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Trump ordena pruebas nucleares de EE.UU. tras ejercicios de Rusia

Putin y Trump reactivan temores sobre el regreso de las pruebas nucleares

Las tensiones entre Rusia y Estados Unidos reavivan el fantasma de la carrera armamentista y ponen en riesgo más de tres décadas de contención nuclear.

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Por EFE
Publicado el 06 de noviembre de 2025

 

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Vladímir Putin y Donald Trump han reactivado la tensión nuclear al insinuar la posibilidad de retomar ensayos atómicos, una práctica abandonada desde los años noventa. Rusia acusa a Occidente de “histeria militarista”, mientras Estados Unidos justifica pruebas “de sistema” para mantenerse en igualdad con Moscú y Pekín. La falta de avances en la renovación del tratado START III y la exclusión de potencias como China agravan la desconfianza. Aunque expertos descartan un regreso inmediato a las pruebas, el discurso de ambos líderes revive el temor a una nueva carrera armamentista y pone en riesgo tres décadas de contención nuclear.

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El anuncio del presidente ruso, Vladímir Putin, sobre la posible reanudación de los ensayos nucleares ha encendido las alarmas en la comunidad internacional. La advertencia llega después de que el mandatario estadounidense, Donald Trump, ordenara “igualar las condiciones” con Rusia y China en materia de pruebas de armamento atómico, marcando un giro inquietante en la relación entre las dos potencias.

Putin, que planteó al Consejo de Seguridad ruso la conveniencia de retomar los ensayos, acusó a Occidente de mantener una “histeria militarista antirrusa”. Su portavoz, Dmitri Peskov, subrayó que la respuesta de Estados Unidos demuestra una “actitud provocadora”, mientras el Kremlin insiste en que la moratoria vigente se mantendrá solo si Washington hace lo mismo.

En apenas dos semanas, Moscú y Washington pasaron de hablar de cooperación estratégica en Budapest a revivir el lenguaje del enfrentamiento nuclear, algo que no ocurría desde los años posteriores a la Guerra Fría.

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El desarme en punto muerto

El eje del conflicto se centra en la falta de avances para renovar el tratado START III, último acuerdo de desarme entre ambas naciones, que expira en febrero. Estados Unidos se niega a extenderlo sin incluir a China, mientras Rusia sostiene que no hay tiempo para renegociar condiciones tan complejas.

El descontento en el Kremlin también tiene un trasfondo interno. Según un sondeo oficial, el 83 % de los rusos se declara cansado de la prolongada “operación militar especial” en Ucrania. Para varios analistas, la retórica nuclear funciona como una estrategia política para mantener la cohesión nacional y proyectar fuerza ante las sanciones occidentales.

Putin desempeñó su papel habitual: el del líder que escucha pacientemente a su círculo militar. El ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor le instaron a realizar pruebas cuanto antes, mientras los sectores más duros del Parlamento reclamaron demostrar a Occidente que Rusia no cederá ante la presión económica. Finalmente, el presidente optó por una salida intermedia: mantener la moratoria mientras Estados Unidos no la rompa, pero encargar un informe sobre la viabilidad de retomar los ensayos.

El opositor Gari Kaspárov calificó la maniobra de “chantaje nuclear habitual”, al tiempo que advirtió que la escalada es más simbólica que práctica. “Es una guerra de nervios”, aseguró.

Vladímir Putin y Donald Trump han reactivado la tensión nuclear al insinuar la posibilidad de retomar ensayos atómicos, una práctica abandonada desde los años noventa. Foto: archivo
Vladímir Putin y Donald Trump han reactivado la tensión nuclear al insinuar la posibilidad de retomar ensayos atómicos, una práctica abandonada desde los años noventa. Foto: archivo

Washington responde con ambigüedad

En el otro lado, Donald Trump confirmó que solicitó al Departamento de Guerra realizar “pruebas de sistema” en igualdad de condiciones con Rusia y China. “Realmente odio hacerlo, pero no tengo opción”, dijo el mandatario. Sin embargo, el secretario de Energía, Chris Wright, aclaró que las pruebas previstas no son explosivas, sino de verificación tecnológica.

Aun así, el lanzamiento de un misil intercontinental Minuteman III desde California fue interpretado en Moscú como una provocación. Los funcionarios rusos criticaron la falta de transparencia estadounidense sobre el alcance real de sus ensayos, mientras insistieron en que los lanzamientos del misil de crucero Burevéstnik y el dron submarino Poseidón, ambos de propulsión nuclear, no constituyen pruebas atómicas.

Los expertos militares de ambos países coinciden en que un eventual reinicio de pruebas no ocurriría de inmediato. El polígono ruso de Nueva Zembla, escenario del último ensayo soviético en 1990, requeriría meses o incluso años de preparación. En Estados Unidos, algo similar ocurriría con las instalaciones de Nevada, utilizadas por última vez en 1992.

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Un equilibrio global cada vez más frágil

La situación actual refleja el agotamiento del sistema de control de armas que rigió desde el fin de la Guerra Fría. Ni el START ni otros acuerdos internacionales incluyen a potencias emergentes como China, India, Pakistán o Corea del Norte, que mantienen programas nucleares activos fuera de los mecanismos de supervisión global.

Beijing realizó su última prueba en 1996 y se niega a adherirse a los tratados de reducción de armamento, mientras Corea del Norte efectuó seis entre 2006 y 2017. Esa falta de compromiso multiplica los riesgos de una nueva carrera atómica, donde las decisiones de Washington y Moscú podrían marcar el ritmo de una era más inestable.

Pese al tono desafiante, analistas en ambos países creen que ni Putin ni Trump desean realmente cruzar la línea del ensayo nuclear. Los preparativos técnicos, el costo político y el impacto ambiental serían demasiado altos. Pero la retórica de fuerza en plena disputa geopolítica refuerza un escenario donde la disuasión vuelve a ser el lenguaje central de la diplomacia.

Para el mundo, el desafío es preservar más de tres décadas de contención nuclear y evitar que las tensiones bilaterales sepulten los logros alcanzados desde 1992. En un planeta ya marcado por crisis energéticas y conflictos regionales, el regreso de la sombra nuclear sería un salto atrás que pocos están dispuestos a aceptar.

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