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Gabriel Granadino, artista salvadoreño. Composición/ elsalvador.com

Conocé a Gabriel Granadino, el artista detrás del pícaro diablito

Con humor, crítica y mucha honestidad, Gabriel Granadino retrata que somos un país lleno de detalles que pueden ser arte.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 04 de septiembre de 2025

 

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Gabriel Granadino, artista salvadoreño de 41 años, retrata la cotidianidad del país sin filtros, incorporando lo áspero como parte de la identidad colectiva. Su obra mezcla humor, crítica y honestidad. Para Granadino, crear es catarsis.

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Gabriel Granadino es un artista plástico salvadoreño de 41 años  que complementa sus obras con subtextos, como él le llama a todos aquellos elementos que estéticamente no muestran algo quizá lindo o bello, que usualmente los espectadores esperan ver, pero que forman una narrativa que se puede entender fácilmente por la mayoría de salvadoreños.

“Me gusta que el espectador pueda descubrir detalles que amplían la narrativa. Son elementos de nuestro entorno que muchos artistas suelen dejar fuera por estética”, cuenta. Y estos elementos que pueden pasar desapercibidos, en realidad van plasmando y ubicando al que ve su obra en la estética cotidiana de El Salvador, con todos sus matices. 

Granadino convierte lo incómodo en lenguaje visual: rejas oxidadas, muros con botellas quebradas como testigos de nuestra realidad. Cortesía/ Gabriel Granadino
Granadino convierte lo incómodo en lenguaje visual: rejas oxidadas, muros con botellas quebradas como testigos de nuestra realidad. Cortesía/ Gabriel Granadino

Granadino entiende que lo incómodo también es parte de nuestra identidad. Por eso, en lugar de ocultar lo áspero de la ciudad, lo incorpora como parte de su lenguaje visual y colectivo. Los muros coronados con botellas quebradas, el óxido en las rejas, el concreto manchado por la intemperie o los callejones estrechos son, para él, más que simples escenarios: son huellas que hablan de este país.

Su mirada se aleja de la tentación de embellecerlo todo para convertirlo en postal. Al contrario, cree que es precisamente en esos detalles donde se encuentra el verdadero sabor de El Salvador. 

Esta obra es una muestra ejemplar de todos estos subtextos. Acá podemos observar cómo era alrededor de El Salvador del Mundo en la década de los 2010: su tráfico y la cultura del transporte colectivo, el trabajo de call centers, los ladrones mientras la ciudad está llena de vigilantes y al fondo, el Ferrari que chocó en el Redonde Masferrer en 2014. Cortesía/ Gabriel Granadino

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También afirma que le gusta reflejar en su obra un tono de crítica social y política. Reflexiona y explica que  cree que “el arte funciona como una trinchera desde donde se pueden decir cosas de forma simbólica, pero que se sienten y se entienden de otra manera”.

Por eso no hace retratos literales: sus personajes son arquetipos, mezclas de voces, emociones y cuerpos, que representan lo que ocurre en el país desde un lenguaje propio.

Estos gestos convierten su obra en un espejo sin filtros: una invitación a reconocer que lo duro y lo bello conviven, que lo áspero también forma parte de lo que somos y que, lejos de debilitarnos, puede convertirse en la materia prima para crear un arte auténtico y profundamente humano.

Los arquetipos de sus personajes son voces colectivas: emociones y gestos que reflejan lo que vivimos en el país. Esta obra se presentó en  LFBK, como parte de su residencia 'Canivales'. Cortesia/ Gabriel Granadino
Los arquetipos de sus personajes son voces colectivas: emociones y gestos que reflejan lo que vivimos en el país. Esta obra se presentó en LFBK, como parte de su residencia 'Canivales'. Cortesía/ Gabriel Granadino

Pero la conversación con su arte no solo se ha reservado a quienes, tradicionalmente, visitan una galería o disfrutan de una exposición como algo que siempre está en su agenda. También ha llegado a otros que no han tenido un acercamiento tan natural con el arte.

Granadino cuenta que su primera exposición le dejó una de las anécdotas que más ha marcado su trayectoria. Recibió un comentario del vigilante del lugar, un comentario que aún lo acompaña: “Mire Gabriel, han venido un montón de exposiciones, pero la suya es la única que he entendido y que me ha dado risa”.

