"El león que no gustaba de la soledad"
Un día lejano -según recuerda la leyenda- se originó en el bosque del reino de “Nunca Jamás” un incendio tan grande que hizo huir a todos los animales de la selva. En medio de la fuga se encontraron un ciervo y un león que -por razones del destino- tuvieron que huir juntos y hacerse amigos. Cruzando un caudaloso río se quedaron a vivir en una isla hasta donde no llegaba el fuego. “Puedes confiar en mi amistad” -dijo el león- pues de comerte me quedaría solo en el mundo y debes saber que detesto la soledad.” Fue así que inició entre ellos una larga amistad. Un día, sin embargo, decidieron buscar cada quien su propio destino. “Nunca te olvidaré -dijo el ciervo antes de irse. Tú me enseñaste que la fuerza no estaba en tus garras sino en tu corazón. Además, tu sabia ferocidad me enseñó a defender mis horizontes.” El león, por su parte, respondió: “Yo tampoco olvidaré tu amistad. Tú me mostraste que la verdadera libertad está en nuestro interior. Además -terminó diciendo el felino- contigo aprendí a jugar con las estrellas…” Moraleja: Debemos aprender a encontrar en otros, la virtud que no está en nosotros. <De fábulas “Pastor de Ovejas Perdidas” de C. B.>

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