"Famoso" Hernández, el boxeador que inspiró a una nación
Conoce la historia del primer campeón mundial del país: desde las calles de Los Ángeles hasta el Palacio de los Deportes que hoy lleva su nombre, "Famoso" escribió una historia de lucha, orgullo y legado.
Por
Carlos López Vides
Publicado el 17 de agosto de 2025
Carlos “Famoso” Hernández hizo historia en 2003 al convertirse en el primer campeón mundial de boxeo de El Salvador, tras vencer a David Santos y conquistar el título de la FIB. Hijo de salvadoreños de Soyapango, creció en California en medio de pandillas y encontró en el boxeo disciplina y propósito. Entre 1992 y 2009 acumuló 43 victorias, 23 por KO, 8 derrotas y 1 empate. Peleó con leyendas como Mayweather, a quien mandó a la lona. Su legado, reconocido con el Palacio de los Deportes que lleva su nombre, inspira a nuevas generaciones.
Campeón mundial y El Salvador. Esas palabras lograron juntarse por primera vez gracias a los puños de Carlos Hernández, "el Famoso", en 2003. Después de 22 años de ese momento histórico y con su reciente ingreso al Salón de la Fama del Consejo Mundial del Boxeo en junio de 2025, elsalvador.com conversa con la leyenda viviente del boxeo cuscatleco para hablar de sus inicios, sus momentos de oro y su legado.
Carlos no solo se subió al cuadrilátero por títulos: lo hizo por El Salvador, por su familia, y por ese bicho inquieto que alguna vez fue en las calles de Bellflower, California. Su historia combina la realidad dura de crecer en un ambiente lleno de pandillas con la tenacidad de un joven que se abrió paso a punta de disciplina, corazón y coraje.
Con esa garra como parte de su ADN, entre 1992 y 2009 forjó una impresionante carrera con 43 victorias (23 por KO), 8 derrotas y solo un empate, que curiosamente ocurrió en su debut, el día de su cumpleaños, el 22 de enero de 1992.
De cipote a campeón
Hernández nació y creció en Estados Unidos, hijo de salvadoreños oriundos de Soyapango. Fue en las calles del sur de California donde aprendió primero a defenderse y luego a boxear. “Era un bicho jodón”, recuerda entre risas. Su papá, preocupado por el ambiente pandillero, lo llevó a un gimnasio cuando tenía 15 años. Lo que parecía un castigo o una medida de protección se convirtió en una pasión que le cambiaría la vida.

Al principio no le gustaba el boxeo. “Veía cómo se daban riata en el gimnasio y decía: 'No, eso no es para mí'”. Pero cuando le tocó subirse al ring por primera vez y venció al más bravo del barrio en 1987 en un combate amateur, supo que tenía algo especial.
"Mi primer experiencia peleé con un moreno, que estaba pesado, te digo, y era de 156 libras. Y pues era yo chaparro, le llevaba como al pecho y y él era un grandote de Compton, e hicimos una pelea ahí en Permont y le le gané, gracias a Dios, le gané y me gustó esa sensación de ganar y recibir el trofeo y wow, mi primer trofeo", trae desde su memoria.
Desde ese momento, su apodo de “Famoso” —heredado por su abuelo— comenzó a tener peso en el mundo del boxeo.
¿Y por qué 'Famoso'? Porque cuando de niño visitó El Salvador, se peleaba con todos los cipotes, hacía travesuras, corría, subía, bajaba, diablura tras diablura… y todo mundo hablaba de él -o se quejaba-. Entonces, su abuelo comentaba del "Famosito", porque estaba en la boca de todo mundo. Y el mote lo acompañó, después, al cuadrilátero.
Famoso rememora cuando era niño y visitó el país a sus cuatro años.
Cuando empezó a pelear, el adolescente Carlitos ocupó los guantes como válvula de escape de mucha ira contenida que llevaba por dentro. Su estilo de boxeo tomó forma desde entonces: fajador, golpes en corto y siempre en busca del rival, sin esconderse.
