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Familias salvadoreñas se reúnen en los cementerios para adornar las tumbas con flores y ofrendas, en una tradición que mezcla fe, amor y memoria. Fotografía/ Archivo

Día de los Fieles Difuntos, tradición viva que une fe y cultura en El Salvador

Cada 2 de noviembre, El Salvador conmemora el Día de los Fieles Difuntos entre flores, rezos y sabores tradicionales, una celebración que une generaciones en memoria y fe.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 01 de noviembre de 2025

 

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Cada 2 de noviembre, El Salvador conmemora el Día de los Santos Difuntos, una tradición que mezcla raíces prehispánicas y católicas. En esta fecha, las familias visitan los cementerios para adornar tumbas con flores, compartir comidas típicas como tamales, hojuelas o fiambre, y recordar con fe a quienes han partido. Más que una jornada de luto, es una celebración de la memoria y la vida. Según el historiador Herbert Erquicia, esta costumbre refleja la identidad salvadoreña y su manera de entender la muerte como continuidad, donde cada generación mantiene viva la conexión con sus antepasados.

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Por generaciones, el Día de los Fieles Difuntos, celebrado cada 2 de noviembre, ha sido una de las fechas más significativas dentro del calendario cultural salvadoreño.

No se trata únicamente de una jornada de luto, sino de una profunda manifestación de memoria colectiva, identidad familiar y raíces históricas.

El historiador Herbert Erquicia, invitado al podcast Sin Agenda de elsalvador.com, explicó que esta conmemoración es una de las tradiciones más arraigadas del país, junto con el Día de la Cruz y las festividades patronales.

“Es una de las costumbres más importantes del Salvador, porque refleja cómo entendemos la vida y la muerte”, comentó.

Los cementerios del país se llenan de vida, música y oración durante el Día de los Santos Difuntos, una de las fechas más significativas del año. Fotografía/ Archivo
Los cementerios del país se llenan de vida, música y oración durante el Día de los Fieles Difuntos, una de las fechas más significativas del año. Fotografía/ Archivo

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Una celebración con raíces híbridas

El Día de los Difuntos no nació en un solo punto del tiempo. Según Erquicia, su origen está marcado por un encuentro entre dos mundos: las creencias prehispánicas de los pueblos originarios y las prácticas religiosas traídas por el catolicismo durante la colonización.

En El Salvador hay dos conmemoraciones. “El primero de noviembre es el Día de Todos los Santos, mientras que el 2 de noviembre es el Día de los Difuntos”, explicó el historiador. “Ambas fechas pertenecen al calendario judeocristiano, pero con el tiempo se fusionaron con elementos culturales de raíz indígena, dando como resultado una tradición única”.

“El primero de noviembre se dedica a todos los santos y mártires reconocidos por la Iglesia Católica; el 2 de noviembre es para recordar a los fieles difuntos, a nuestros familiares y amigos que han partido”, explicó.

Aunque ambos días están ligados, el segundo tiene un carácter más íntimo y comunitario, donde la fe se entrelaza con la nostalgia y el cariño por quienes ya no están.

Cruces, rosarios y flores se unen como símbolos de fe en una tradición donde la religión guía el recuerdo de los difuntos. Fotografía/ Archivo
Cruces, rosarios y flores se unen como símbolos de fe en una tradición donde también la religión guía el recuerdo de los difuntos. Fotografía/ Archivo

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Esa fusión es lo que hoy permite que en los cementerios y hogares salvadoreños se mezclen rezos católicos, flores de cempoalxóchitl, altares domésticos y comidas típicas.

En palabras de Erquicia, “las tradiciones no son estáticas; cambian con el tiempo, se adaptan a las nuevas generaciones y también al mercado. Lo importante es que sigan vivas”.

Un mosaico de costumbres y sabores

La fecha no se limita a los cementerios: muchas familias comparten comidas, colocan flores, encienden velas o elaboran pequeños altares en casa con las fotos y objetos de sus seres queridos.

El Salvador, como otras naciones de raíz mesoamericana, comparte ciertas similitudes con las celebraciones de México o Guatemala. Sin embargo, el historiador enfatizó que el país tiene sus propias particularidades culturales.

Por ejemplo, el uso de altares domésticos no es una práctica importada, sino una costumbre antigua documentada en comunidades indígenas salvadoreñas.

Erquicia recordó el trabajo del antropólogo sueco Carl V. Hartman, quien en 1899 describió cómo en Nahuizalco los pobladores decoraban las tumbas con flores anaranjadas y ofrecían comida, tamales y bebidas a los muertos.

