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Las voces que desafían lo imposible, ópera salvadoreña en ascenso

Artistas líricos salvadoreños desafían las notas más difíciles de la ópera y abren nuevos caminos para este género en el país.

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Por Marcella Palacios
Publicado el 19 de agosto de 2025

 

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En El Salvador, donde predominan géneros populares, un grupo de cantantes líricos está revitalizando la ópera. Con autodisciplina y pasión, voces como Gracia González, Michelle Tejada, José Guerrero, Mauro Iglesias y Esaú Osorio llevan el canto lírico a nuevos escenarios locales e internacionales. Su formación, a menudo autodidacta, incluye programas como Jóvenes Talento de OPES, estudios en el extranjero y mentorías con figuras como Doetsch y de Moctezuma. A través de iniciativas como Opus 503, fusionan pop lírico con identidad nacional en espacios como museos y teatros, creando públicos jóvenes y soñando con una formación formal más robusta.

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En El Salvador, donde los géneros populares dominan la escena musical, un grupo de artistas ha optado por explorar y elevar una de las expresiones más complejas del arte: la ópera. Conformados por disciplina, pasión y talento autodidacta, intérpretes como Gracia González, Michelle Tejada, José Guerrero, Mauro Iglesias y Esaú Osorio están llevando el canto lírico a nuevos escenarios, dentro y fuera del país.

Esta nota revela sus historias, sus desafíos vocales más exigentes y cómo están logrando que esta forma de arte resuene, poco a poco, en el corazón del público salvadoreño.

Del sacrificio a la maestría: la formación vocal salvadoreña

Interpretar obras como Carmen, La flauta mágica, Madame Butterfly o El Mozote requiere más que una buena voz: exige años de estudio técnico, manejo del idioma, control corporal y una conexión profunda con la emoción de cada pieza.

Gracia Gonzalez
Gracia González, artista de opera en El Salvador. / Foto archivo

Gracia González apostó por su formación en El Salvador, donde ingresó al programa Jóvenes Talento de la Ópera de El Salvador (Opes). Se convirtió en autodidacta en idiomas y técnica, complementando su aprendizaje con clases ocasionales fuera del país, como en el Teatro Colón de Buenos Aires. Ha producido y protagonizado sus propios montajes, combinando canto, dirección artística y formación del público.

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Michelle Tejada, por su parte, cruzó fronteras físicas y vocales. De cantar canciones populares pasó a formarse en Nueva York y Colombia, logrando un equilibrio entre técnica y emoción. Asegura que, además del entrenamiento físico, el dominio del aparato fonador es clave para ejecutar las notas más exigentes del repertorio operático.

En los casos de José Guerrero, Mauro Iglesias y Esaú Osorio, la historia se repite: maestros como Joseph Karl Doetsch y Gladys de Moctezuma sembraron la semilla del canto lírico en ellos. La técnica vocal rigurosa, sumada al legado de esos mentores, hoy vive en sus interpretaciones y en la manera en que mantienen vivo el género desde el grupo Opus 503. 

Su apuesta por un pop lírico con sello nacional ha permitido acercar el arte operático a públicos más amplios, especialmente jóvenes.

Michelle Tejada
Michelle Tejada, cantante de opera en en El Salvador. / Foto archivo

Romper estigmas, conquistar escenarios

Aunque la ópera en El Salvador aún “da pasitos de bebé”, como menciona Gracia González, sus representantes se niegan a ceder ante los retos. Lejos de los grandes teatros europeos, estos cantantes han creado sus propios espacios: el Museo Marte, los “Lunes Musicales” del MUNA, el Teatro Luis Poma y el Teatro Presidente se han convertido en vitrinas para sus talentos.

Opus 503, integrado por Guerrero, Iglesias y Osorio, ha sido un vehículo clave en esta misión. Su espectáculo El amor en tiempos de ópera y la comedia escénica Backstage han mezclado humor, pedagogía y arte. También han versionado piezas salvadoreñas como El Carbonero, Flores de Veranera o Balcones de Suchitoto en formato pop lírico, generando una identidad sonora que conecta con la diáspora y el público joven.

Internacionalmente, las voces salvadoreñas han resonado en escenarios tan lejanos como Viena, Milán o el Vaticano. La sorpresa de los públicos extranjeros ante la calidad vocal de estos artistas es una constante. “Tus maestros te enseñaron bien”, le dijeron a Gracia en Suiza. Y es que detrás de cada nota perfecta hay años de sacrificios, autogestión y una pasión inquebrantable.

Más allá del reconocimiento, los artistas coinciden en un sueño: contar con una estructura formal de formación lírica en el país. Sueñan con conservatorios, compañías nacionales y mayor apoyo estatal y privado. Mientras tanto, siguen abriendo caminos, nota por nota, para que la ópera no sea un arte lejano, sino una expresión viva y presente en el corazón salvadoreño.

opus 503
Opus 503, artistas de opera en El Salvador. / Foto archivo

¿Quiénes son estos artistas?
Gracia González
Cantante lírica salvadoreña formada en el programa Jóvenes Talento de la Opes. Se ha presentado junto a la Orquesta Sinfónica Nacional y ha producido sus propios espectáculos. Estudió mercadeo, pero hoy se dedica completamente al arte.

Michelle Tejada
Soprano con estudios en El Salvador, Nueva York y Colombia. Ha cantado en escenarios emblemáticos y promueve el acceso a la ópera a través de recitales, formación y difusión digital. Ganadora de concursos en la Universidad de Columbia.

José Guerrero
Tenor y uno de los fundadores de Opus 503. Formado por los maestros Doetsch y de Moctezuma. Ha protagonizado óperas como Carmen y La flauta mágica, y ha llevado la ópera salvadoreña a escenarios internacionales.

Mauro Iglesias
Cantante lírico y productor. Cofundador de Opus 503, cree en la ópera como herramienta de reflexión y sanación. Aboga por espectáculos accesibles y educativos para atraer a nuevos públicos.

Esaú Osorio
Originario de San Miguel. Su voz fue influenciada por Luciano Pavarotti y se ha presentado en ciudades como Milán, Washington y Los Ángeles. Apuesta por el canto lírico como un puente emocional con la diáspora salvadoreña.

En un país donde lo cotidiano suele ir al ritmo de lo popular, estos artistas líricos han demostrado que también hay espacio para las grandes pasiones, las historias intensas y las emociones profundas que solo la ópera puede ofrecer. Sus voces no solo alcanzan notas imposibles: alcanzan corazones, despiertan curiosidad y abren camino para que nuevas generaciones se atrevan a soñar en grande.

Lo que antes parecía reservado a teatros europeos o escuelas lejanas, hoy florece con acento salvadoreño. Y aunque el camino ha sido cuesta arriba, el eco de estas voces ya resuena con fuerza. Porque cuando el talento se une con propósito, no hay género, escenario ni frontera que pueda contenerlo.

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