Las 3 historias de amor en los tatuajes del voleibolista “Pepe” Vargas

Entre los tatuajes del jugador de voleibol de playa hay dos que le recerdan a personas cercanas que fallecieron y que Vargas guarda para siempre en su cuerpo.

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Foto EDH/René Estrada

Por Carlos López Vides - Twitter: @Celvides

2019-02-14 11:50:10

David “Pepe” Vargas tiene 3 historias de amor que viven en sus tatuajes, esos que lo acompañan al rematar un balón en las canchas de voleibol de playa, o cuando camina en una pasarela mientras modela, o cuando interpreta un personaje en un comercial de televisión, o cuando da instrucciones a sus pequeños estudiantes en su escuela de beach volley, o cuando explica un gesto técnico a otros jóvenes en distintos centros educativos, o cuando cena en casa junto a sus hijos.

 

Esa tinta en su piel está ahí, acompañando al seleccionado nacional de 38 años en casa paso. Pero pocos saben qué hay detrás de cada dibujo en su piel, y David aceptó conversar de ello con El Diario de Hoy.

David también se dedica al modelaje. Aquí, durante una pasarela en 2016. Foto EDH / Cortesía D. Vargas

“Pepe” describe el hacerse un tatuaje así: “Es un poco de rebeldía sana, decirle a la sociedad que a pesar de que ando tatuado puedo ser un buen ciudadano, una persona que vive bajo principios cristianos y morales. Que comete errores, como todos. Pero a veces pienso que bajo una corbata y un saco se esconde un delincuente, y que a veces bajo la piel de una persona tatuada se esconde alguien con buenos principios“.

Entiende David que buena parte de la sociedad no piensa igual, y que algunas puertas se cierran a las personas con tinta en su cuerpo. “Hay  cierta discriminación en algunos trabajos, al ser elegido, simplemente por estar tatuado. Tal vez tengo la capacidad, tengo el estudio, pero no te agarran por estar tatuado“, explica el seleccionado de voleibol de playa.

“Pepe” en su oficina de trabajo: las canchas de voleibol de playa de la colonia Flor Blanca. / Foto EDH cortesía D. Vargas

Y para ejemplificar, cuenta esta anécdota: “No hace mucho, prefirieron agarrar a un profesor… que tenía un récord de haberse metido con una menor de edad, que no tenía tatuajes, quizá uno pequeño que no se le ve; prefirieron agarrarlo a él y no a mí, que no tengo ese récord y nunca he estado preso. He tenido que trabajar a veces con mangas largas, pero la gente sabe que mis tatuajes son arte, y saben que no soy un delincuente. No debemos relacionar los tatuajes con la delincuencia. El país lo ve así, quizá un poco por lo que vivimos”.

San Salvador, sábado 17 de febrero de 2018
David “Pepe” Vargas es un destacado jugador de voleibol. Ha formado parte de la selección nacional y participado en diversos torneos de ese deporte.
Fotos EDH:Josué Parada

Estos estigmas no han frenado a David, quien como jugador ha representado al país a nivel Centroamericano y del Caribe, hasta Panamericano y Mundial; tanto ama este deporte que abrió en 2018 una escuela de voleibol de playa en las canchas aledañas al Gimnasio Adolfo Pineda, en la colonia Flor Blanca. Desde ahí manejó a El Diario de Hoy para platicar del significado de sus tatuajes. Y esto contó:

Foto EDH/René Estrada

Todo comenzó con este tatuaje que abarca prácticamente todo su brazo derecho, un proceso largo que inició en 1996, desde la parte de arriba del antebrazo hasta bajar a la muñeca. Se trata de un tatuaje estilo tribal maorí, de la cultura neocelandesa. “Pepe” lo pidió porque le gusta el diseño, y “las estrellas (parte de arriba) tienen significados, que son mi esposa, mis dos hijos y yo“. Amor de familia.

