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Tarifas aduaneras: ¿Hacia una nueva era para el comercio internacional?

Varios países han firmado o anunciado acuerdos bilaterales con Washington: Reino Unido, Indonesia, Vietnam, Filipinas, Japón y la Unión Europea. Estos actores representan el 45 % de las importaciones estadounidenses.

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Por Pascal Drouhaud
Publicado el 04 de agosto de 2025


Desde el 1 de agosto, Estados Unidos ha comenzado a desmontar —parcialmente— el ciclo de sobrecargos aduaneros iniciado bajo la administración de Donald Trump, en su segundo mandato. Este giro en la política comercial se da en un contexto de reducción sostenida de las importaciones provenientes de China, así como del surgimiento de nuevas rutas de intercambio.

Varios países han firmado o anunciado acuerdos bilaterales con Washington: Reino Unido, Indonesia, Vietnam, Filipinas, Japón y la Unión Europea. Estos actores representan el 45 % de las importaciones estadounidenses. Paralelamente, se mantiene hasta el 12 de agosto un espacio de negociación abierto con China, mientras que México y Canadá operan bajo un régimen particular, enmarcado en el T-MEC.

La política arancelaria de EE. UU. ha entrado en una fase crítica: los derechos de aduana han alcanzado un promedio de 17.3 %, frente al 2 % que se mantenía hasta enero. Actualmente, países como India, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia y Suiza deben asumir una “sobretasa general del 10 %”, anunciada en abril y aún vigente.

El retorno al proteccionismo histórico

Este momento es ya histórico: el nivel arancelario estadounidense ha vuelto al registrado en 1935. Entonces, como respuesta a la Gran Depresión, el presidente Herbert Hoover (1929–1933) impulsó la ley Hawley-Smoot, que impuso tarifas a más de 20,000 productos para proteger la industria nacional. La medida provocó represalias internacionales y una contracción de más del 60 % del comercio mundial en solo tres años, hasta que el presidente Franklin D. Roosevelt revirtió la tendencia con su "New Deal".

Donald Trump, sin embargo, ha preferido hacer referencia a otro periodo: la llamada "edad dorada" del proteccionismo a finales del siglo XIX, durante el mandato de William McKinley (1897–1901), cuando EE. UU. buscaba blindar su desarrollo industrial. Pero la comparación es más simbólica que operativa. La actual economía global está profundamente interconectada, con cadenas de producción multinacionales y dependencias cruzadas que no existían en aquellos tiempos.

El caso China

El pulso comercial entre EE. UU. y China ejemplifica esta complejidad. Todo apunta a una reconfiguración de los flujos de comercio mundial, marcada por el ascenso de bloques regionales y acuerdos bilaterales preferenciales. Esta tendencia comenzó a consolidarse durante la pandemia de COVID-19, cuando muchos países buscaron recuperar soberanía sobre sectores estratégicos como el farmacéutico y el de equipos médicos. En este nuevo marco, EE. UU. ha extendido su lógica de urgencia a toda la cadena productiva.

El interrogante de fondo persiste: ¿cuáles serán las consecuencias a largo plazo de este giro estadounidense? China mantiene su ambición de abastecer al mundo, especialmente a África y América Latina, y sigue siendo el principal socio comercial del sudeste asiático. Sin embargo, emergen nuevos protagonistas. Las exportaciones automotrices de México se han disparado en 2025, y países como Vietnam, Malasia, Indonesia y Corea del Sur han incrementado sus envíos de maquinaria y equipos eléctricos.

¿Estamos ante el inicio de un nuevo ciclo comercial dominado por un proteccionismo renovado? En parte, sí. No obstante, la diversificación ya estaba en marcha desde hace años, y será difícil revertirla completamente.

Europa, un pacto criticado

El impacto político de este reordenamiento quedó claro en el reciente acuerdo con la Unión Europea. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue criticada por algunos por haber pactado con Washington sobre la base de una tarifa del 15 %. Para sus detractores, se trata de una cesión. Para sus defensores, fue una maniobra pragmática que evitó peores escenarios. Lo cierto es que el acuerdo no incluye disposiciones sobre sectores clave como la inteligencia artificial o las redes sociales, dejando áreas estratégicas aún sin regulación binacional.

Alemania e Italia, principales exportadores europeos hacia EE. UU., celebraron el pacto. Francia, en cambio, mostró reservas. El llamado “acuerdo de Turnberry” inaugura así una nueva etapa en los vínculos comerciales transatlánticos, marcada por ajustes, pero sin ruptura. Es el reflejo de un escenario global que oscila entre el retorno de los controles aduaneros y la necesidad de mantener rutas diversificadas de comercio.

En este contexto, la llamada “nueva era comercial” podría dar lugar a una fragmentación funcional de la economía global. Esta fragmentación podría no ser una debilidad, sino una estrategia competitiva centrada en sectores clave como los minerales críticos, las tecnologías emergentes y la inteligencia artificial.

Pascal Drouhaud / Especialista en relaciones internacionales / Presidente de LATFRAN (www.latfran.org)

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