Docentes y gremiales: La dignificación olvidada
Muchos gobernantes y ministros intentan reformar todo menos lo esencial; entregan libros, computadoras, arreglan instalaciones deportivas, mejoran los programas de estudio, ¿y la situación docente…?
Lo único que puede mejorar las condiciones de productividad y competitividad del país es la educación, y en ella los docentes son los actores esenciales. Sobre este tema hemos publicado demasiados artículos, pero insistiremos porque nada ha cambiado. La calidad del sistema educativo es la plataforma del crecimiento económico y del bienestar (R. Solow; Cobb & Douglas). En la productividad total de los factores el capital humano, las patentes y la disponibilidad de ingenieros y doctores es esencial, y para ello se necesitan buenos maestros y gremiales robustas.
Las gremiales educativas en El Salvador se remontan al surgimiento de los movimientos mutualistas, cooperativistas y sindicalistas que emergen entre los siglos XVIII, XIX y XX; según Oscar E. Pastore (2017) existe el registro de la “sociedad Central de Maestros” en 1917. Probablemente, durante el Martinato y la emergencia del movimiento comunista, estas organizaciones se fueron fortaleciendo, hasta llegar a los albores del conflicto armado cuando en los años 60 surge ANDES 21 de Junio (1965).
Merino y Galdámez (2015) en su trabajo de tesis realizado en la UCA identificaron 19 organizaciones sindicales entre los años 1960 y 1996: Asociación Salvadoreña de Trabajadores de la Educación y la Cultura (ASTEC); Unión Nacional de Educadores Salvadoreños (UNES); Consejo de Directores de Institutos Nacionales de El Salvador (CODINES); Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES 21 de Junio); Asociación de Docentes de la Universidad de El Salvador (ADUES); Sindicato Gremial de Educadores de la Empresa Privada de El Salvador (SGEEPES); Movimiento de Maestros Demócrata Cristianos (MMDC); Movimiento Magisterial Femenino Salvadoreño (MMFS); Sindicato Gremial de Maestros de El Salvador (SIMES); Consejo de Educadores Desempleados (CEDUCA); Asociación de Profesores que trabaja en el Programa EDUCO; Asociación Magisterial Salvadoreña (AMES); Asociación de Profesores de Educación Física; Movimiento de Educación Bases Magisteriales; Concertación Educativa de El Salvador (CEES); Asociación Cooperativa de Ahorro y Crédito y Ayuda Familiar de ANDES 21 de; Junio de R.L. (CO-ANDES); Asociación Concertación Magisterial Salvadoreña (CMAS); Asociación Internacional de Educadores Delta Kappa Gamma; Asociación de Profesores que Trabaja en el Programa EDUCO.
De estos movimientos sindicales se derivan tres lógicas: la primera, en el campo laboral (intereses salariales y salud), en lo profesional (políticas educativas, formación y presupuesto) y a nivel político (crítica al neoliberalismo, marcos legales y reformas).
Las gremiales educativas, en la historia reciente o contemporánea, han tenido un rol crítico de contraposición a la patronal representada por el Ministerio de Educación, en función de reivindicar sus derechos y conquistar beneficios para la clase trabajadora docente. Esto es de manual, y se aplica a la mayoría de sindicatos. Pero también hemos observado algunas gremiales que se alinean a los intereses de las autoridades educativas y desnaturalizan su función a cambio de recibir algunos beneficios o privilegios para algunos pocos agremiados, entre ellos: cuotas de poder.
Los buenos sindicatos, más allá de las demandas salariales asociadas a los Artículos 33 y 34 de la Ley de la Carrera Docente, también se deberían preocupar por la calidad de los servicios educativos que ofrece la escuela, por exigir infraestructura y equipamiento para cumplir eficientemente sus funciones y por los derechos de los estudiantes. Esto puede sonar como un eufemismo, pero debe ser así…
Hoy en día, hay más de una decena gremiales operando, tres de ellas poseen una raigambre histórica vinculadas a los movimientos de “izquierda”, por su naturaleza y vocación ideológica: Andes 21 de Junio, Bases Magisteriales y SIMEDUCO. Pese a que hoy parece ser mala palabra hablar de ideologías o de izquierdas.
