Kimimi y Toshiku: emprendimientos que tiñen de añil el futuro de Suchitoto
Nacido en plena pandemia, este negocio salvadoreño transforma el añil en moda contemporánea y apuesta por la exportación, sin perder sus raíces artesanales.
En noviembre de 2020, Variedades Kimimi comenzó como un pequeño negocio de productos de belleza y ropa para mujer y hombre. Pero fue en Suchitoto, corazón cultural de El Salvador y cuna histórica del añil, donde su fundadora descubrió un elemento transformador para su emprendimiento: el llamado “oro azul”. Así nació Toshiku Artesanías, la línea artesanal que hoy da identidad y sentido al proyecto.
Atraída por la historia del añil y su potencial económico, la emprendedora Axa Escobar buscó capacitarse en el arte del teñido natural. Lo logró en 2021, al integrarse a los talleres del diseñador salvadoreño Óscar Tadeo. Desde entonces, su producción pasó del aprendizaje autodidacta al desarrollo de técnicas complejas como shibori, katazome, batik, ecoprint y arashi. Cada prenda es única y requiere tiempo, precisión y pasión. Algunas pueden tardar horas, otras, hasta semanas.
El primer baño de añil lo preparó en su patio. Hoy, con dos tiendas en Suchitoto y un catálogo que incluye ropa para todas las edades, accesorios, arte textil y colaboraciones con otras marcas locales, su visión es clara: posicionar el añil como motor económico y cultural para El Salvador.
Tradición, sostenibilidad y empleo local

Una de las principales apuestas de Kimimi y Toshiku es la sostenibilidad. El añil que utilizan proviene de la Hacienda Los Nacimientos, en Suchitoto, y se combina con telas de algodón orgánico para garantizar productos amigables con el ambiente. “El añil es ecosustentable y representa nuestra historia”, afirma la emprendedora, quien también trabaja como médica en el sistema público, compaginando ambas vocaciones.
El proceso es artesanal y colaborativo. Involucra desde familiares hasta jóvenes talentos como David Menjívar y marcas aliadas como Sandivera, Wikikiki y Coco. Además de fortalecer el comercio local, el emprendimiento genera empleo directo e indirecto dentro y fuera de Suchitoto.
Su clientela incluye tanto a turistas como a salvadoreños que valoran lo hecho a mano. De hecho, aunque aún no exportan formalmente, sus piezas ya han viajado con compradores a países como Japón, India, Holanda, España, Noruega y todo el continente americano. La meta a corto plazo es consolidar esas exportaciones.
El futuro del añil: moda, identidad y expansión

Con cada prenda teñida, el negocio transmite un mensaje: el añil no es solo tradición, es futuro. Por eso, uno de sus mayores retos es conectar con nuevas generaciones. “Queremos que los jóvenes vean que el añil puede ser moderno, elegante y versátil, desde una camisa sport hasta un vestido de gala”, explica.
A mediano plazo, la emprendedora visualiza nuevas sucursales en destinos clave del país y la creación de líneas artesanales para niños y mascotas. También desea ampliar la gama de productos: calzado, agendas, accesorios diversos y más.
“El añil tiene múltiples caras”, dice. Y detrás de cada una hay una historia tejida con tiempo, amor y propósito. Toshiku —que significa “amor puro de corazón”— es testimonio de que los emprendimientos salvadoreños pueden crecer desde lo local hacia el mundo, cuando se construyen con raíces sólidas y visión clara.
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