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El especialista en trabajo de seguridad pública, Luis Enrique Amaya, señala que el problema de las pandillas se ha reducido a lo más mínimo, aunque este nivel de seguridad ha conllevado costos para la ciudadanía.

"El problema de las pandillas está resuelto, pero se han generado riesgos importantes": consultor de seguridad

Luis Enrique Amaya tiene 20 años de experiencia como consultor internacional en materia de seguridad. En esta entrevista, analiza cómo el gobierno de Nayib Bukele está abordando el principal problema que tenía la ciudadanía salvadoreña: el de seguridad. Para él, el resultado en esa materia es "sobresaliente", aunque con un método cuestionado.

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Por Jessica Ávalos
Publicado el 01 de junio de 2025


Luis Enrique Amaya tiene 20 años de experiencia como consultor internacional en materia de seguridad. En esta entrevista, analiza cómo el gobierno de Nayib Bukele está abordando el principal problema que tenía la ciudadanía salvadoreña: el de seguridad. Para él, el resultado en esa materia es "sobresaliente", aunque con un método cuestionado.

Amaya, quien cree que las pandillas están totalmente desarticuladas, considera que el "éxito" de esta nueva forma de manodurismo se debe a que Bukele concentró todo el poder, controla la narrativa y debilitó la moral de los pandilleros. Una fórmula que, según advierte, está cargada de grandes riesgos para la sociedad.

¿Qué calificación le pondrías en materia de seguridad al gobierno de Nayib Bukele?

Si uno se atiene a los resultados, es una calificación sobresaliente. Si tuviera que ponerle un número, le pondría fácilmente ocho o nueve. El problema es que en materia de seguridad, como de otras áreas de política pública, tan importantes son los resultados como los métodos, ¿Cómo se han alcanzado esos resultados? Lo de calificación se complica porque, aunque el resultado sea positivo, se han tenido costos y se han sacrificado cosas para alcanzarlo.

Usando la analogía del alumno sobresaliente, ¿Se debe validar el resultado cuando se usan métodos cuestionados?

Un tema importante es el acceso a la información pública, que creo que es uno de los principales costos que ha tenido la estrategia del presidente. Hemos perdido acceso a información pública. Sin esto no podemos saber con exactitud si el estudiante ha copiado o no. Aunque tenemos más certeza sobre los resultados, la manera en la que se ha obtenido es un espacio más oscuro.

El Salvador fue por muchos años el país con la tasa más alta de homicidios del mundo. La cantidad de asesinatos ha ido ala baja desde 2019, cuando Bukele asumió el poder. Foto EDH/Archivo

¿Nos mintieron sobre el Plan Control Territorial y lo que tenemos es el resultado de una tregua con grupos criminales?

Estoy convencido de que el Plan Control Territorial no se implementó. Yo solo pude leer una versión no oficial del plan, en donde se hablaba de una serie de acciones que se parecían mucho a otros planes del pasado, como el Plan El Salvador Seguro, del presidente Sánchez Cerén. En la versión que yo leí tampoco se hablaba de las famosas siete fases que fuimos conociendo. Creo que el plan en realidad tenía dos etapas: negociación y encarcelamiento.

¿Crees que hubo una intención deliberada del gobierno de hacerle creer a las pandillas que negociaba con ellas para luego desmantelarlas?

En esta primera etapa, que yo llamo negociación, hubo una disposición de llegar a un entendimiento con las pandillas, en donde la figura clave era Carlos Marroquín, el director de la Unidad de Reconstrucción del Tejido Social. Mi impresión es que Marroquín tenía la disposición de negociar con las pandillas sin necesariamente tenderles una trampa. Claro, luego sucede el fin de semana trágico y sangriento del año 2022, que es lo que activa el régimen de excepción. Tengo la impresión que eso sencillamente se salió de control y que no había necesariamente, por lo menos no al inicio de la negociación, un interés de tenderles una trampa.

¿Y una trampa del gobierno como tal?

No lo sé. Lo que sí te puedo decir es que ahora sabemos que dejó en libertad a varios líderes pandilleriles. El caso de Crook es uno, el de "Charli" es otro. Mi impresión es que el presidente Bukele o su equipo negoció cerca del final de la etapa de negociación y el principio de la etapa de encarcelamiento. Creo que lo que lo que obtuvieron es información sobre presencia territorial de las pandillas.

Luis enrique amaya

¿Cómo se explica que funcionarios como Marroquín estén todavía en el Gobierno?

Eso es parte de la concentración de poder que tiene Bukele. En otras circunstancias, sin este nivel de control, de concentración de poder, de dominio de la narrativa e influencia en otros Órganos de Estado, un funcionario como Marroquín habría terminado enjuiciado.

