El legado y curiosidades del Carnaval de San Miguel, la fiesta que une a todos

Hablar del Carnaval de San Miguel es hablar de identidad, música, tradición y una alegría que desborda generaciones. Año con año, miles de salvadoreños —y visitantes del extranjero— se dan cita en la ciudad migueleña para celebrar una de las fiestas más grandes y emblemáticas del país.

Pero detrás de esa explosión de colores, carrozas, orquestas y comparsas, existe una historia que muy pocos conocen y que se remonta a un gesto sencillo pero poderoso: el deseo de compartir la alegría con todos.

Aunque hoy se reconoce su trayectoria de 66 años, el Carnaval tiene 65 celebraciones oficiales, ya que en 1989 debió cancelarse por motivos de seguridad. Sin embargo, esa pausa nunca ha opacado la fuerza de una fiesta que desde su primer día nació para unir.

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La primera edición: magia, música y una reina prestada

La chispa que encendió el Carnaval surgió en 1958, cuando Miguel Félix Charláix, un farmacéutico reconocido en San Miguel, asistió a una fiesta privada organizada por las sociedades exclusivas de la época: la Sociedad de Empleados, el Club Internacional, el Casino Migueleño y el Club Deportivo Águila. Desde los balcones, decenas de personas sin invitación observaban el baile, apretujándose unas con otras solo para ver a la orquesta y a las parejas que disfrutaban dentro.

A Charláix aquella escena lo marcó profundamente. “El doctor Charláix vio cómo la gente se arremolinaba en los balcones y se subía uno encima de otro para ver a los bailadores y escuchar la orquesta. Al doctor le pudo tanto aquello y salió a la calle y les dijo: ‘A partir del próximo año también ustedes van a tener su fiesta, van a tener su baile’”, relató Alirio Mena, comunicador y coordinador del Comité de Festejos de San Miguel en una entrevista.

Y así fue. En 1959 nació oficialmente el primer Carnaval de San Miguel: una fiesta abierta, democrática y popular, hecha para que todos —sin distinción social— pudieran disfrutar.

El primer Carnaval se realizó con entusiasmo, creatividad y el deseo firme de hacer historia. Con apenas cuatro orquestas, vistosas decoraciones en la Cuarta Calle Poniente y personajes disfrazados de la mitología cuscatleca, arrancó una celebración que se extendió hasta las cuatro de la madrugada.

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A pesar de la abundancia de comida y bebida, no alcanzó para toda la gente que llegó. Pero lo más importante sí sobró: la alegría colectiva que marcaría para siempre al oriente del país.

Curiosamente, aquel primer Carnaval no tuvo reina propia. La coronación estuvo a cargo de Ana Mirian Zaldívar, quien era la reina de los Juegos Florales de ese mismo año. El concurso oficial llegó hasta 1959, cuando María Victoria Simonut se convirtió en la primera reina “formal” del Carnaval.

Para muchos migueleños, Miguel Félix Charláix no solo fue un emprendedor, sino un visionario. Propietario de la farmacia Cruz Roja y expresidente del Club Deportivo Águila, su mayor legado fue regalarle al pueblo una fiesta que borrara las barreras sociales.

Su vida terminó trágicamente en 1966, cuando, durante el aterrizaje de un avión, la rueda tocó cables de alta tensión y provocó un accidente que le costó la vida. Sin embargo, su obra continúa viva: cada año, miles celebran el Carnaval que él soñó para todos.

El Xuc: la banda sonora de la fiesta

El Carnaval no solo dio vida a una tradición, sino también a un género musical único y profundamente salvadoreño: el Xuc. Inspirado en la armonía social y el ambiente vibrante del segundo Carnaval, el maestro Francisco Palaviccini compuso la icónica canción “Carnaval en San Miguel”, presentada en 1961 durante el tercer año de celebración.

“El Xuc… es una melodía inspirada en el momento democrático que viven esa noche las clases sociales de San Miguel. Es emocionante ver al pueblo migueleño unido bajo la misma alegría”, citó Mena, recordando las palabras de Palaviccini en la revista conmemorativa del 50 aniversario.

Pero el Xuc no solo se escuchó; también se bailó. Esa misma noche, María Adela Amaya de Courtade presentó los pasos oficiales del baile: seis movimientos básicos —talón, puntas, talón— acompañados de caderas vivas que marcan el ritmo. Amaya dejó claro que no era un baile folklórico, sino una expresión tradicional creada especialmente para el Carnaval.

El vestido que cuenta la historia del Chaparrastique

Uno de los elementos más emblemáticos de la presentación del Xuc fue el vestido diseñado por Amaya, lleno de símbolos y significados. Según Saúl Cerritos, director del Museo Regional de Oriente, la prenda estaba cuidadosamente construida para representar la esencia migueleña:

• El color negro evocaba la piedra volcánica producto de la erupción del Chaparrastique del 21 de septiembre de 1787.
• Las mangas blancas representaban la paz.
• Los listones multicolores simbolizaban el arcoíris de la alegría migueleña, cada uno decorado con cascabeles que sonaban al ritmo del Carnaval.
• Los antifaces aludían al carácter festivo y desinhibido de la noche.

A esto se sumaban un collar con una medalla de la Virgen de La Paz y un penacho adornado con plumas y antifaces, completando un atuendo que hasta hoy es un referente cultural.

• Nota elaborada con reportes de El Diario de Hoy