La Canasta Campesina transforma la economía de jóvenes y mujeres en Comasagua
Una cooperativa en Comasagua fortalece la economía solidaria, liderada por mujeres y jóvenes que cultivan alimentos sanos y accesibles.
Por
Evelyn Alas
Publicado el 02 de septiembre de 2025
En Comasagua, La Libertad Sur, la Canasta Campesina es un ejemplo de resiliencia y transformación comunitaria. Desde 2009, mujeres y jóvenes han impulsado la producción agroecológica para garantizar seguridad alimentaria y autonomía económica. Legalizada como cooperativa en 2014, hoy reúne a más de 75 familias que cultivan y comercializan canastas de alimentos sanos a precios justos. Su modelo fortalece la equidad de género, fomenta prácticas sostenibles y asegura ingresos constantes en un territorio con acceso limitado. Más que un proyecto productivo, es una apuesta por la soberanía alimentaria y un futuro más justo.
En las montañas de Comasagua, en La Libertad Sur, una cooperativa agroecológica impulsa la economía solidaria, cultiva alimentos sanos y fortalece la independencia económica y ambiental en una comunidad con acceso limitado y caminos difíciles.
En este rincón de generosidad y vitalidad, arraigado en el corazón de Comasagua, La Libertad Sur, un grupo de mujeres y jóvenes han fortalecido sus lazos comunitarios y siembra esperanza a través de un producto que está transformando su entorno: la canasta campesina.
Un proyecto sembrado en la necesidad
“Mi nombre es Kasandra Abigail Portillo Alvarado y actualmente soy la presidenta de la Canasta Campesina”, comienza relatando. El proyecto inició en 2009 de manera informal, pero se consolidó legalmente como cooperativa en 2014. Su origen está íntimamente ligado a las difíciles condiciones de vida en Comasagua, un lugar donde las lluvias bloquean caminos, muchas casas se encuentran en zonas de riesgo y las mujeres tenían poco acceso a decisiones comunitarias.
Frente a la falta de seguridad alimentaria, varias organizaciones —como el Socorro Popular Francés, Médicos por el Derecho a la Salud y la Fundación para el Desarrollo (FUNDESA)— propusieron fortalecer la producción local a través de huertos familiares y capacitación agroecológica. “La necesidad era garantizar alimento para nuestras familias, y fue así como empezamos a sembrar”, recuerda Cassandra.

Agroecología con rostro de mujer
A medida que el proyecto avanzaba, quedó claro que eran las mujeres y los jóvenes quienes más se comprometían. “Muchos hombres no se interesaron porque buscaban producción rentable de manera convencional. A nosotras nos movía la salud de nuestras familias y la oportunidad de tener un ingreso propio”, explica.
El enfoque agroecológico no solo les permitió cultivar de forma sostenible, sino también transformar relaciones sociales marcadas por el machismo. “Antes, muchas mujeres tenían que pedir permiso para asistir a una reunión. Ahora son protagonistas. Generan ingresos y toman decisiones en sus hogares y comunidades”, afirma con orgullo.

Hoy, el 80% de las personas productoras en la cooperativa son mujeres. Participan en todo: siembran, cosechan, empacan y venden. Incluso lideran la administración. Los jóvenes también están siendo formados para asumir el relevo generacional, mediante un programa llamado Conciencia Verde, que trabaja en escuelas para sensibilizar sobre agroecología y medio ambiente.
Precios justos, alimentos sanos
La Canasta Campesina ofrece productos frescos, sanos y variados en canastas de $20, $25 y $30, con entregas quincenales en Santa Tecla, San Salvador y ventas locales en Comasagua. Cada canasta contiene entre 12 y 14 productos, definidos con base en encuestas realizadas con familias consumidoras.
La selección de productos en cada canasta varía según lo que más se utiliza en la cocina diaria. Han identificado que ingredientes como tomate, chile, pepino y cebolla son los más frecuentes; cuando no hay cebolla, la sustituyen con cebollín. También incluyen hierbas aromáticas, berenjenas y otros productos de temporada.

La producción se basa en prácticas agroecológicas: compostaje, biofertilizantes, barreras vivas, control biológico, análisis del suelo, rotación de cultivos y cobertura vegetal. “La agroecología para nosotras no es solo una técnica, es un modelo de vida”, asegura Cassandra. Aunque no tienen una certificación orgánica formal, invitan a consumidores a visitar sus parcelas y ver las prácticas en acción.
La planificación se realiza por inscripción trimestral. Así, cada productora sabe cuánto cultivar con anticipación, evitando depender del mercado y asegurando estabilidad. “El producto ya está prevenido. No nos afecta la subida del precio porque mantenemos precios fijos por año”, explica.
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Economía solidaria que transforma
Más de 75 familias campesinas reciben ingresos constantes gracias a este modelo. El dinero llega directamente a las productoras, con solo un pequeño porcentaje destinado a gastos administrativos. Además, la cooperativa colabora con productores locales y participa en ferias de emprendimiento rural y espacios organizados por instituciones como el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y la Unión Europea.
El impacto económico es tangible. “Hay compañeras que me dicen que ya no pueden comprar un tomate porque saben que pueden cultivarlo. Ahora tenemos alimentos variados, ingresos cada 15 días, y una nueva forma de ver el mundo”, señala Cassandra.

Retos, resiliencia y futuro
Aunque la pandemia representó un pico de ventas con más de 160 canastas semanales, la demanda ha disminuido debido a la emigración, la inflación y la aparición de modelos comerciales sin enfoque social. Aún así, el proyecto sigue avanzando. Hoy trabajan en una ecofinca modelo, nuevos productos procesados y la formación digital y administrativa de sus miembros.
También brindan asesoría a otras comunidades que buscan replicar el modelo. “No siempre se puede copiar igual, pero sí se puede adaptar a la realidad local”, comenta.
Una semilla de cambio
La Canasta Campesina es mucho más que un emprendimiento rural. Es una forma de resistencia, una apuesta por la soberanía alimentaria, la equidad de género y el cuidado del planeta. Un ejemplo vivo de que es posible construir otra economía desde el campo, con manos que siembran futuro.
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