Antisionismo a todo vapor
La historia de Israel como pueblo escogido de Dios es un testimonio vivo de la fidelidad divina a lo largo de milenios.
Desde el primer pacto con Abraham hasta el regreso de los judíos a su tierra en el siglo XX, Israel ha sido una nación marcada por el propósito divino, y a pesar de los continuos desafíos políticos y espirituales que enfrenta, sigue siendo el pueblo elegido de Dios.
Sin embargo, en la actualidad, hay voces crecientes, tanto dentro como fuera de la iglesia cristiana, que abrazan ideas antijudías, negando a Israel su derecho legítimo de existir como Estado soberano y como pueblo del pacto.
El antisemitismo, la hostilidad hacia los judíos, ha existido durante miles de años.
Desde las antiguas civilizaciones, como los egipcios y los babilonios, hasta la persecución en Europa medieval y la tragedia del Holocausto, los judíos han sido objeto de odio y violencia por el solo hecho de ser judíos. En el contexto moderno, este antisemitismo se ha manifestado en el rechazo al sionismo, el movimiento que aboga por el derecho del pueblo judío a tener un estado propio, y en la negación del derecho de Israel a existir, citando los sufrimientos de los pueblos palestinos y la ocupación de tierras en disputa.
Sin embargo, hay varios puntos claves que refutan esta narrativa y evidencian el derecho legítimo de Israel a existir:
Los pueblos tienen el derecho de autodeterminarse y formar su propio estado. El pueblo judío, como cualquier otro pueblo, tiene el derecho de vivir en su tierra ancestral, lo que incluye la creación de un estado soberano. La Declaración Balfour de 1917, la resolución 181 de las Naciones Unidas de 1947 y la creación del Estado de Israel en 1948, todos reconocieron este derecho. Israel fue admitido en la ONU como un estado soberano y su derecho a existir no está sujeto a la aprobación de sus enemigos.
A menudo, los críticos de Israel acusan al país de violar los derechos humanos y cometer abusos contra los palestinos. Sin embargo, estos mismos críticos no aplican el mismo estándar a otros países que cometen violaciones mucho más graves de los derechos humanos. Por ejemplo, regímenes como el de Irán o Corea del Norte, que violan los derechos fundamentales de sus ciudadanos, no enfrentan las mismas condenas internacionales que Israel. Esta doble moral muestra la naturaleza injusta y sesgada de las críticas hacia el estado judío.
A diferencia de muchos de sus vecinos árabes, Israel es una democracia pluralista, donde las minorías, incluidos los árabes israelíes, disfrutan de derechos políticos, sociales y religiosos. En Israel, los ciudadanos árabes tienen derecho a votar, ser elegidos y participar en el proceso político, algo que no ocurre en muchos países de la región. Este hecho refuerza la idea de que Israel no es un estado opresivo, sino una nación que valora la libertad. Desde el punto de vista bíblico, la negativa a reconocer a Israel como el pueblo de Dios y su derecho a existir como nación es inconsistente con las Escrituras.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es claro respecto al pacto eterno entre Dios e Israel. El pacto con Abraham y sus descendientes: En Génesis 12:2-3, Dios hace una promesa clara a Abraham: “Haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren, maldeciré; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Esta promesa establece no solo una relación especial con Abraham, sino también con sus descendientes, es decir, con el pueblo de Israel. Esta promesa no ha sido anulada y sigue siendo válida hoy.
En Ezequiel 37:21-22, Dios promete restaurar a Israel en su tierra: “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde fueron, y los recogeré de todos los países, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel”. Esta profecía se cumplió parcialmente con la restauración de Israel en 1948 y continuará cumpliéndose en el futuro, como se ve en la conversión de muchos judíos a Cristo al final de los tiempos. En Romanos 11:1-2, el apóstol Pablo reafirma que Dios no ha desechado a su pueblo: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera”.
Pablo subraya que, a pesar de que muchos israelitas rechazaron a Jesús como el Mesías, la promesa de Dios para Israel sigue siendo válida. A lo largo de la historia, Dios ha mostrado misericordia a su pueblo, y al final, se cumplirá la restauración espiritual de Israel.
Lamentablemente, hay un grupo creciente dentro de la comunidad cristiana, particularmente en ciertos sectores evangélicos, que abrazan ideas antisionistas y antiisraelitas. Este movimiento, influenciado por un mal entendimiento de las Escrituras, ha llevado a algunos a negar el derecho de Israel a existir como nación y a apoyar narrativas que presentan a Israel como el opresor y a los palestinos como las víctimas absolutas.
Sin embargo, este enfoque es teológicamente erróneo por varias razones: primero: Algunos cristianos creen en la "teología del reemplazo", que sostiene que la Iglesia ha reemplazado a Israel como el pueblo de Dios. Este punto de vista no tiene fundamento bíblico, ya que la Biblia muestra que las promesas hechas a Israel son irrevocables (Romanos 11:29). La Iglesia no reemplaza a Israel; más bien, ambos tienen roles diferentes en el plan divino.
Segundo: La restauración de Israel es una parte integral de las profecías bíblicas. Negar la legitimidad de Israel como nación es negar el cumplimiento de las profecías que predicen su regreso a la tierra (Ezequiel 36:24).
Los cristianos evangélicos deben reconocer la importancia de Israel en los tiempos finales y apoyar su derecho a existir como un mandato divino.
Abogado y teólogo

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