Tierras de cárceles y desprecio
El análisis constitucional diluye la narrativa sobre la salida del CECOT de los venezolanos pues políticamente dos semanas atrás como vimos el régimen salvadoreño intentó lavarse las manos.
El profesor Milton Leitenberg en su obra “Muertes en guerras y conflictos en el Siglo XX” cifró esos asesinatos -civiles, militares, y quienes fueron empujados deliberadamente a morir de hambre, y encarcelados- en 231 millones. Las 75 mil muertes de la guerra civil salvadoreña son parte del total.
Fueron 100 años de grandes hallazgos científicos en la Tierra y el sistema solar, en los océanos, sobre el cambio climático, y de sorprendentes avances tecnológicos que configuraron la era digital, pero a la vez fue el siglo de mayor desprecio a la vida por el fascismo, nazismo, totalitarismo, y militarismo; las bombas atómicas sobre Japón; el aniquilamiento étnico; y, la devastación del medio ambiente.
Un macabro legado al Siglo XXI como atestiguamos en las barbaries de: Putin en Ucrania, Israel en la Franja de Gaza, el Partido Comunista de China contra los uigures, y la política migratoria del presidente Donald Trump que en su primera administración enjauló niños y en esta segunda detiene y expulsa masivamente -aunque dañe a personas honradas y trabajadoras- afectando el mercado laboral y la economía de EE. UU. Su objetivo a partir del 1 de octubre: deportar anualmente más de un millón de migrantes.
En la actualidad, el desprecio a la vida se amplifica en redes sociales. Su versión extrema: regímenes de facto, ilegítimos, corruptos, que instigan a la violencia y odio contra personas democráticas y organizaciones cívicas.
El Régimen de Excepción y su enlace con EE. UU. por el contrato penitenciario encarna el desprecio a la vida en la cárcel en la que se ha convertido El Salvador para nacionales y extranjeros. La inconstitucionalidad del “CECOT internacional” fue confirmada el 8 de julio con la nota del régimen Bukele al Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en el punto sobre los venezolanos jurídicamente desaparecidos forzados: “la jurisdicción y la responsabilidad legal sobre dichas personas recaen exclusivamente en las autoridades extranjeras competentes”.
Sin embargo, el Art. 146 de nuestra Carta Magna no habilita la celebración, la ratificación ni la otorgación de “concesiones en que de alguna manera se altere la forma de gobierno o se lesionen o menoscaben la integridad del territorio, la soberanía e independencia de la República, o los derechos y garantías fundamentales de la persona humana”. Esta prohibición “se aplica a los tratados internacionales o contratos con gobiernos o empresas nacionales o internacionales”. El subrayado es mío porque está en cuestión todo contrato que dañe nuestra soberanía y otorgue una jurisdicción como la que el régimen Bukele artificialmente transfiere al gobierno Trump. Igualmente, este contrato penitenciario conlleva violaciones a los derechos humanos como han documentado la misma ONU, CIDH, Amnistía Internacional, HRW, y CRISTOSAL.
El análisis constitucional diluye la narrativa sobre la salida del CECOT de los venezolanos pues políticamente dos semanas atrás como vimos el régimen salvadoreño intentó lavarse las manos. La contradicción fue de raíz pues en abril Bukele creyéndose propietario de sus vidas los ofreció a su homólogo Nicolás Maduro para un canje distinto al que ahora negoció EE. UU.: por prisioneros políticos de Maduro, venezolanos por venezolanos. La Casa Blanca guardó silencio entonces, lo cual no es de extrañar ya que siguen “ponchándose en home” al inventarle a Bukele un protagonismo que no tuvo, tratando quizás así de bajar decibeles a sus MAGA que ven traición en toda negociación directa con el régimen chavista pues no olvidan que Trump y sus colaboradores aseguraron que no negociarían con Maduro ni petróleo ni nada. Mientras, los venezolanos ya en Caracas confirman que en el CECOT existe tortura como lo había testimoniado el salvadoreño Kilmar Abrego.
El primer capítulo del “CECOT internacional” concluyó. La excarcelación no diluye ante el Derecho Internacional y el Derecho Humanitario los sufrimientos de quienes para Maduro también son botín político. ¿Se atreverán a un segundo capítulo? Creo que sí. Ahora bien, el senador Van Hollen y demás honorables congresistas -que llegaron y abogaron por Abrego y los venezolanos- tuvieron siempre la razón al exigir ingresar al CECOT para escrutar los impuestos de los contribuyentes estadounidenses y si sus impuestos sirven para torturar civiles en El Salvador. Hoy, Demócratas y Republicanos disponen de abundantes testimonios sobre estos vejámenes que vale decir son más abominables en las cárceles de Apanteos, Izalco y Mariona.
¿El fin del episodio es que Maduro y Bukele se llamen tiranos entre sí? ¿Qué es lo que nos queda tras estas bestialidades contra miles de personas? Prisioneros de conciencia, presos políticos, propaganda hipócrita y cínica, en El Salvador y Venezuela. Sociedades civiles cortadas de tajo. Mentiras y mucho terror. Atinadamente reflexiona la fiscal destituida recientemente, Maurene Comey, investigadora del caso Epstein sobre abusos sexuales a menores de edad en el que Trump parece estar involucrado: “El miedo es la herramienta de un tirano”.
Analista político y experto en relaciones internacionales

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