“Esto es de todos”: la familia que empujó el sueño dorado de los hermanos Guardado
El histórico oro de Yoel y Christopher Guardado en el NORCECA de voleibol playa es más que un metal. Es la cima de un proceso de sacrificio, fe y amor familiar
Por
Carlos López Vides
Publicado el 03 de diciembre de 2025
La hazaña de Yoel y Christopher Guardado en el Tour NORCECA, con su histórico oro 2-0 ante México, surge de años de sacrificio familiar. Desde que su madre vio su potencial y buscó una beca para alejarlos de una escuela conflictiva, la familia apostó todo al voleibol. Entre buses desde la sacamilpa al Cafetalón, entrenos de hasta ocho horas y torneos sub-21, creció su disciplina. La final en Managua se vivió entre nervios y emoción, coronando ese proceso. Para sus padres y su hermana, el triunfo confirma una fe compartida que hizo posible esta historia de oro y orgullo familiar. (
El domingo pasado, el apellido Guardado retumbó con fuerza en Nicaragua y en El Salvador. Christopher y Yoel, los gemelos que han venido creciendo torneo a torneo en este deporte, alcanzaron la gloria: oro en la décima parada del Tour NORCECA de voleibol de playa, con un 2-0 inolvidable ante la dupla mexicana. Fue un hito para el país, el primero para una pareja masculina salvadoreña en este circuito. Pero en casa, más allá de las estadísticas, se vivió como el premio a una historia de entrega total.
“Esto es de todos”, dice Adriana, su hermana, con voz emocionada, durante la plática en el podcast Sin Agenda de elsalvador.com. Y lo es. Porque esta victoria comenzó años atrás, cuando su madre, Ceci, sólo quería que sus hijos tuvieran una oportunidad.
“El profesor Eduardo Zavala me dijo que los llevara a entrenar el deporte, que les veía potencial", recuerda.
En ese momento, apenas jugaban para divertirse en otro deporte, en fútbol. Pero algo había.

Pronto, la visión se volvió más seria: “Yo lo que quería era que ellos ganaran para optar a una beca educativa. La situación estaba difícil, había conflicto en la escuela donde estudiaban (Nota: la situación de violencia que vivía el país), y me daba miedo que siguieran allí”, narra la madre, en relación al ambiente donde los chicos se estaban formando, en la Colonia Zacamil.
La decisión fue clara: apostarlo todo al voleibol. Desde entonces, Ceci y Edwin, su padre, se convirtieron en cómplices de una rutina extenuante. Todos los días, los chicos viajaban en bus desde la colonia Zacamil hasta El Cafetalón, en Santa Tecla, para entrenar voleibol playa con el profesor Zavala. “Nunca dijeron ‘no quiero ir a entrenar’, aunque a veces les costaba levantarse”, cuenta su mamá. El compromiso era total. Incluso desde que eran apenas adolescentes, competían en torneos sub-21, sin miedo al reto.
Edwin, el padre, lo admite con una sonrisa: “Yo fui futbolero, y ellos también. Uno era delantero, el otro defensa. Pero me metí en este rollo del voleibol por ellos. Aunque a veces me daba miedo que fueran tan lejos en bus, su mamá fue sabia y se los llevaba igual”. Al ver su dedicación, no hubo más dudas.
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El entrenamiento no era liviano. Algunas jornadas duraban hasta ocho horas. “Cuando pierden, entrenan el doble”, afirma Ceci. Esa es la mística que los ha llevado lejos. Desde pequeños buscaban exigencia, aprender más, superarse.
El momento dorado
Y todo eso cobró sentido en Managua. La familia estaba reunida celebrando el cumpleaños del abuelo, cuando llegó la gran final. Edwin recuerda los nervios, la ansiedad: “Yo decía, ‘un 80-20 a favor, pero va a estar difícil’. Es que el rival era México. Cuando vi que ganaron el primer set, me puse más nervioso todavía. Y ese último punto, cuando la pelota choca la red y cae del lado de ellos… fue el toque de Dios”.

Adriana, mientras tanto, lo vivía desde otra emoción: “Fue como ver todo el trabajo de años realizado. Recordé las veces que estábamos del otro lado, cuando la pelota chocaba en la red y perdíamos. Hoy fue diferente. Hoy soy la hermana de los campeones, me siento orgullosa de ellos”.
"Fue como ver todo el trabajo que mis hermanos han hecho, todo el esfuerzo que le ponen, todo el amor que ponen el deporte y la importancia que le dan a a representar al país. Fue como... me crecí pues, o sea, fue como: 'Soy la hermana de estos campeones. Fue como recordar cuando ellos nacieron porque yo cuando supe que iba a tener hermanos gemelos, dije, 'soy una superestrella porque quién tiene hermanos gemelos, ¿verdad?'. Y no me decepcionó en todo el proceso. Ahora, lo veo como algo que todo el mundo sabe que soy la hermana de los gemelos, pero ha sido algo que toda la vida lo he disfrutado, es un una gran bendición de Dios y ahora este gran logro es de la familia".
Para Ceci, fue muy impactante cómo cerraron el juego ante Canadá, en semifinales. “Le ganaron a Canadá y en ese partido, ese último punto fue hermoso. Yoel cuando salió el bloqueo, cambió la pelota. Entonces dije, 'terminar un partido así... ¡juela!' Y le dije a mi esposo: 'Mirá, si México no se para bien... porque el que está ahí ante los gemelos, se tiene que parar bien para poder ganar... Si México no se para bien, estos bichos les van a ganar'. Y así fue".
Más allá del marcador, del podio y de la medalla ante una potencia como México, este logro habla de una familia que creyó. Que apostó por dos niños con talento, los apoyó sin reservas, y vivió cada paso con ellos. Que construyó, entre todos, esta historia de oro.

Así los resume su familia
Ceci (madre):
- Yoel: ternura.
- Christopher: “me abraza y no me quiere dejar ir.”
Edwin (padre):
- Yoel: emotivo.
- Christopher: concentrado.
Adriana (hermana):
- Yoel: corazón.
- Christopher: mente.
Hoy, los Guardado no sólo son campeones NORCECA. Son el reflejo de lo que una familia unida, con fe, disciplina y amor, puede lograr.
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