Santa Ana 20oC   87% H San Salvador 24oC   94% H San Miguel 24oC   94% H Surf City 24oC   94% H
  mapa
EDH

Temporada de Navidad Conciertos en El Salvador Festivales Turismo en El Salvador Noticias

Banner versión desktop Banner versión móvil
   CONTENIDO DE ARCHIVO: ¡Estás navegando en el pasado! 🚀 Da el salto a la nueva versión de elsalvador.com. Te invitamos a visitar el nuevo portal país donde coincidimos todos.

La conducta de un cristiano

Avatar del autor

Por Jaime Ramírez Ortega
Publicado el 17 de julio de 2025


Vivimos en una época marcada por la injusticia, la violencia, la impunidad, la represión contra los inocentes y las estructuras que privilegian al fuerte y pisotean al débil, lo cual es parte del panorama diario, especialmente en nuestras naciones subdesarrolladas.

Frente a esto, ¿qué dice la Biblia? ¿Cómo responde el Evangelio de Cristo ante este clamor por justicia? 

Una respuesta poderosa se encuentra en el corazón del Sermón del Monte: las bienaventuranzas de Mateo 5:9-10, el Señor Jesucristo ofrece no sólo una palabra de consuelo para los oprimidos, sino una teología firme de resistencia pacífica y fidelidad a las enseñanzas del Mesías. Estos dos versículos, leídos juntos, forman una visión profética y transformadora frente a las injusticias del mundo.

Jesús declara en Mateo 5:9: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. En esta frase, breve pero densa, se encierra una vocación radical. El término griego que aquí se traduce como “pacificadores” (eirēnopoioí) no se refiere simplemente a quienes desean la paz, sino a quienes la producen activamente. Es decir, no basta con no ser violentos: como cristianos debemos ser agentes activos de reconciliación (Hebreos 12:14).

Esto tiene implicaciones teológicas profundas. La paz, en la visión Bíblica, no es ausencia de conflicto, sino la restauración de las relaciones quebradas por el pecado. 

En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea “Shalom” describe un estado de bienestar integral, justicia y armonía con Dios, con el prójimo y con la creación (cf. Isaías 32:17; Jeremías 29:7). 

Por tanto, los pacificadores no son neutrales ante la injusticia: son constructores del orden justo de Dios y son llamados a alzar la voz frente a los que sufren y no pueden defenderse. El Señor Jesucristo les llama “hijos de Dios”, no porque su obra los salve, sino porque reflejan el carácter del Padre Celestial. Dios es el Dios de paz (1 Tesalonicenses 5:23), y su obra redentora es reconciliar todas las cosas en Cristo (Colosenses 1:20).

 Los pacificadores, entonces, participan de esa misión divina. Allí donde hay odio, división o abuso, ellos no huyen ni se callan. Trabajan, arriesgan y sirven como instrumentos de restauración (cf. 2 Corintios 5:18-20).

 En contextos donde hay represión, polarización política, o comunidades heridas por la violencia, esta bienaventuranza no es una opción decorativa. Es un llamado urgente a actuar como verdaderos hijos de Dios: no con violencia ni resentimiento, sino con una paz activa, transformadora y profética (cf. Santiago 3:18).

 A continuación, en Mateo 5:10, Jesús añade: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Este versículo es crucial para comprender la realidad del discipulado. El Señor Jesucristo no promete protección contra el sufrimiento, sino bendición en medio de él. Los que padecen por causa de la justicia, es decir, por vivir conforme a los principios del Reino, son reconocidos como ciudadanos del Reino de los cielos, aun cuando el mundo los desprecie (cf. 1 Pedro 3:14; 2 Timoteo 3:12). 

Aquí, la palabra justicia (dikaiosýnē) no se refiere simplemente a una virtud personal, sino a la voluntad recta de Dios aplicada en el mundo. Es la justicia que da de comer al hambriento, que defiende al inocente, que denuncia al opresor y que lucha contra la mentira institucionalizada (cf. Isaías 1:17; Amós 5:24). Ser perseguido por esta justicia implica un choque inevitable con los que practican las injusticias y levantan sus riquezas pasando por encima del pobre. 

Muchos cristianos a lo largo de la historia —y aún hoy— han sido perseguidos por defender la verdad, denunciar abusos o negarse a pactar con la corrupción. 

Desde los profetas del Antiguo Testamento hasta los mártires modernos, esta bienaventuranza les da sentido y consuelo: su sufrimiento no es en vano, porque el Reino les pertenece (cf. Hebreos 11:35-38; Apocalipsis 6:9-11). Jesús no promete que el sistema los justificará, ni que serán entendidos por las autoridades. Pero promete algo más grande: que Dios los reconoce como parte activa de su Reino eterno, un Reino que no pasa y que juzgará con equidad a todos (cf. Mateo 25:31-40; Romanos 2:6).

Cuando leemos estos dos versículos juntos, descubrimos un patrón: el discípulo no puede ser indiferente ante la injusticia. Su llamado es doble: ser pacificador y estar dispuesto a sufrir por la justicia. Este doble mandato refleja la cruz misma de Cristo, quien vino a traer la paz y fue perseguido por causa de la verdad (cf. Isaías 53:5; Juan 15:20). 

En contextos como el de El Salvador, donde muchos luchan por sobrevivir bajo sistemas injustos, donde hay detenciones arbitrarias y pobreza estructural, estos textos son vitales. Nos recuerdan que el Reino de Dios no se construye con poder humano, sino con la obediencia humilde y valiente a nuestro salvador el Señor Jesucristo.

La Iglesia cristiana, entonces, tiene un papel profético: acompañar a las víctimas, denunciar el pecado estructural, y formar discípulos que vivan como pacificadores, aun sabiendo que serán perseguidos. Esta fidelidad no siempre será recompensada por los hombres, pero el cielo la reconoce. “De ellos es el Reino de los cielos”. Dios no ignora al que trabaja por la paz ni al que sufre por hacer lo correcto. A ambos les llama bienaventurados.

En un mundo donde la injusticia parece triunfar, estas palabras de Jesús nos invitan a seguir adelante con fe, sabiendo que nuestra causa no es ignorada en el Reino de los Cielos.

Abogado y teólogo

💡
¿Qué deseas ver ahora?