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Dios a la carta: Escritos polémicos

El ser humano tiene esa necesidad de creer, trascender y buscar soluciones a sus dilemas, preguntas y dolores; la historia no agota todo, y parece que en nuestro aparato cognoscitivo tenemos una ventana orientada a escenarios trascendentes o espirituales. Para algunos esto se resuelve con la sola razón, pero para la gran mayoría no… y muchos diseñan y creen en ese dios a la carta…

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Por Oscar Picardo Joao
Publicado el 19 de agosto de 2022


El fanático, probablemente en nombre de Dios, intentó asesinar a Salmán Rushdie, autor de los “Versos Satánicos”, por jugar en su realismo mágico con el “episodio de las grullas”; resulta que Mahoma admitió a tres diosas de su antiguo panteón: al–Lat, Uzza y Manat, hijas de Ilah (Al·lah); sin embargo, cuando se percató de que su decisión era fruto de una argucia satánica, procuró enmendar el error…


El ser humano tiene una necesidad profunda de recurrir a la trascendencia, sobre todo, ante el miedo, la incertidumbre, la enfermedad o la muerte; busca a la divinidad para refugiarse del dolor o para encontrar una interpretación del absurdo. De hecho, el origen de la religión es el miedo…


La propia Biblia está inundada de mitos y sagas culturales, interpretativos y explicativos sobre los absurdos e incomprensiones de la humanidad; así, el hagiógrafo desde las tradiciones orales diseña explicaciones para dar cuenta de los misterios de la divinidad en función de sus necesidades.

Este Dios de las religiones históricas -judaísmo, islamismo y cristianismo- a veces es un ser bondadoso y otras veces es cruel; y ahí aparece uno de los hitos irresueltos por todas las teologías: El Mal.


El problema del mal ha evolucionado -desde la perspectiva mítica y simbólica- como pecado, falta, mancha hasta llegar a un existencial humano; a veces el dios sádico o castigador aparece en los “mitos de caída” con narrativas particulares, sea en el caso de Adán y Eva (desobediencia), Caín y Abel (envidia) o Job (probar su lealtad). Restricciones, venganza o apuestas son los hilos conductores de estas historias que buscan explicar el mal. En la literatura aparece el Leviatán y un ángel caído con muchos apodos Satán, diablo, demonio, príncipe del mal, Belcebú.


Agustín de Hipona, desde el enfoque platónico, será uno de los primeros teólogos e intentar exculpar a Dios sobre el origen del mal; si Dios es bueno y omnisciente, ¿por qué permitió el mal? era la pregunta fundamental.


El debate antropológico dicotómico, sobre el alma como un caballo desbocado (Sarx versus Pneuma) se venía bosquejando desde los movimientos platónicos y estoicos, en busca de la eudaimonia; Agustín de Hipona elabora una teodicea y llama al mal metafísico, lo cual permite comprobar los desórdenes y las carencias de la Creación; de aquí que Dios es el garante de todo lo que ocurre; por tanto, la Creación es absolutamente armónica y tiene el mal como anécdota. Dios no es el origen del mal y el mal no se debe a la creación. Pero esto no resuelve el problema…
¿De dónde viene el desorden, el pecado y los accidentes? La respuesta de Agustín de Hipona crea una nueva arquitectura, cambiando la a verticalidad de la trascendencia por la horizontalidad de la inmanencia: El mal surge del hombre “Adversio a Deo et convertio ad creatura”.


Ontológicamente no hay mal, el mal es simplemente ausencia de bien, pero hubo un “pecado original” que generó una condición heredada a través de la concupiscencia sexual; de ahí surge otra condición dogmática: “extra bauplismii nulla salus” (fuera del bautismo no hay salvación) y la visión peyorativa de la sexualidad humana. El debate siguió con los Pelagianos y más tarde con la teología medieval Anselmiana.


Al final, el problema quedó congelado e irresuelto, había en la historia de la humanidad una persona exenta del pecado original que no podía sufrir, padecer ni morir: María; la teología creó un concepto de “dormitio”, y como no funcionó fue más allá y creo el dogma de la “Asunción”.


En el “Mysterium Fidei” de las religiones siempre ha estado presente el dolor, el miedo, la culpabilidad, la angustia, la violencia, los sacrificios; un dios sádico (François Varone, 2010), pero parece que no es el ser trascendente, sino una proyección e interpretación humana desfigurada.


Paradoja o trilema de Epicuro nos plantea algunos desafíos de una lógica compleja: ¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?


Pero vamos a preguntas más pragmáticas desde otro punto de vista: ¿Cómo es posible que el terrorista o narcotraficante se ponga a rezar u orar antes de cometer sus crímenes?, ¿Qué sentido tiene que los jugadores de dos equipos rivales realicen plegarias y persignaciones antes de un partido? ¿Puede Dios tomar partido? ¿Por qué es más intensa la fe ante la enfermedad crónica o la muerte? Si todo depende de Dios, ¿juega el Omnipotente a los dados para decidir si una bomba o misil cae en tal o cual ciudad o si un cáncer fulminante aniquila la vida de un niño o niña de 5 años de edad?, ¿puede dios intervenir en la historia?, y si puede ¿por qué permite el mal o la crueldad de la guerra?, ¿qué puede ocasionar un milagro? Hay muchas preguntas y pocas respuestas.


Como sea, a la gente le gusta diseñar dioses y religiones a su medida; además necesita creer y canalizar ese tipo de conocimiento epistémico llamado “fe” (latín fides, griego pistós); la fe es una forma de creencia en algo no tangible que condiciona determinados comportamientos.


¿Es el mismo Dios, el de todas las religiones -budismo, cristianismo, judaísmo, islamismo- interpretado de modo distinto por las culturas diversas? ¿Debemos creer en sus profetas, enviados o mesías?


Para muchos la religión funciona como la controversial serie de Netflix “El Mesías” de Michael Petroni; buscan a dios por intereses mágicos o milagrosos, se fascinan por los portentos posibles, quieren sanación y un dios que sea como una caja de herramientas para resolver problemas.

Definitivamente el ser humano tiene esa necesidad de creer, trascender y buscar soluciones a sus dilemas, preguntas y dolores; la historia no agota todo, y parece que en nuestro aparato cognoscitivo tenemos una ventana orientada a escenarios trascendentes o espirituales. Para algunos esto se resuelve con la sola razón, pero para la gran mayoría no… y muchos diseñan y creen en ese dios a la carta…


Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/
opicardo@asu.edu

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