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Padre bodeguero, hijo caballero, nieto pobre

Entre los errores comunes están mala planificación de la sucesión, falta de educación financiera, conflictos familiares y un uso del dinero más orientado al consumo que al propósito.

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Por Mirella Schoenenberg Wollants
Publicado el 22 de mayo de 2025


Hace unos días platicaba con una amiga sobre el tema de las generaciones familiares y cómo en algunas se observa el fenómeno que engloba el dicho anglosajón "De mangas arremangadas a mangas arremangadas en tres generaciones", es decir, por qué la riqueza familiar se pierde en tres generaciones.

La idea de que la riqueza generada por una primera generación trabajadora que forjó una mejora con bienes se diluye en apenas dos sucesiones, no es solo folklore. Numerosos estudios en economía, psicología y neurociencia,respaldan esta observación. Hasta el 70% de las familias pierden su patrimonio en la segunda generación, y el 90% en la tercera (Williams Group Wealth Consultancy, 2016).

Es fácil contemplar cómo la primera generación creó riqueza a través del esfuerzo, sacrificio y trabajo constante. Supo lo que costó ganarla. La segunda generación creció observando ese esfuerzo. Suele conservar y a veces ampliar el patrimonio, aunque con menor conexión emocional al origen. La tercera generación, nace en abundancia. No ha conocido la escasez ni el sacrificio, y muchas veces carece de la preparación para administrar o multiplicar lo recibido. 

Esto no aplica solamente a las grandes fortunas. Aplica a toda familia que logró una mejora, un incremento de capital o bienes gracias al trabajo duro de la primera generación. Puede ser una señora del mercado que de vivir en un multifamiliar logró el dinero para comprar una casa, un vehículo y poner a estudiar a sus hijos en un colegio privado.

Entre los errores comunes están mala planificación de la sucesión, falta de educación financiera, conflictos familiares y un uso del dinero más orientado al consumo que al propósito.

Otro error curioso es aquel donde el padre esforzado impulsa a su hijo a estudiar una profesión muy alejada del quehacer con el cual se logró riqueza, lo que lo distancia de poder aprender las habilidades del padre y las peripecias de la fuente de ingreso. Ejemplo muy común es el padre agricultor o comerciante, empujando a su hijo a ser médico o burócrata. O aquel que envía al hijo a estudiar al exterior comprometiendo su capital de trabajo sin planes de que el hijo se quede a vivir fuera, existiendo los estudios en su tierra natal. Si aplicamos el dicho del titular, el padre bodeguero quiere que su hijo sea caballero.

Desde la psicología, este patrón se asocia a una pérdida progresiva de valores, disciplina y sentido del límite. La primera generación desarrolla resiliencia y tolerancia a la frustración. La tercera, por el contrario, puede experimentar baja motivación para trabajar o crear; sensación de vacío o falta de propósito (síndrome del heredero); deseo de demostrar independencia a través de decisiones impulsivas o rebeldes; baja tolerancia a la frustración, menor capacidad de postergar recompensas y menor sentido de responsabilidad.

Cuando el dinero se hereda sin formación emocional ni visión de futuro, puede convertirse más en carga que en recurso. Cuando la riqueza no va acompañada de transmisión de valores, cultura del esfuerzo y planificación, los modelos familiares se vuelven laxos o disfuncionales. Muchos herederos sienten que no necesitan probar nada ni construir por sí mismos.

El "síndrome del heredero" ha sido descrito por algunos psicólogos como el comportamiento de algunos herederosque desarrollan baja autoestima, inseguridad o falta de propósito, por vivir a la sombra de una fortuna no construida por ellos. Esto puede llevar a conductas de autoboicot o despilfarro.

La neurociencia también ofrece una explicación. El sistema de recompensa del cerebro (particularmente el circuito dopaminérgico mesolímbico) se activa con logros obtenidos por esfuerzo. Si las recompensas son fáciles o automáticas (como una herencia sin trabajo), la satisfacción es menor, y se refuerza la búsqueda constante de gratificación inmediata.

Además, el desarrollo del autocontrol, la planificación y la toma de decisiones se vincula a la maduración de la corteza prefrontal. Este proceso se fortalece con la experiencia, los límites y la responsabilidad. Cuando estos están ausentes, la capacidad de sostener una fortuna también lo está.

¿Se puede evitar este destino? Sí. Aunque la tendencia es fuerte, no es inevitable. Existen familias que logran preservar su patrimonio durante generaciones. ¿Qué hacen diferente?: 1- Forman a sus hijos desde pequeños en valores, esfuerzo, responsabilidad y generosidad. 2- Involucran a las nuevas generaciones en el negocio o proyecto familiar con funciones reales. 3- Mantienen una comunicación abierta sobre el dinero, la historia familiar y los errores cometidos. 4- Crean estructuras legales y financieras sólidas, pero sobre todo estructuras humanas y emocionales.

El legado debería ir más allá del dinero.Un legado no es solo dejar bienes materiales. Es transmitir visión, carácter y herramientas para que las siguientes generaciones puedan crear su propia riqueza, no solo conservar la de sus antepasados.

La verdadera herencia no es la fortuna que se recibe, sino la fortaleza interior que se cultiva.

¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada

Mirellawollants2014@gmail.com

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