres años, Fantôme paga un precio base de $3.50 por quintal de oro fino de exportación, independientemente de la volatilidad del mercado. Esto permite que productores puedan obtener hasta $3 netos por libra, mientras el costo de producción ronda los $160 por quintal.
“Queremos que el productor tenga una ganancia clara. Si la bolsa cae, igual tiene su precio. Si sube, seguimos siendo competitivos porque ofrecemos más que dinero: ofrecemos estabilidad y relación”, señala Seguin.
Fantôme trabaja fuera del modelo de subasta y no exige puntajes estrictos. Si un café que antes obtuvo 84 puntos baja a 81 por factores climáticos, igual es comprado al mismo precio. Esto permite amortiguar impactos como lluvias fuera de temporada, que el año pasado hicieron perder hasta 30% de la cosecha en algunas zonas.

Productores con nombre y rostro
A diferencia de otros tostadores que compran a través de intermediarios, Fantôme opera con relaciones directas y exclusivas. No hacen mezclas anónimas. Cada bolsa cuenta la historia de un productor. Uno de los casos más emblemáticos es el de Esperanza Marinero, caficultora salvadoreña que exportó por primera vez su café con Fantôme en 2024.
“Esperanza es el perfil que buscamos: una mujer que ha resistido enfermedades del cafeto, problemas climáticos, la guerra, y aún así tiene ganas de seguir. Nos sentimos orgullosos de comercializar su café con su nombre, su historia, y su rostro en la bolsa”, cuenta Seguin.
Fantôme también promueve que cafeterías en Quebec "patrocinen" productores. “Creamos relaciones uno a uno. Un barista puede hablar con el productor que cultiva su café. Eso no existe en el modelo tradicional”, explica.

Logística desde el origen: café con trazabilidad real
Fantôme opera con productores en Juayúa, Taltapanca (Apaneca), Chalatenango y el volcán de Santa Ana. Algunos secan su propio café; otros dependen del beneficio húmedo, por lo que el equipo gestiona logística desde la finca hasta el beneficio.
“Este año tuvimos que alquilar un camión y manejar personalmente para recolectar café en Chalatenango porque nadie quería hacer esa ruta. Es parte del compromiso que asumimos: no solo comprar café, sino garantizar que llegue en las condiciones adecuadas”, relata Seguin.
Entre los retos recientes también mencionan los retrasos de exportación, aranceles inesperados, y resistencia de algunos beneficios a procesar microlotes separados. Sin embargo, Fantôme mantiene su apuesta por la trazabilidad.
Metas para 2025: crecer con responsabilidad
El volumen de café tostado crece a un ritmo de 30% anual. La meta para la próxima cosecha es exportar dos contenedores: uno para uso propio bajo la marca Fantôme y otro como café verde para otros tostadores.
“Queremos incluir más productores, pero no lo haremos si no estamos seguros de poder comprarles toda su cosecha. Nosotros damos nuestra palabra y la cumplimos. Preferimos crecer lento, pero con coherencia”, dice Seguin.
Fantôme ya estudia replicar el modelo en países como Guatemala, Honduras o Ecuador, pero por ahora el foco sigue siendo El Salvador, donde la caficultura está en riesgo de desaparecer en algunas zonas.
“Si los pequeños productores no logran rentabilidad, no podemos culparlos si venden su finca para turismo o si siembran milpa en la ladera. El café sombra protege el suelo, la biodiversidad y el clima. Si se abandona, perdemos todos”, advierte.

Sueño a largo plazo: cambiar la cultura cafetera
El proyecto Fantôme no busca ser el único. Según Seguin, su sueño es que más tostadores se atrevan a cambiar el modelo de negocios, dejar de tratar al café como una lista de vinos y comprometerse con relaciones duraderas.
“Queremos que los tostadores entiendan que pueden tener un menú diverso solo con café de El Salvador, que pueden conocer a los productores y crear recetas con identidad. La trazabilidad real no se logra con blends de cafés de 10 países distintos”, concluye.
Fantôme Café demuestra que un modelo basado en confianza, precios justos y presencia local puede ser viable. Su ejemplo podría marcar una nueva ruta para emprendedores del café en El Salvador y en toda la región.
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