Un siglo de dulzura: Argelia Villalta cumple 100 años
La maestra dulcera de San Vicente, Argelia Villalta, cumplió 100 años. Su legado mantiene viva una tradición artesanal con más de 160 años de historia.
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elsalvador.com
Publicado el 18 de septiembre de 2025
La reconocida maestra dulcera Argelia Villalta, originaria de San Vicente, celebró su centenario rodeada de familiares, amigos y vecinos en una misa solemne en la catedral local. Heredera de una tradición fundada en 1860, la Dulcería Villalta ha preservado por más de 160 años la elaboración artesanal de dulces típicos salvadoreños como mazapán, coco, camote, tamarindo y nance. Argelia aprendió el oficio desde los 17 años y lo transmitió a sus hijos, quienes hoy mantienen vivo el legado. Su cumpleaños número 100 fue celebrado como símbolo de constancia y memoria cultural para El Salvador.
La fabricante de dulces típicos más reconocida de San Vicente, Argelia Villalta, celebró sus 100 años de vida consolidando un legado que ha marcado a varias generaciones y que convirtió a la Dulcería Villalta en emblema local e internacional de la gastronomía salvadoreña.
La conmemoración tuvo lugar el 7 de septiembre en la Catedral de San Vicente, donde se ofició una misa solemne en su honor, presidida por monseñor José Elías Rauda. Rodeada de hijos, nietos, bisnietos, sobrinos, amigos y vecinos, la homenajeada escuchó con emoción las palabras del celebrante y recibió el aplauso de decenas de asistentes. Los familiares lucieron camisetas beiges para identificar el momento, mientras que la centenaria sonreía con serenidad y orgullo.

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Una vida dedicada al dulce oficio
Argelia Villalta se involucró desde los 17 años en la elaboración de los dulces, aprendiendo de su madre y su abuela. Desde entonces se dedicó a perfeccionar el arte de la cocción, seleccionando los mejores ingredientes y supervisando cada fórmula con rigor. Incluso en años recientes, antes de ser apartada del contacto directo con clientes por motivos de seguridad durante la pandemia de 2020, seguía atenta al proceso de preparación.
Para ella, los dulces no son solo un producto, sino una forma de vida. Bajo su guía, la dulcería ha sabido modernizarse sin perder su esencia. En los últimos años se incorporó el uso de gas propano en lugar de leña, para mejorar condiciones ambientales y sanitarias, y se reforzaron las medidas de higiene en la producción.

Ejemplo de constancia
El cumpleaños número 100 de Villalta fue descrito por familiares y vecinos como un homenaje a la constancia y al esfuerzo. La celebración incluyó música de mariachi y la presentación de Ricardo Morales, además de un poema leído por su amiga Pilar Vaquerano, dedicado a la vida de la homenajeada.
En medio de aplausos y alegría, la matriarca no dudó en mover los hombros al ritmo de la música, bailando desde su silla de ruedas. En las mesas de los invitados no faltaron los dulces tradicionales de la casa, que acompañaron la comida y se convirtieron en símbolo de gratitud hacia la labor de la centenaria.
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Reconocimiento cultural
La Dulcería Villalta es considerada parte de la identidad cultural de San Vicente. Para muchos vicentinos, representa no solo un negocio familiar, sino también un espacio de memoria colectiva que conecta el pasado con el presente. Cada pieza elaborada conserva el “toque secreto” transmitido de generación en generación, un símbolo de la pureza de origen y de la honestidad en el sabor.
Quienes han probado los productos destacan que no son simples golosinas, sino fragmentos de historia y tradición que evocan comunidad y pertenencia. Los hijos de doña Argelia —Herbert, Julia y Carlos— se encargan de mantener el negocio activo y de proteger la herencia familiar, garantizando que la receta de vida no se pierda.
Un legado de 160 años
La historia de la dulcería se remonta a 1860, cuando doña Pilar Villalta fundó un pequeño negocio artesanal en San Vicente. Empezó con dulces de leche, frutas tropicales, conservas de coco, tamarindo y nance, que se vendían en ferias y fiestas patronales. Con el paso de las décadas, la tradición fue transmitida a sus hijas Rosario, Josefa y Tomasa; posteriormente a Elena y Argelia, y hoy continúa en manos de los hijos de Argelia Villalta.
En estos más de 160 años, la dulcería no solo ha crecido en producción, sino también en reconocimiento. Actualmente, ofrece más de treinta variedades, entre ellas mazapán, conserva de coco, camote, zapote, guayaba, tamarindo, fresa e higo. Cada dulce se distingue por el uso de ingredientes naturales, sin preservantes, respetando el sabor de las frutas y cuidando textura, color y aroma.
Más allá de un negocio

La celebración del centenario de Argelia Villalta no solo fue un evento familiar, sino un recordatorio de que la dulcería es un patrimonio vivo de El Salvador. Su permanencia durante más de siglo y medio refleja la importancia de la constancia, el sacrificio y el amor al oficio.
Cada mazapán, cada conserva de coco o tortita de camote, son el resultado de años de trabajo, paciencia y compromiso. La historia de esta dulcería demuestra que el tiempo, el calor justo y la dedicación son tan necesarios para elaborar un dulce como para sostener una tradición.
Con un siglo de vida, doña Argelia se ha convertido en símbolo de resistencia y de continuidad cultural. Su legado se mantiene vigente no solo en las vitrinas de la dulcería, donde resplandecen las decenas de variedades de dulces típicos, sino también en la memoria de los salvadoreños que reconocen en ella la dulzura de una historia compartida.
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