Cempasúchil: la flor mexicana que mueve millones y conserva tradiciones

Una oportunidad para emprendedores y exportadores interesados en el mercado cultural latinoamericano

Cada octubre, los campos de Atlixco, Puebla, en el centro de México, se pintan de naranja intenso con la flor de cempasúchil. Este cultivo, profundamente ligado a la tradición del Día de Muertos, no sólo preserva un legado ancestral, sino que también impulsa una economía estacional que mueve millones en el país y ofrece oportunidades para emprendedores, exportadores y miembros de la diáspora interesados en productos de valor cultural.

El cempasúchil, con su característico aroma y color, es el protagonista indiscutible de las ofrendas que honran a los difuntos cada 1 y 2 de noviembre. En Atlixco, los floricultores comienzan la cosecha desde finales de octubre, con jornadas extensas donde se seleccionan a mano las mejores flores. Estas son enviadas a mercados y ferias de todo México, desde Sonora hasta Chiapas. Con más de 20 pétalos por flor, su fragancia penetrante es considerada esencial para "guiar" a las almas de regreso a sus hogares, según la tradición.

Puebla: líder nacional en producción

Según datos oficiales de autoridades estatales, Puebla concentra el 72% de la producción nacional de cempasúchil y terciopelo (otra flor de temporada). Solo en Atlixco, se cultivaron más de 300 hectáreas de cempasúchil este año, y entre 200 y 250 hectáreas de terciopelo, lo que asegura el abasto nacional y posiciona a la región como una de las principales proveedoras.

Productores como Lorenzo Díaz Ortega, floricultor local, aseguran que la demanda crece cada año, con compradores que llegan de estados como Hidalgo, Oaxaca, Michoacán, Tlaxcala, Chiapas, Durango, Zacatecas y hasta Quintana Roo. "Cada vez llegan más camiones. La gente busca buena flor, fresca, con aroma fuerte y colores vivos. Y aquí, eso lo garantizamos", explica Díaz, quien ha visto crecer la industria a lo largo de las últimas dos décadas.

La venta se realiza principalmente en los mercados regionales, donde los compradores negocian precios según volumen, calidad y frescura. El costo por manojo puede variar entre 25 y 50 pesos mexicanos (entre US$1.40 y US$2.80), mientras que los arreglos artesanales o coronas pueden alcanzar precios mucho mayores, especialmente en zonas urbanas o para exportación.

Una industria con potencial internacional

Aunque su vida útil es corta —de tres a cuatro meses—, el cempasúchil representa un nicho de mercado con potencial para la exportación y la elaboración de subproductos como tés, aceites esenciales, cosméticos naturales o artesanías con valor cultural. Empresas mexicanas ya comienzan a explorar usos en la industria alimentaria (como colorantes naturales) y en la medicina tradicional, gracias a sus propiedades antiinflamatorias.

Esto abre posibilidades para negocios en la diáspora salvadoreña y centroamericana que deseen distribuir productos tradicionales durante temporadas festivas. De hecho, ya hay casos de emprendedores salvadoreños que importan la flor deshidratada para elaborar decoraciones o productos simbólicos destinados a comunidades nostálgicas de sus raíces.

Oportunidades para emprendedores salvadoreños

Para El Salvador, donde la influencia de la cultura mexicana se ha intensificado gracias a los medios y la migración, el cempasúchil puede representar una oportunidad de negocio poco explorada. Emprendedores pueden considerar alianzas con productores mexicanos para importar la flor en pequeña escala, venderla en florerías especializadas o usarla como base para productos artesanales.

También existe potencial para desarrollar cultivos experimentales en zonas con clima templado del país, aprovechando el creciente interés por el Día de Muertos y otras festividades que conectan con las tradiciones ancestrales latinoamericanas. Las redes sociales han contribuido a este auge, con decoraciones, maquillajes y productos inspirados en esta celebración ganando terreno en el mercado juvenil.

Desde un enfoque comercial, la temporalidad del cempasúchil es una ventaja competitiva: su alta demanda se concentra en pocas semanas del año, lo que permite organizar producciones o importaciones planificadas y generar ingresos adicionales sin comprometer otras operaciones.

En un mundo donde la cultura se ha convertido en un activo económico, el cempasúchil es más que una flor de temporada. Es una puerta a la memoria, pero también a modelos de negocio que conectan tradición y economía con un enfoque sostenible, culturalmente significativo y con impacto positivo en comunidades tanto rurales como migrantes.

Para quienes buscan emprender con sentido, invertir en cultura y rescatar lo nuestro, esta flor podría ser el inicio de una historia con raíces profundas y horizontes amplios.