Foto EDH/René Estrada

Su segundo tatuaje se lo hizo en 1997, antes de que naciera Cristian, su primer hijo. Y eligió un personaje que le gusta mucho y con el que se identifica personalmente: un payaso. “Me gustó, era de una banda que ya no existe, era como una familia de payasos. Siempre me han gustado mucho, algunos que se miran malos, otros que no. Hay uno en Toy Story que se llama ‘Risas‘ que tengo la intención de tatuármelo, me gusta un montón. Me llaman la atención, y normalmente soy un payaso“, explica entre risas.

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Foto EDH/René Estrada

De la risa a un momento muy serio de la entrevista. David tiene en su brazo izquierdo un tatuaje con la imagen de su hermano Hugo, asesinado en el Barrio Santa Anita en 2014, en el centro de San Salvador. Este es un tatuaje de amor de hermano, un homenaje.

Hugo Vargas, hermano menor de David. Fue asesinado en 2014. Foto EDH / Cortesía D. Vargas

“Él murió a raíz de la delincuencia. Vivía en una zona un poco conflictiva, tenía problemas con el alcohol y eso lo exponía mucho. Tratamos con mi hermano mayor (Rafael, también jugador de voleibol de playa) de andarlo jalando, evitando. Me lo tatué, una foto bien peculiar de él, que siempre salía sacando la lengua, y me lo tatué así”, narra, al tiempo que explica que su hermano era un artista del tatuaje.

Foto EDH/René Estrada

El tatuaje de su muñeca izquierda es muy curioso, porque es exactamente igual al de la Barbería The Moustache, la cual es uno de sus patrocinadores. “Ellos dicen que vivo la marca”, dice entre risas David. “Me han apoyado mucho, son grandes amigos. Siempre quise hacerme ese bigote antes de que estuviera The Moustache. En un festival que hacen de tatuajes les dije que me lo iba a hacer, y The Moustache me regaló el tatuaje, eso sí es cierto. Es algo que me quería hacer, y justo era la marca de ellos“, comenta.

Foto EDH/René Estrada

Y ahora, otro homenaje escondido en la piel del entrevistado, una expresión de aprecio hacia un amigo que se adelantó en el camino.  

En la parte interna de su antebrazo izquierdo se tatuó un nombre: Carlos Leiva. Se trata del también seleccionado de voleibol de playa, quien falleció en 2012 mientras entrenaba, junto a David, en el gimnasio de este deporte, en la colonia Flor Blanca.

“Pepe” recuerda la angustia que sintió en ese momento, cuando vio que Leiva se desplomó de repente en la arena. Intentó reanimarlo, le dio incluso respiración de boca a boca; pero, ya en camino al hospital, Carlos expiró. Ese último aliento impactó en el antebrazo de Vargas. Y ahí decidió inmortalizar en tinta el nombre de su amigo y compañero, quien falleció debido a una falla cardíaca.

Vargas junto a Carlos Leiva, su compañero en la cancha que falleció en 2012. Foto EDH / Cortesía D. Vargas

Tanto quiere David a Carlos Leiva, que al contar esta anécdota sigue hablando en presente, y no en pasado, aunque hayan pasado ya más de 8 años.

“Es un gran amigo, fue mi concuño, ‘brother’ de siempre. El último año jugó conmigo (2012), le tengo mucho cariño. Él murió… el último respiro que sentí de él, cuando exhaló, fue que lo llevaba acá (en sus brazos), íbamos hacia el hospital. Y siempre le dije ‘te voy a llevar acá’ (antebrazo), y así decidí tatuármelo”.  

Así son los tatuajes para David: el reflejo de recuerdos personales y de su entorno familiar. Expresiones de amor y afecto. Y vienen más. 

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“Lastimosamente, el mejor amigo de mi hermano Hugo, que es el que me había tatuado, Chino Saúl, murió hace poco en un accidente, era mi tatuador”, dice primero “Pepe”, y luego continúa: “Tengo un tatuador, Pablo Monterrosa, que quisiera que me tatuara. Vamos a ver, tengo un par de ideas, un león, un David con un Goliat, algo que represente mi fe cristiana. Y quiero tatuarme en realismo la pelota (de beach volley) con la que jugué el mundial”, cierra con orgullo del deporte que ha marcado su vida. Sí, como un tatuaje.