“El Señor del Tiempo” y el Breve Fantasma del Amor
Después de Damus -el lanzador de sables- vinieron otras máscaras a escena, en línea directa de ascendencia como lo fuera el mago “Saturno” a quien llamaban “El Señor del Tiempo”, segundo de la casta. Poseía el misterio de poder detener la vida. Según decires poseía el secreto de la eternidad y solía devolver la juventud, tanto a mujeres hermosas como a las flores marchitas. Escondía en su carromato su laboratorio de trucos y sus fantasmas vivientes. Se cuenta que cierta vez hizo aparecer de la nada a una mujer hermosa y de hechizante mirar. “¿Quién eres?”-preguntó el mago Cronos a la aparición. “Soy nadie -dijo aquella. Tampoco tengo nombre ni destino. Sólo existo en tu imaginación y en la inocencia de los espectadores. He surgido de uno de tus sueños de irrealidad. Por tanto, sólo he de vivir unos instantes. Luego desapareceré hacia la nada, que es de donde vengo.” “¡No puedes irte -dijo el hechicero- porque eres mía y parte de mi creación!” “Ninguna ilusión es prisionera -dijo el bello espectro. Y yo soy una más que ha surgido de tu alma”. Cuando ella quiso desvanecerse, Saturno la ató a una silla, hasta que desistiera de desaparecer hacia la nada del misterio. (XXVI) de: “La Máscara que Reía.” ©

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