¿Sabés de dónde viene el “dulce o truco” en Halloween? Te va a sorprender
De antiguos rituales celtas a juego infantil: la frase “dulce o truco” en Halloween nació entre rezos, disfraces y travesuras que cruzaron siglos y continentes.
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Agencias
Publicado el 30 de octubre de 2025
La frase “dulce o truco” tiene una historia mucho más antigua de lo que parece. Su origen se remonta a los rituales celtas del Samhain, donde los disfraces servían para espantar espíritus. Con el tiempo, la costumbre se mezcló con tradiciones medievales como el mumming, el souling y el guising, en las que la gente pedía comida o dulces a cambio de oraciones o canciones. Los inmigrantes británicos llevaron estas prácticas a Norteamérica, donde se transformaron en el famoso “trick or treat”.
Cada 31 de octubre, millones de niños en todo el mundo salen disfrazados con una frase que ya es un clásico: “¿dulce o truco?”. Pero detrás del juego y las golosinas se esconde una historia milenaria que mezcla rituales paganos, religión, migraciones y un toque de picardía vecinal.
El origen se remonta a más de dos mil años atrás, cuando los antiguos celtas celebraban el Samhain, el final de la cosecha y el comienzo del nuevo año. Creían que esa noche los espíritus cruzaban al mundo de los vivos, así que encendían hogueras y se disfrazaban para pasar desapercibidos.
Con el tiempo, la Iglesia católica absorbió esta tradición: el papa Gregorio III movió el Día de Todos los Santos al 1 de noviembre, y la víspera pasó a llamarse All Hallows’ Eve, que derivó en Halloween.
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Panes, disfraces y travesuras
Durante la Edad Media, el miedo a las almas errantes se convirtió en costumbre. En distintos rincones del Reino Unido y de Irlanda aparecieron tradiciones que fueron moldeando el actual “truco o trato”.
En el mumming, grupos de personas, primero adultos y luego niños, recorrían el vecindario vestidos de manera extravagante o aterradora. Pedían comida o monedas y ofrecían a cambio pequeños espectáculos, bendiciones o la promesa de no causar daño. Si no recibían nada, respondían con alguna broma.
El souling era típico en Inglaterra: los más pobres iban de puerta en puerta pidiendo “soul-cakes”, pequeños panes redondos que recibían a cambio de rezar por las almas de los difuntos. Con los años, los niños tomaron el relevo y añadieron canciones y rimas.
Y en Irlanda y Escocia nació el guising, donde los participantes se disfrazaban y demostraban algún talento —recitaban poemas o cantaban— para ganarse dulces, frutas o monedas. Aquí el trato incluía algo más que solo presencia: también entretenimiento.
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Del Atlántico al vecindario
En el siglo XIX, los inmigrantes británicos llevaron estas costumbres a Norteamérica, donde se mezclaron con el espíritu juguetón de los barrios. A finales del siglo XIX, Halloween ya incluía bromas, y en 1920 aparecieron en Canadá los primeros registros de la frase “trick or treat”.
En Estados Unidos, se documentó poco después: los niños ofrecían un ultimátum inocente —o no tanto— a cambio de dulces.
El boom azucarado
Tras la Segunda Guerra Mundial, el fin del racionamiento de azúcar y la expansión suburbana convirtieron el “truco o trato” en un fenómeno masivo.
La industria de los caramelos lo adoptó y lo transformó en el ritual que hoy conocemos. Aunque en los años 70 y 80 hubo pánicos por golosinas adulteradas, los casos reales fueron mínimos y la tradición sobrevivió sin perder su encanto.
Actualmente, la amenaza del “truco” casi desapareció. Los niños solo quieren jugar y llenar sus bolsas de dulces. Dejar la luz apagada las casas basta para no participar, un gesto que recuerda la antigua costumbre de evitar a los espíritus.
Así, el “dulce o truco” sigue siendo mucho más que una frase: una mezcla de historia, folklore y diversión que une miedo y comunidad en una noche donde todo puede pasar.
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