"Yo era muy agresivo y esa agresividad vino de adentro. Yo creo que era el enojo, la frustración… quería hacer sentir orgulloso a mi papá, porque no era bueno para los estudios. No era mi culpa, yo creo que más que nada es que nadie me enseñó, las escuelas eran pésimas para enseñar a los jóvenes, especialmente a los latinos" en aquel Los Ángeles de finales de los 80s, recuerda hoy. Por eso, poco a poco dejó los cuadernos y escogió los guantes, porque "en la escuela no sabía qué hacer o qué pensar, pero sí quería hacer algo grande para mi país".
Forjado entre gigantes
Entrenó en el mítico Azteca Gym de Los Ángeles, donde llegaba a entrenar el legendario boxeador mexicano Julio César Chávez, Héctor “Macho” Camacho y otros campeones latinoamericanos. “Ahí tenía que pelear con hombres, aunque yo fuera un cipote de 16”, recuerda. Esa experiencia lo marcó y lo preparó para el alto nivel, aunque él mismo reconoce que no venía de una larga carrera amateur.
Carlos Hernández recuerda cómo fue su combate inicial como profesional.
En enero de 1992 debutó como profesional, justo el día de su cumpleaños, frente al mexicano Víctor Martínez. “Pensé que me lo iba a sonar fácil, pero me cansé. Fue empate. Ahí supe que esto no era un juego”. Ese aprendizaje lo llevó a tomarse la carrera más en serio. Poco a poco fue ganando terreno, hasta convertirse en uno de los boxeadores más queridos por la comunidad salvadoreña en Estados Unidos: hiló 21 victorias seguidas entre su debut y 1995.
Campeón por partida doble
Pocos recuerdan que Carlos fue campeón mundial en dos ocasiones. La primera, en 1996, al noquear a un filipino en el décimo asalto en Beverly Hills, con un título avalado por una organización menor. Sin embargo, su consagración total llegó en 2003, cuando venció por decisión unánime al puertorriqueño David "el Diamante" Santos y se coronó campeón mundial de la Federación Internacional de Boxeo (FIB).
43
peleas ganó Hernández en su carrera, 24 de ellas por KO.
Fue una noche mágica en Las Vegas, con buses llenos de salvadoreños que viajaron desde Los Ángeles para apoyarlo. Incluso llegaron figuras como Alexis Argüello, Roberto "Mano de Piedra" Durán y el entonces presidente de El Salvador, Francisco Flores. “No sentía presión, sentía que era mi momento”, dice. Y así fue.
Cuando “Money” tocó la lona
Una de las anécdotas más recordadas de su carrera fue su pelea en 2001 contra Floyd “Money” Mayweather, hoy considerado uno de los mejores de todos los tiempos. Aunque perdió por decisión, Carlos puede presumir de ser el único salvadoreño —y uno de los pocos boxeadores— que logró mandar a la lona al invicto estadounidense. “Fue una pelea dura, pero de mis favoritas. Floyd después me felicitó y dijo que yo iba a ser campeón”.
Orgullo nacional
Su conexión con El Salvador siempre fue profunda, aunque creció lejos. “Desde cipote soñaba con ser presidente para ayudar a los pobres de mi país”, cuenta. Y aunque la política no fue su camino, su legado lo ha convertido en un ícono nacional.

Hoy, el Palacio de los Deportes lleva su nombre. También hay calles, parques y canchas que lo honran en Soyapango. “Lloré cuando lo vi. Es algo que quiero que mis hijos vean, porque esto lo soñé desde niño”.
Un legado que inspira
En junio de 2025, el boxeador de raíces salvadoreñas ingresó a la historia entre los mejores boxeadores del planeta, y compartió en redes este video con sus palabras de agradecimiento.
Carlos Hernández se retiró hace más de 15 años, pero su historia sigue inspirando a nuevas generaciones. Su carrera demuestra que no importa de dónde vengás, si tenés disciplina y corazón podés cambiar tu destino. Desde los guacales helados con que se bañaba en un mesón de Soyapango cuando visitaba a su abuela, hasta las luces de Las Vegas, “Famoso” nunca olvidó quién era ni de dónde venía.
“Yo no era el más fuerte ni el más alto, pero sí el que más corazón tenía”, dice. Y ese corazón lo convirtió en leyenda.
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