Vacaciones agostinas: que la vida le gane a la muerte

Estamos en las vacaciones agostinas, un momento de descanso merecido para tantas familias salvadoreñas que se esfuerzan día a día por ganarse el pan. Sin duda, también es una época de excesos, especialmente relacionados con el consumo de alcohol. Y aunque existen sanciones severas para quienes infringen las normas de tránsito, lo cierto es que estas medidas han tenido poco impacto real en la reducción de accidentes, tanto en vehículos como en motocicletas.

Hoy quiero referirme a un tema verdaderamente alarmante: no pasa un solo día sin que en redes sociales aparezca la noticia de una persona accidentada, en muchos casos con desenlace fatal.

Es profundamente preocupante que, a pesar de la frecuencia de estos hechos, muchos motociclistas no tomen conciencia del peligro que enfrentan. Cada vida perdida deja una familia rota. Salimos de casa sin saber si volveremos. Por eso, la prudencia, la paciencia y el respeto por las señales de tránsito deben prevalecer.

Una motocicleta que apenas pesa unas 200 libras no tiene ninguna posibilidad frente a un vehículo diez veces más pesado. Sin embargo, la prevención sigue ausente. Muchas personas usan la motocicleta no por gusto ni por adrenalina, sino porque es lo único a lo que tienen acceso. Y del otro lado, también debe entenderlo quien maneja un carro: nada le da derecho a sentirse dueño de la calle. Vivimos en una sociedad poco tolerante, donde apenas el semáforo cambia a verde y ya suena una orquesta de pitos. Hay una sensación equivocada de invulnerabilidad, cuando lo único seguro en esta vida es la muerte.

Cada accidente deja secuelas: físicas, emocionales, económicas. Por eso, el motociclista debe conducir con total actitud preventiva. Muchos expertos señalan que una motocicleta es prácticamente invisible para otros vehículos, y es evidente que en una colisión, quien sale más dañado es siempre el conductor de la moto. Aun así, ni las multas más altas parecen generar cambios. Basta con observar el caos diario: motociclistas circulando por las aceras, cruzando entre vehículos en movimiento sin medir consecuencias. Un solo golpe puede ser fatal.

La educación vial no vendrá solo del Estado. Depende de cada uno de nosotros ser empáticos con el otro, ya conduzca una moto o un carro. Como dice el dicho: *“Más vale llegar tarde que nunca”*. Que prevalezca el autocuidado, que el luto no se vuelva paisaje. Es desgarrador ver a una persona tirada en la calle, cubierta con una sábana blanca, mientras en casa su familia aún lo espera.

Que en estas vacaciones ningún hogar se vista de luto. Que la prudencia venza a la imprudencia. Que el manejo responsable derrote a la prisa. Que la vida le gane a la muerte.

El país ya sufre bastante: pobreza, deportaciones, intolerancia social… No necesitamos más tragedias. Que los hogares salvadoreños reciban a sus seres queridos sanos y salvos. Que ese padre o madre que sale a buscar el sustento pueda regresar con bien.

Sé que desde esta trinchera poco se puede hacer. Pero si al menos una persona que conduce una motocicleta lee estas líneas y decide actuar con responsabilidad, entonces todo habrá valido la pena.

Vacaciones habrá muchas. Pero el ser humano no tiene siete vidas como el gato. Todo puede terminar en un instante por una decisión arrebatada. Una familia puede quedar rota para siempre. Que no sea nuestro amigo, nuestro vecino, quien aparezca mañana como una estadística más o una noticia viral en redes sociales.

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