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Fernando Palomo ESPN

La hora de cambiar el juego en El Salvador

La propuesta es clara: crear una comisión independiente que impulse la profesionalización del fútbol de Primera División en El Salvador.

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Por Fernando Palomo
Publicado el 13 de julio de 2025


Con el paso del tiempo el fútbol salvadoreño se convirtió en experto en perforaciones. Cuando parece que el fútbol salvadoreño toca fondo, de una u otra manera consigue profundizar aún más su crisis. Es más, ha normalizado su convivencia con patrones autodestructivos que anulan su crecimiento. 

Salvo excepciones, como cuando un proceso de selecciones aparentemente exitoso distrae la atención, en El Salvador nunca se ha hecho bien el fútbol. Se ha jugado bien pocas veces, contados ejemplos de casualidades generacionales que surgieron a pesar de las condiciones. Pero construir buen fútbol, nunca. Se puede llegar a un fondo todavía más profundo, se puede estar más abajo. Con la mentalidad de las dirigencias de siempre, es posible.

No deseo ser apocalíptico, sino realista. Por inmerecido que sea, seguir cayendo es muy posible. Que suceda no puede ser menos que injusto, considerando el cariño que el salvadoreño tiene por el deporte y el amor que siente por su selección. Llegar más bajo es probable si se continúa pensando en hacer fútbol como hasta ahora: con los pies. Al fútbol hay que ponerle cabeza. Ahora que confluyen momentos trascendentales, como la elección de un nuevo directorio de la Federación de Fútbol y la urgencia de un cambio, es cuando tendrían que llegar acciones que modifiquen significativamente las estructuras del fútbol salvadoreño. Acciones que transformen radicalmente al principal vehículo de entretenimiento de los salvadoreños. 

Debe construirse un plan nacional para el desarrollo del fútbol, donde inequívocamente esté involucrada la infraestructura del Estado para la renovación y mantenimiento de instalaciones deportivas, como estadios municipales. La construcción de un consejo consultivo autónomo que aglutine a todas las partes interesadas, con la participación de la Federación y su nuevo directorio por supuesto, con el Estado velando por las obligaciones que le competen, la promoción del deporte a nivel nacional, la revitalización de los Juegos Estudiantiles como impulsor del crecimiento del deporte y la promoción de valores de competencia, respeto a los reglamentos y sana convivencia. Así como esto, lo más importante ahora- y por ende, lo más inmediato- debe ser la revisión del modelo de competencia del fútbol profesional en su sentido más amplio. 

Una revisión de los problemas de la Primera División del fútbol nacional sería extensa y su atención lectora merece mi respeto, aunque se podría (y debería) escribir un libro sobre los problemas históricos del fútbol profesional salvadoreño. Uno de esos problemas, por ejemplo, es llamar “profesional” al fútbol nacional. 

Lo que acá promuevo es la creación de una nueva forma de hacer fútbol, que lleve a la profesionalización de todas las áreas operativas que componen la incipiente industria del fútbol en El Salvador. Con la mejor intención, sin pretender una expropiación de los bienes y activos de los que clubes que los tengan, pero sí una sana intervención de estos, en común acuerdo y con la fiscalización y transparencia que un proceso así merece. 

La propuesta es clara: crear una comisión independiente que impulse la profesionalización del fútbol de Primera División en El Salvador. Esta comisión operaría por un período definido —no menor a cinco años y con posibilidad de prórroga—, asumiendo la administración temporal de los activos de los clubes de la máxima categoría. Su objetivo sería ordenar la competencia y establecer los estándares mínimos desde los cuales se construya, con seriedad, la marca del fútbol nacional. 

Bajo esta figura, los clubes cederían sus derechos de gestión a un organismo con la obligación de rendir resultados comerciales y deportivos, alineados con un proyecto de desarrollo sostenible. Todas las áreas clave —deportiva, financiera, comercial, marketing, comunicaciones y ciencias aplicadas al deporte— se coordinarían desde esta estructura. La comisión trazará las líneas y cada club, respetando ese marco, implementaría los procesos, cumpliendo con los criterios establecidos.

Esta comisión corregiría el mal constante del fútbol salvadoreño, la reiteración de prácticas oscuras y amagos de profesionalismo del que apenas se pueden rescatar tibios ejemplos momentáneos a lo largo de la historia.  Los torneos desordenados, sin estándares básicos, plagados de equipos quebrados o sin legitimidad institucional, son fábricas de mediocridad. 

Ya no se puede tolerar la competencia sin solvencia, las estructuras ni propósito, la continuación de los modelos que premian la mediocridad. La participación en una liga profesional debe ganarse con responsabilidad: finanzas en regla, instalaciones dignas, programas de formación y una conexión real con su entorno. Un campeonato que no es capaz de generar talento para nutrir a una selección, que es incapaz de exportar futbolistas hacia mejores ligas, no es un campeonato profesional: es simulacro.

Al fútbol salvadoreño le ha llegado la hora de actuar por su rescate. Y cualquier cosa que, para ese propósito, se parezca a las prácticas del pasado —y a los protagonistas de ese pasado— debe ser desplazada. 

Hay muchas necesidades, pero elevar la competencia de la máxima categoría debe ser prioridad. El aficionado regresaría a las canchas; crecerían los vínculos comerciales y la confianza de la inversión privada. Se crearía un ambiente profesional que aumentaría los ingresos y permitiría reinvertir en desarrollo de talento, mejora de canchas y construcción de infraestructura permanente para los clubes. No es la única solución, es una de muchas. No es el único camino, pero es un punto de partida. La ruta actual nos arrastra al fondo, y al encontrarlo, el fútbol salvadoreño seguiría perforando para llegar aún más abajo. Así se ha hecho siempre. Así seguimos haciéndolo. Y así no podemos continuar.

Periodista deportivo

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