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Nos haces falta, Jesús

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Por Ricardo Avelar
Publicado el 25 de julio de 2025


Te persiguen, Jesús, y no es para menos. Es que decís la verdad. 

Pero no esa verdad que viene de la obviedad y el lugar común. Tu verdad, esa que has pronunciado sin rodeos y con todas sus letras, es una cruda y hasta incómoda. Es la verdad que algunos, muchos, preferirían enterrar o sofocar. 

Es la verdad de un poder vulgar y desmedido que devora sin empacho a los más desprotegidos. Es la verdad que amenaza a los que subyugan y dominan, mientras eruptan sus majestuosos banquetes en salones iluminados, amenizados por estridentes orquestas que piden escuchar cómo, al lejos, claman misericordia y un poquito de dignidad aquellos cuyo sudor, sangre y huesos alimentan la maquinaria cruel que hoy te persigue, te criminaliza y te humilla. 

Te persiguen Jesús. Te persiguen por decir la verdad. 

Pero no desde adornados palacios, podios barrocos u oficinas perfumadas. Vos elegiste, en cambio, caminar junto a tu pueblo. No del arribista acomodado, que en ocasiones elige someterse al poder esperando algunas migajas que caerán de la mesa del que reprime. No elegiste caminar junto al pueblo privilegiado que a la primera huye a su casa de campo, al comprobar que la lealtad del caudillo es con su bolsillo y no con élites que se disfrazan de alfombra para que el rey sin corona se pasee cómodo y jubiloso, sin llenar de polvo sus botas. 

Vos elegís, Jesús, pasear al lado de otro pueblo, ese desvalido y olvidado, que habita barrios húmedos con un permanente olor a derrota y miseria. Ahí has caminado, Jesús, ofreciendo un mensaje de revolución. Pero no una revolución barata, de esa que busca apropiarse de los privilegios con los que hoy otros se atragantan. 

Vos, en cambio, ofrecés una revolución de amor, de justicia, de libertad y de dignidad. Una en la que incluso el violentador es tratado con humanidad.

Por el atrevimiento de proclamar, entre el fango de la desesperanza, un mensaje de reconciliación, hoy te persiguen. 

Cuánta falta hacés, Jesús. Hace tanto que no te vemos, que no encontramos tu sonrisa optimista entre la desolación que dejan los sátrapas corruptos y mezquinos. 

Cuánta falta hace escucharte soñar con la igualdad y la fraternidad. Con un mundo, si no es mucho abuso pedir, un poco más humano. 

Hace tanto no te vemos, pero vas a volver. Y tu mensaje, tus palabras, tu abrazo honesto y tu lucha inclaudicable volverán a recorrer los rincones más olvidados de este mundo horrendo y espantoso. 

Y seguirán inspirando a tantos que, en medio de la convincente y elocuente promesa de la persecución, la represión y la violencia, eligen resistir. 

Te persiguen, Jesús, pero hoy somos muchos más los que te esperamos con los brazos abiertos, ansiosos de acompañarte en esa titánica tarea de intentar, aunque la vida cueste, decir la verdad ahí donde es más incómoda. 

Te persiguen, Jesús Armas, y de momento te encierran. Pero no descansaremos hasta verte libre, sonriente, valiente y como siempre luchador. 

En tu amada Caracas, inspirando a otros que, como tú, luchan contra la bestia autoritaria que mata, saquea, devora y empobrece. 

Te persiguen, Jesús, y no descansaremos hasta verte libre. 

*Dedicado a mi gran amigo Jesús Armas, preso político que ha recorrido numerosas comunidades, repitiendo un mensaje que no es de venganza y odio hacia la dictadura, sino de amor, empatía y reconciliación con su amada Venezuela. Dedicado además a Ruth, Enrique, Fidel y otros que, como Jesús, eligen la paz, eligen la democracia. Y si la vida nos sonríe, pronto la disfrutarán en libertad.

Politólogo y periodista

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