“Esto demuestra que los altares y la ofrenda no son una copia, sino una manifestación que ya existía en nuestra cultura, aunque con el tiempo se nos haya olvidado”, comentó.

En Nahuizalco, las familias mantienen viva la tradición de colocar altares con flores, frutas y velas para honrar a sus difuntos. Fotografía/ Archivo
En Nahuizalco, las familias mantienen viva la tradición de colocar altares con flores, frutas y velas para honrar a sus difuntos. Fotografía/ Archivo

Y en cada región del país se vive el Día de los Difuntos de manera diferente. En el occidente, por ejemplo, aún se prepara el fiambre, un platillo heredado de la tradición guatemalteca que combina verduras y carnes frías.

En otros lugares, predominan las hojuelas, los tamales o las pupusas como parte de la convivencia familiar. “Cada comunidad tiene su forma de conmemorar a sus muertos, con su propia gastronomía y sus costumbres. Eso es lo que nos hace únicos”, dijo Erquicia.

Creencias que perduran

Aunque el país se ha vuelto más urbano, muchas creencias populares siguen vivas, sobre todo en las zonas rurales. “Todavía hay quienes creen que en la noche del 2 de noviembre las almas regresan a visitar a sus familiares”, explicó el historiador.

También persisten figuras del imaginario popular, como los curanderos, los brujos o los llamados nahuales, personas que supuestamente pueden transformarse en animales. Estas leyendas, lejos de desaparecer, forman parte del tejido simbólico que da sentido a la identidad salvadoreña.

“La sociedad está hecha de creencias, de mitos y de tradiciones, muchas de ellas inventadas, pero válidas porque reflejan nuestra forma de entender el mundo”, dijo Erquicia.

Como toda tradición, el Día de los Difuntos también se transforma. En los últimos años, el historiador ha notado una tendencia creciente en las redes sociales, donde muchas personas homenajean a sus seres queridos de manera digital, compartiendo fotos, mensajes y recuerdos.

Asimismo, ha surgido una nueva práctica: la conmemoración de las mascotas fallecidas, algo que antes no existía en el país. “Eso demuestra cómo las tradiciones evolucionan; no desaparecen, solo se transforman”, afirmó.

Entre el luto y la celebración

Uno de los aspectos más interesantes de la conversación fue la reflexión sobre la dualidad entre el luto y la celebración. Para Erquicia, la muerte no siempre es sinónimo de tristeza: “Hay que vivir el luto, pero también celebrar la vida de quien se fue. En muchas familias se canta, se pone música, se recuerda con alegría, porque se cree que el alma ya está en un lugar mejor”.

Esta dualidad se refleja también en los cementerios, donde el ambiente pasa del silencio al bullicio festivo: flores, vendedores de comida, música, risas y lágrimas conviven en un mismo espacio.

“Los cementerios son un reflejo de la sociedad”, añadió. “Ahí se ve la diversidad cultural y también las diferencias sociales, pero todos llegan con el mismo propósito: honrar a sus muertos”.

Las hojuelas, crujientes y dulces, son infaltables en la celebración; un postre que representa alegría en medio del recuerdo. Fotografía/ Archivo
Las hojuelas, crujientes y dulces, son infaltables en la celebración; un postre que representa alegría en medio del recuerdo. Fotografía/ Archivo

En la diáspora esta celebración es también una forma de mantener viva la conexión con sus raíces. Erquicia compartió su experiencia en California, donde observó cómo la diáspora salvadoreña y mexicana unen sus tradiciones en una sola festividad.

“En la diáspora se mezclan los elementos culturales, se fusionan las ofrendas, las comidas y los símbolos. Así nace un nuevo tipo de Día de Difuntos, distinto, pero lleno de significado”, dijo.

Al cierre del episodio, Herbert Erquicia resumió el valor profundo de esta celebración: “El Día de los Difuntos es un reflejo de nuestra identidad y de nuestra manera de entender la vida. No se trata solo de muerte, sino de memoria, amor y continuidad. Mientras sigamos recordando a quienes ya partieron, la tradición seguirá viva”.

El 2 de noviembre, entonces, no es un día de tristeza absoluta, sino una jornada donde la vida y la muerte dialogan, donde los recuerdos se convierten en flores, cantos, rezos y sabores. Una tradición que, aunque cambiante, sigue siendo uno de los pilares más humanos y conmovedores de la cultura salvadoreña.

Escuchá el episodio completo acá: ¿Qué hay detrás de las tradiciones salvadoreñas del Día de Muertos?

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