La rosa más allá de las espinas
Inmersos en la adversidad de la floresta de los años la vida suele darnos rosas por espinas. Por igual, más allá de la noche más profunda nos ofrece un luminoso amanecer. De la misma manera que al final de la rama cubierta de espinas surge una rosa. Razón de vivir es para nosotros -humanos rosales- ir descubriendo en nuestro interior y de la humanidad el mismo perfumado capullo del amor, del perdón, la gracia, la paz y la belleza. Escrito está que cada corazón habrá de florecer, tarde o temprano, como la vida y la rosaleda. Recordemos que más allá de los zarzales- nos aguarda un prado verde de florido esplendor y que -allende la lluvia del llanto y del llano- sobreviene la calma de un tiempo mejor. De la misma manera, al final del horizonte de nuestro humano viaje de veleros surcando los mares, nos espera la sonrisa del amanecer de una promesa. Recuerdo los versos de trova que escribiera en los años de mocedad que decían algo así: “Habrá de florecer la vida otra vez. Como la aurora prometida ha de volver. Habrá de florecer la tierra en un nuevo tiempo de cosechas cuando tú y yo encontremos el amor… ¡Todo el amor ardiente!” Se habla del “camino de espinas” del desierto existencial que nos conduce a la gracia. En lengua sánscrita la voz “marga” significa “camino”. Ello es porque a la vera del sendero surgen las margaritas silvestres en nuestro paso por la vida. Cada lágrima o gota de sangre que nos roba la rosaleda es una estrella más que se enciende en la noche o un capullo más que nos devuelve y regala la vida.

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