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Un pandemonio

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Por Carlos Mayora Re
Publicado el 14 de junio de 2025


Si se consulta a la RAE el significado de pandemonio, se encuentran dos acepciones: es el nombre de la ciudad capital del supuesto imperio de todos los diablos… y también viene a significar un lugar en el que predomina el ruido y la confusión.  

Tengo para mí que los dos sentidos se adaptan bastante a la situación actual de las comunicaciones en estos dorados tiempos. Tanto porque las medias verdades y las verdades falsas (¿?), o fake news para entendernos, parecen copar cínicamente titulares y contenidos de noticias; como porque si por algo se caracteriza al señor de los cuernos pezuñas y tridente, es por ser el padre de la mentira.  

Y de eso, de mentiras (o medias verdades), estamos más que servidos en todo lo que circula en redes sociales y en el mundo fundado en subterfugios creados merced a la llamada Inteligencia Artificial, gracias al cual uno puede encontrase videos de respetables personas públicas afirmando barbaridades con su propia voz y gestos característicos, o puras y duras mentiras so capa de novedades y primicias informativas.  

El hecho tan actual de poder inventarse o crear cualquier “noticia” jugando con medios digitales tiene muchas desventajas, pero un punto muy importante a favor de los medios de comunicación serios y bien gestionados: aumenta su credibilidad, y, por lo mismo, garantiza su supervivencia en un mundo en el que puede llamarte tu “padre”,  tu “jefe”, o tu “mejor amigo”  por teléfono pidiéndote que le deposites una cantidad de dinero en una cuenta que no es la suya pues se encuentra en una necesidad. Todo falso, todo fake… pero no faltan personas que caen en ese tipo de estafas. 

Manipular, engañar, pervertir, no es nuevo. Es tan antiguo como el relato del Génesis en el que el mentiroso por antonomasia convence a nuestros primeros padres a comer del fruto del árbol prohibido, por medio de argumentos falaces y seductores que les impiden pensar sensatamente y descubrir la mendacidad en lo que la serpiente les propone.   

La comunicación hodierna ha aprendido mucho de la historia. Pensemos, por ejemplo, en tres principios enunciados por Goebbels, ministro de propaganda (ya la palabra en sí encierra significados interesantísimos) en la Alemania nacional socialista, que se siguen aplicando consistentemente por quienes pretenden manipular y sacar ventaja de la comunicación para sus propios intereses.  

El primero podría enunciarse como el principio de transportación, que consiste en cargar sobre el enemigo las mismas debilidades, vicios, errores, defectos y corrupción de uno mismo. De manera que se responde a cualquier ataque embistiendo a quienes nos agreden, con una especie de triquiñuela proactiva, que consistiría en aquello de que si no puedes negar algo de lo que te acusan, el camino es acusar al contrario de lo mismo… pero multiplicado por diez, o, mejor, por mil.  

Un segundo pilar de la comunicación falsa, pero efectiva, podría llamarse el principio de vulgaridad. Que vendría a ser algo así como que un argumento, una idea, mientras más popular y vulgar sea, mejor, pues las masas solo repiten y se inflama su corazón a la menor provocación, fruto de su capacidad ilimitada de aceptar cualquier idea mientras tenga un eco en su ingente animosidad. 

En tercer lugar, está lo que se podría llamar el principio de orquestación, que consiste en que la propaganda, o las pocas y simples ideas que se quieren hacer populares deben repetirse incansablemente. De modo que basta acuñar fórmulas simples para transmitir ideas y despertar sentimientos con la inmediatez de lo emocional… frases como “devuelvan lo robado”, o “make America great again”  fundamentan su éxito en este principio de orquestación.  

De modo que en este pandemonio del que venimos hablando, el control sobre la ciudadanía, sobre la mente de las personas, es, tecnología mediante, más eficaz y ubicuo que nunca.

Ingeniero @carlosmayorare

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