En los últimos 30 años, algunas de estas gremiales en las mesas de diálogo o en la búsqueda de protagonismo le han vendido el alma al diablo; en efecto, un error grave que han cometido ciertas gremiales en la historia reciente es la vinculación con partidos políticos, y desde ellos, con el gobierno de turno, para lograr ciertos privilegios -que por cierto administran algunos dirigentes-. Aquí, su misión pierde totalmente sentido ético, técnico y profesional, ya que pasan a ser un brazo operativo de la patronal. Una cosa es tener una orientación ideológica por principios filosóficos y otra muy distinta es hacer política partidaria o ser co-ejecutor de gobiernos.
La misión fundamental de una gremial es garantizar la “dignificación docente”, algo que ha estado en todos los planes de gobierno y que nunca se ha cumplido; podemos investigar en el Plan decenal 1995, en Desafíos de la Educación para el Nuevo Milenio, en Plan Nacional Educativo 2021, en el Plan Vamos a la Escuela, en el plan El Salvador Educado, en el Plan Torogoz y probablemente en el plan Mi Nueva Escuela (que debe estar reservado); todos repiten la importancia de dignificar a los docentes, pero ningún gobierno, desde 1992 a la fecha ha hecho nada serio, digno, respetable por los docentes.
La docencia es la profesión más estudiada e investigada de todos los campos profesionales; todo el mundo tiene una opinión sobre lo que debe hacer y saber un maestro, por el simple hecho de haber asistido a la escuela. Pero pese al cúmulo de información, datos y conocimientos la dignificación sigue esperando, que algún día, un presidente o un ministro convencido que los docentes son la clave para cambiar una nación, hagan algo por ellos.
Aunque las comparaciones son odiosas, debemos caer en la tentación de comprar la formación y dignificación de “médicos” y “maestros” como espejo profesional: los primeros tienen un proceso de selección muy riguroso, los segundos no tanto; los primeros poseen un programa formativo de al menos 7 años, los segundos apenas 3; los primeros hacen prácticas y rotaciones en hospitales y año social equivalente a 4 años formativos, los segundos apenas un semestre; los primeros hacen una especialidad para ejercer, los segundos no. Curiosamente ambas profesiones tienen cuatro campos formativos básicos: Médicos: Cirugía, Pediatría, Obstetricia- ginecología y Medicina interna. Maestros: Lenguaje, Matemáticas, Sociales y Ciencias. ¿Por qué son tan diferentes en salarios y dignificación…?, quizá porque los errores del médico se sepultan y los del docente se multiplican, y esto último a poca gente le importa.
El destacado informe de McKinsey “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos” (2007) nos recuerda que: 1.- El techo de la calidad de un sistema educativo son los docentes; y 2.- La única forma de mejorar es justamente, mejorar como los docentes enseñan. No hay otra receta…
Formar el capital humano es un ingrediente principal de una mayor productividad e innovaciones aceleradas para los países; al respecto: Burns y Luque (2014) en “Profesores excelentes” nos recuerdan que: “Cada día, más de 7 millones de profesores se presentan a trabajar en las aulas de toda América Latina y el Caribe (…) se los reconoce cada vez más como actores clave en los esfuerzos de la región por mejorar la calidad y los resultados educativos (…) pero: La baja calidad promedio de los profesores de América Latina y el Caribe es la principal limitación que impide el avance educativo en la región y, en consecuencia, restringe la contribución del gasto nacional en educación a la reducción de la pobreza y la prosperidad compartida”.
¿Quién se ha preocupado por esta realidad…?; muchos gobernantes y ministros intentan reformar todo menos lo esencial; entregan libros, computadoras, arreglan instalaciones deportivas, mejoran los programas de estudio, ¿y la situación docente…?
Creo que es momento de reflexionar; analizar estos últimos 30 años de reformas y políticas educativas ineficientes, hacer un alto en el camino y enfocarse en lo sustantivo: la dignificación docente. Este debería ser el punto de partida y de llegada de las gremiales en esta época, no dar un paso más hacia ningún lado curricular, pedagógico o didáctico, si el punto de partida no es mejorar las condiciones docentes.
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