¿Las pandillas están desarticuladas?

Yo estoy convencido de que sí. Lo que ha quedado son mareros, no maras. Es decir, hay pandilleros que todavía tienen presencia en algunos lugares, eso está claro, pero eso no significa que las estructuras de las pandillas estén en funcionamiento.

En los pasajes del reparto Las Campanera, en Soyapango, se observaban grafitis de pandillas. Foto EDH/Archivo

Las pandillas se sostenían con las extorsiones. Si partimos de la tesis de que las desarticularon, ¿De qué viven ahora las familias de pandilleros?

Creo que es una de las áreas que no hemos explorado nosotros científicamente, con suficiente rigor. Pero me aventuro a considerar dos cosas: una primera lectura son todos los costos que la gente estaba dispuesta a pagar con tal de tener seguridad. Y en segundo lugar, lo que he visto con poquísimo trabajo de campo, con relativa rapidez ha habido un recambio, un cambio de la economía ilegal por la economía legal. Es decir, muchas de estas familias que antes vivían de la extorsión y de mercados ilegales, rápidamente se empezó a ver en distintos lugares la apertura de pequeños negocios, comercios y demás, que podría de algún modo estar sustituyendo el ingreso que tenían antes por medios ilegales.

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Para mí lo interesante es cómo la población estaba dispuesta a pagar el costo que fuese con tal de reducir el asedio de las pandillas. Había una disposición enorme a pagar el costo que fuese necesario.

Y también el costo de perder libertades...

Ese costo todavía es más fácil de resolver, porque hay ciertos derechos que se están peleando, que son derechos absolutamente legítimos, básicos para la vida democrática y en sociedad, como por ejemplo el derecho a la libertad de expresión. Pero, bueno, uno se pregunta: cuánta gente hace uso del derecho de libertad de expresión, de manera consciente. Yo estoy convencido de que es un porcentaje bajo. No estoy queriendo decir que como es un interés de pocos, entonces no importa para nada, que no se entienda de esta manera nunca. Es un derecho fundamental. Y eventualmente nos puede afectar a todos que no se respete.

Pensando en términos desde el punto de vista de la población, si se les dice: 'Bueno, ustedes van a tener seguridad, pero no van a tener tanto derecho para decir lo que piensan'. No tengo duda de que la gente elegirá que le quiten el pandillero.

¿Pero es necesario caer en ese dilema: que la gente debe escoger entre vivir a la par de un pandillero o tener menos libertades?¿Hay algún método que haya funcionado en el mundo que demuestre que hay otros caminos, que no sea violando derechos?

No debería ser necesario elegir. Quizás haría una comparación relacionada con la pérdida de peso. Vos podrías recurrir a bebidas que hacen que se reduzca el peso en corto tiempo y es efectivo, pero también te pone en riesgo. Podrías seguir ese camino o el camino largo de la disciplina, de la dieta y el ejercicio. Toma más tiempo, pero son resultados, menos riesgosos y más sostenibles.

Los resultados actuales han generado un efecto importante. Yo sigo creyendo que el problema de las pandillas está esencialmente resuelto, pero se han generado riesgos importantes para nuestro organismo social. Hay un resultado que es innegable, pero que ha implicado riesgos importantes.

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Por supuesto que hay casos que muestran que no hay necesidad de esta elección. Uno que revisamos muchísimas veces fue el caso de Colombia, cómo en Bogotá se le dio solución a un problema de inseguridad muy grande con un famoso programa que se llamaba Cultura Ciudadana. Hay otros casos y otras formas de hacerlo.

De hecho, para mí siempre fue un desafío, porque nosotros entendimos que todas las propuestas en las que estuvimos trabajando por años estaban condicionadas por el Estado de derecho. Es decir, teníamos que jugar bajo ciertas reglas y nuestras propuestas nunca incluyeron, por ejemplo, capturas masivas e indiscriminadas al punto de convertirnos en el país con la tasa de encarcelamiento más alta del planeta.

Para recapitular, ¿Por qué esta mano dura ha sido más efectiva que las que tuvimos en el pasado?

Las dos diferencias claves son el control del espacio simbólico: cómo se controla la narrativa, dentro y fuera del país. Y número dos, la concentración de poder que ha hecho posible medidas que en otras circunstancias hubieran recibido muchas críticas. Sin esos dos elementos, control de la narrativa y concentración de poder, esta mano dura no podría haberse consolidado como lo ha hecho hasta ahora. En el momento en el que el poder deje de estar concentrado como lo está, la sostenibilidad sin duda estará en riesgo.

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