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Día del Maestro salvadoreño

La profesión del maestro es una de las más hermosas porque descorre el velo de la ignorancia, porque nutre de sabiduría el alma y el espíritu del educando, porque prepara a los alumnos hacia una vida de provecho y bienestar.

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Por Carlos Alberto Saz
Publicado el 21 de junio de 2022


Sí, este miércoles 22 de junio estamos celebrando el día de uno de los adalides más admirados de la sociedad, a uno de los forjadores más dignos de la cultura y la educación nacionales: el maestro, guía moral y espiritual de la niñez y la juventud por los floridos senderos de la enseñanza más esclarecida.


Ya el filósofo Aristóteles, cinco siglos antes de Cristo, dijo: “Educar es dar al cuerpo y al espíritu, toda la belleza y la perfección necesarias”. Y esa es precisamente la labor del maestro: embellecer el cuerpo y el espíritu del alumno, con la sutileza y el encanto de una educación sustentada en los valores y las normas de la moral, la ética y el civismo.
El Diccionario de la Real Academia Española define el término ‘maestro, tra’ así: “I. Adjetivo: 1. Dicho de una persona o de una obra. De mérito relevante entre las de su clase. Masc. y Fem. 2. Persona que enseña una ciencia, arte u oficio o tiene título para hacerlo. 3 Maestro de primera enseñanza. 4. Persona que es práctica en una materia y la maneja con desenvoltura” (hay cuatro extensas definiciones más).


He aquí un acróstico de mi propia inspiración dedicado a los maestros de todo el país:


Mensajero de la paz, el honor y la concordia//

Auriga que conduce el carruaje de la enseñanza//

Eres luz refulgente en el camino de la educación//

Sirves con honor tu apostolado en la docencia//

Talentoso forjador de generaciones de discípulos//

Reconocemos en ti tu entrega por enseñar al que no sabe//

Oficioso mentor en el bello arte de la pedagogía.


La profesión del maestro es una de las más hermosas porque descorre el velo de la ignorancia, porque nutre de sabiduría el alma y el espíritu del educando, porque prepara a los alumnos hacia una vida de provecho y bienestar; en fin, porque abre las puertas del futuro del educando para que este pueda convertirse en un ciudadano útil a sí mismo, a su familia y a la patria en general.


Aunque es una de las profesiones mal remuneradas, no sólo aquí, sino que en todo el mundo, principalmente el bajo salario del maestro rural, que tiene que esforzarse, vadeando caminos pedregosos o lodosos en invierno, para llegar a tiempo a su escuelita, donde lo esperan sus alumnos ansiosos de saber. Pero él, como un titán de la enseñanza, va contento, con el corazón alegre, sabiendo que su entrega es con amor, con devoción, con vocación, pese a su salario irrisorio.


Y al respecto, veamos lo que dice del maestro de la campiña el doctor Alfredo Huertas García, en los Ejercicios de dictado de su libro “Ortografía metódica de la lengua española”, Editorial Porrúa, S. A., México, 1973:


“El maestro de escuela. Digno de ser enaltecido es el maestro de escuela, principalmente el de las poblaciones rurales. Hombre que entierra su juventud en un lugar apartado de los refinamientos de la civilización, que envejece rápidamente, que disfruta, a penas, de las delicias hogareñas y que se extingue sin dejar otra huella que la de un recuerdo fugaz”.


“Es el ente de indumentaria descuidada, vestido con ropas baratas, mal alimentado, casi calvo y desdentado antes de cumplir los treinta años; los ojos lagrimeantes tras los gruesos vidrios de las gafas; enfermizo, encorvada su espalda, el pecho hundido, temblonas sus extremidades”.


“Sin embargo, este homúnculo, de aspecto mezquino, es un verdadero titán: el sembrador incansable de la semilla de la instrucción y de la cultura. Gracias a su denodado esfuerzo, la agobiadora plaga del analfabetismo va desapareciendo de la superficie de la tierra”.


“Su hogar es la escuela; las aulas, sus habitaciones; su familia, los discípulos, que se renuevan constantemente; su principal preocupación, el éxito de los alumnos en exámenes; su distracción, el corregir ejercicios y la preparación de tareas docentes; sus ocios, el continuo estudio para mejorar siempre los sistemas de la enseñanza que imparte”.
“¡Honor a este modesto funcionario que realiza en silencio, su trabajo tan heroico y tan beneficioso para la Humanidad, sin otras compensaciones que las de percibir un salario irrisorio!”.

Maestro, psicólogo, gramático.

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