“Entonces, poder poner el arte al alcance de todos y que todos se puedan sentir identificados y que sea algo que invite a otros a ver o a reírse, pues eso es de las cosas que más me llena”, afirma. En esa confesión se revela la clave de su propuesta: un arte que no busca elitismo, sino generar vínculos reales, capaz de provocar tanto reflexión como una sonrisa inesperada.

Con tono transparente, Gabriel también admite que el arte ha sido su catarsis. “Yo fuera un gran amargado si no tuviera este outlet creativo”, confiesa. A través del dibujo, la pintura, la música o los cuentos, logra descomprimir la tensión emocional que le genera el país. “En un trazo puedo gritar, en una canción puedo decir algo que me molesta”, dice.

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El origen del pícaro diablito

Ese balance entre catarsis e ironía está presente en su personaje más recurrente: un pequeño diablito. Aunque inició como un simple acento de color rojo en sus composiciones, con el tiempo ganó personalidad. “Más que malo, es libre”, explica. El diablito aparece chulón, inquieto, a veces riéndose, otras veces preocupado, pero siempre diciendo lo que muchos prefieren callar.

El diablito de Granadino no es malo, es libre: aparece chulón, pícaro y siempre observando lo que muchos no ven. Cortesía/ Gabriel Granadino
El diablito de Granadino no es malo, es libre: aparece chulón, pícaro y siempre observando lo que muchos no ven. Cortesía/ Gabriel Granadino

Puertas abiertas y caminos próximos

A los 28 años decidió irse a Barcelona para especializarse en ilustración infantil y esta experiencia marcó en él un antes y un después. Estar lejos de casa le permitió ver El Salvador con perspectiva. “Fue como subirme a un árbol alto y ver todo desde arriba. Solo iba a dibujar, caminar, observar. Eso me confirmó que lo mío era esto”, recuerda.

En su camino como ilustrador en El Salvador, Granadino reconoce con gratitud a quienes confiaron en él desde el inicio. Espacios como el Centro Cultural de España, el Museo Marte, el Teatro Luis Poma y la Alianza Francesa le ofrecieron exposiciones y colaboraciones que fortalecieron su trayectoria.

De ahí también han surgido clientes que se sienten identificados con su obra y buscan llevarla a sus propios espacios. Esa respuesta lo motiva a pensar en un futuro distinto: dejar de lado las comisiones y enfocarse únicamente en crear su propio arte, confiando en que esas obras puedan sostener su producción y mantener vivo su proceso creativo.

En Barcelona, Granadino descubrió la distancia necesaria para ver a El Salvador con otros ojos: caminar, dibujar y observar le confirmaron que su destino era el arte.  Cortesía/ Gabriel Granadino
En Barcelona, Granadino descubrió la distancia necesaria para ver a El Salvador con otros ojos: caminar, dibujar y observar le confirmaron que su destino era el arte. Cortesía/ Gabriel Granadino

También ha alternado su trabajo de artista con la docencia en universidades como la Matías Delgado y la Escuela de Comunicación Mónica Herrera. Su forma de enseñar se enfoca más en acompañar procesos que en imponer reglas. “No me gusta llegar a decirles cómo se tienen que hacer las cosas. Prefiero ser un acompañamiento en su autodescubrimiento”, explica.

Al hablar de una proyección a futuro, Granadino asegura que la distancia geográfica que tomó al irse a Barcelona, es algo que vuelve a necesitar. Entre sus planes está salir del país para hablar de El Salvador desde otro ángulo.

“Quiero ver qué es lo que no estoy diciendo al estar acá. Al estar tan cerca de la pared, ya no veo la panorámica completa. Quiero tomar distancia para entender más”, reflexiona.

Con su arte, tiene una meta que no es para nada complacer, sino que mover fibras. “No me importa si la obra les provoca algo agradable, como el olor a pan recién horneado, o desagradable, como el olor de una alcantarilla. Lo importante es que la gente voltee a ver por su propia cuenta y que los deje con más preguntas que respuestas”, asegura.



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